Arriba: los dos últimos ex rectores, Ramsés Jonás Vargas Lamadrid y Silvia Beatriz
Gette Ponce, camino al calabozo. Abajo: el más reciente meme que sus áulicos han
puesto a circular en las redes para desprestigiar al autor de este blog, único cuyo
rostro no se ha borrado para demostrarles a los esbirros que no se le teme a los
señalamientos
Por
John Acosta
No fue sonoro, pero su hedor
alcanzó a inundar el salón de clases, a pesar de los ventanales abiertos que
estaban, tanto en la pared que va a la calle, como la que va al patio. La
hermosa profesora se incorporó de su escritorio, que estaba al fondo, a un lado
del tablero, y se plantó contrariada en la mitad del recinto. “¡¿Quién fue?!”,
preguntó con determinación. Todos nos miraban a mi compañero de pupitre y a mí,
pues parecía evidente que el viento nauseabundo había salido de ahí. Me sentí
intimidado con la mirada de la profesora: era la primera vez que sus ojos no
brillaban con la alegría de una docente joven sino con la luz de la decepción
de una maestra gruñona. A mis ocho años, no fui capaz de admitir mi culpa y, de
forma automática, señalé al niño que estaba a mi lado. “Fue él”, dije. Ante la
defensa del inculpado, pesó más mi estatus de buen estudiante. Cuarenta y cinco
años después de aquella mañana, no he podido olvidar la imagen que vi ese día a
través del enorme ventanal: mi camarada estaba en el patio, a donde había sido
enviado por la educadora, sacudiéndose los pantalones en medio de su monólogo
de protesta justa.
No he podido superar la enorme
injusticia que cometió mi infancia esa mañana desafortunada. Y, desde entonces, cada vez que soy víctima de
señalamientos injustos, no puedo evitar remontarme a ese caluroso día de mi
primer año de primaria. Ese sentimiento de culpa me ayuda, de alguna manera, a
sobrellevar los diferentes señalamientos sinrazón que me ha tocado padecer en
mis 53 años de existencia. Del primero que recuerdo sucedió en época de estudiante
universitario en Bogotá.
Hubo júbilo casi total (todavía
falta que caiga el jefe) entre los empleados porque, por fin, la Fiscalía
General de la Nación se dignó a proceder para empezar hacer justicia frente a
la empresa criminal que atentó vilmente contra el bienestar económico, social,
familiar, personal y reputacional de más de 1.200 empleados, de más de 10.000
estudiantes y de más de 50.000 egresados. La captura de implicados en el peor
desfalco cometido contra la Universidad Autónoma del Caribe hizo de ayer (21 de
noviembre de 2018) otro día histórico para esta querida institución de
educación superior. El atentado fue de tal magnitud que muchas de las heridas físicas
y espirituales aún siguen abiertas. A pesar de la sal que cae, a veces, sobre
las llagas lacerantes, derramada con sorna por malintencionados que quieren
pescar en río revuelto, no deja de ser un paliativo importante que las
autoridades competentes hayan decidido, después de tanto titubeo, agarrar el
toro por los cachos.
La educación como vía rápida para la modernización
Por Keller Gámez
Como ha sucedido en los últimos
años, la Biblioteca Benjamín Sarta
de la Universidad Autónoma delCaribe le abrió las puertas a
estudiantes y profesores para que participaran en la última entrega del Café Filosófico del semestre 2018-02.
El director del Departamento de
Humanidades, John Acosta, le dio la bienvenida a los asistentes y presentó al
ponente del día: Juan Carlos Escalante,
un comunicador social y periodista egresado de la UAC, licenciado de Ciencias Sociales,
Magister en Filosofía y docente de dicho Departamento, en asignaturas como Globalización
y Bioética y Medio ambiente.
La Casa Club Caribe
de la Universidad Autónoma del Caribe será sede del conversatorio “El periodismo en tiempo de crisis”, el martes 13 de noviembre, a las 8:30 a.m.
El diálogo se centrará en la reflexión y análisis del oficio
periodístico. La academia, los periodistas, estudiantes, docentes y
comunicadores, juntos, construirán opinión. Se profundizará en temas de
actualidad que afligen el óptimo desarrollo de la profesión, así como la
necesidad de enfrentar los retos en el periodismo que surgen día a día, la
importancia de la ética y la polarización política.
A partir de las 2:45 p.m. del 24 de septiembre, los estudiantes
llegaron a la biblioteca Benjamín Sarta
de la Universidad Autónoma del Caribe a participar en la nueva reflexión
que programó el ‘Café filosófico’.
Patricia Celemín, directora de
la biblioteca Benjamín Sarta, se encargó de darle la bienvenida a los
estudiantes y maestros; en sus palabras resaltó la importancia de abrir estos
espacios de reflexión que apuntan a una educación integral. La biblioteca,
junto con el Departamento de Humanidades, ambas unidades pertenecen a la
Universidad Autónoma del Caribe, han hecho causa común para realizar el Café filosófico periódicamente.
En esta ocasión, el filósofo,
psicólogo y docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Mauricio Pareja, tuvo en sus manos la
ponencia del evento, llamada ‘Filoterapia:
El poder sanador de la filosofía’. Para él, la filosofía sirve como
solución para las problemáticas que se nos presentan día a día, y la carencia
de ella en nuestras vidas ha hecho que se pierda el valor de la madre de todas
las ciencias.
El profesor aprovechó el aroma
a café que inundaba la sala para relacionarlo con el concepto erróneo que se
tiene de la filosofía. Comentó que muchos asocian la terminación “filos” con
hambre, puesto que ese es el significado que se le atribuye en la costa Caribe
colombiana. Pero hizo la aclaración y desglosó la palabra filosofía: Philos =
amor. Sofos= sabiduría. Sin embargo, según explicó, también existe una
variación del último concepto porque en la cotidianidad se cree que tiene algo
que ver con inteligencia.
Por ello, el filósofo piensa
que se ha desvinculado la carrera de filosofía con la vida cotidiana, así que
la filoterapia es el ejemplo adecuado para entender por qué es necesaria en
nuestras vidas.
Filoterapia:
una fuerza sanadora
A manera de introducción, hizo
un recorrido por los temas tratados por esta. En la antigüedad, cuando había
ausencia total de ella, las personas esperaban que Dios resolviera cada aspecto
de sus vidas: “Dios estaba hasta en la sopa”, dijo Pareja. Entonces, la
filosofía llegó como esa posibilidad que le permitió a los humanos pensar por
sí mismos y crear una mejor sociedad.
Así que se iniciaron los
estudios del hombre, la sociedad, la naturaleza, el arge, que es el origen del universo, entre otros. Pero no hay que
alarmase, no se debe pensar que se deja a un lado las creencias religiosas,
sino que es esencial para todos: creyentes y no creyentes.
Luego, desarrolló la
explicación de la premisa: “La carencia de la filosofía nos da problemas”. El
ejemplo que utilizó para que los presentes entendieran fue el del uso de una
frase coloquial: “Hablando se entiende la gente”; manifestó que dicha expresión
está incompleta si no hay filosofía, porque lo que se debe hacer es dialogar
filosóficamente, sino todo se convertiría en un “vomitadero de racionalidad”,
donde todos quieren tener la razón y no tienen ni un argumento de esta
magnitud.
“La capacidad de razonar es
terapéutica”.Mauricio dijo que es
primordial porque nos ayuda prevenir de muchos males. Característica que
ayudaría a los adolescentes, o todos los que se comporten como tal, porque es
la etapa que se basa en hacer. “Haz, pero haz bien”, mencionó. Aquí entra en
juego el papel de la sabiduría, para que todos sepamos vivir la vida. Sin embargo,
no se puede ver la terapia como la salvadora esperada, porque no es un hecho
puntual, es un camino.
Se llegó al punto de entender
que se debe tener el hábito de filosofar, esto se puede hacer leyendo libros
que nos ayuden a entendernos a nosotros mismos y a los demás, y desarrollen
nuestra capacidad de discernir filosóficamente para tomar buenas decisiones en
lugar de las malas.
En una de las entrevistas más duras "contra" un entrevistado, la periodista italiana Orina Fallaci hace enojar, incluso, al mítico fundador de All Fatah, una de las agrupaciones armadas ilegales que, desde la clandestinidad, buscaban sacar a Israel de los territorios ocupados. Posteriormente, estas agrupaciones se unieron y formaron lo que se conoce como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Los estudiantes del curso Noticia y entrevista, de la
Universidad Autónoma del Caribe, deben leer esta entrevista y responder este foro, así: Un párrafo de resumen del contenido de la entrevista y otro párrafo con la opinión del estudiante sobre la entrevista que leyeron.
Cada uno de los dos párrafos debe tener una extensión mínima de cinco líneas.
Los
temas giraron en torno a enigmas, bichos raros, combinatoria, historias de
impacto y un movimiento estudiantil.
Por Keller Maideth Gámez Pérez
En la mañana del 7 de septiembre, cuatro conferencistas
lograron motivar con su carisma a los más de 500 asistentes que fueron a la presentación de Expo InnovaUAC, en la Casa
Club Caribe. Esta jornada tuvo como tópico principal la idea de transformar sociedad.
La mayoría del público estaba
integrado por estudiantes de los cursos de Emprendimiento y de Innovación,
administrados por el Departamento de Humanidades, de la Universidad Autónoma
del Caribe.
Estudiantes del curso de Bioética
y Medio Ambiente, facilitado por la docente Vanessa Ramos, se posicionaron en
la plazoleta de la Universidad Autónoma del Caribe para poner en práctica los
conocimientos recibidos sobre el cuidado del planeta tierra. La unión de los
principios de no maleficiencia, beneficencia, autonomía y justicia, con los dos
modelos filosóficos, biocentrismo y antropocentrismo, se vieron reflejados en
las actividades didácticas que crearon los jóvenes para llamar la atención de
toda la comunidad universitaria sobre el cuidado al medio ambiente.
“Fueron dos
días de sensibilización que les permitió ayudar de forma activa a la sociedad al
medio ambiente, y vincular a la comunidad de la universidad. Buscamos que, desde
la academia, puedan ser mejores ciudadanos y profesionales”, dijo Vanessa Ramos,
docente de Bioética y Medio Ambiente.
El próximo 7 de septiembre, a partir de las 9:00 a.m., será el lanzamiento de Expo InnovaUAC, en la Casa Club Caribe. La jornada estará
acompañada de conferencistas expertos en innovación y emprendimiento, quienes
tendrán como objetivo motivar a estudiantes y docentes de la Universidad
Autónoma del Caribe a crear iniciativas encaminadas al desarrollo social.
El entonces senador Iván Duque estuvo en la Universidad Autónoma
del Caribe, con su colega de corporación Rodrigo Lara, en un foro
sobre el plebiscito que ganó el No, defendido por el congresista Duque
Es imposible dejar de sentir el
sabor agridulce en el alma, cuando uno ve la efectividad del denominado Plan Diamante por medio del cual el
gobierno del presidente Iván Duque implementa su promesa de campaña El que la hace la paga.
Las constantes noticias de
capturas de grandes capos de violentos grupos delincuenciales, sean guerrilleros
o de bacrim (a propósito, la gente del común no nota la diferencia entre uno y
otro) producen, por supuesto, una enorme tranquilidad en los habitantes de este
martirizado país; sin embargo, esa sensación de alivio se desvanece entre los
más de mil empleados de la Universidad Autónoma del Caribe porque la eficiencia
demostrada en apresar asesinos, no se ve en la caída de destacados ladrones de
cuello blanco; concretamente, quisiéramos que esa agilidad del Ejército y la
Policía para poner en buen recaudo a los culpables de homicidios se refleje
también en el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía General de
la Nación para encarcelar a quienes desfalcaron a nuestra universidad y, con
eso, nos sometieron a vivir las más crueles y degradantes situaciones durante
dos interminables años.
Huyendo de mis padres
carnavaleros, me topé con un señor que le decían “Paragua”o “Paragüita”. Lo
curioso de esto es que también terminé siendo otro adicto al carnaval, en
parte, gracias a ese extraño personaje.
Salsero y verbenero, casi rayando
en la intolerancia con otros sonidos del Caribe colombiano, César Morales
dirigía una comparsa llamada Las Marimondas del Barrio Abajo. Ya antes las
había visto en medio de una Batalla de Flores; eran como mil personas en un éxtasis
maravilloso, dando unos brincos y haciendo movimientos desajustados que
arrancaban aplausos y gritos de euforia que se entremezclaban entre ese
endulzante aroma a fécula de maíz triturada y chuzos de carne de dudosa
procedencia, pero fascinante sabor.
Primeros capos. Arriba: Pablo Escobar Gaviria, los hermanos Gilberto y
Miguel Rodríguez Orejuela. Abajo: Gonzalo Rodríguez Gacha y
Carlos Lehder Rivas
Por Keller
Maideth Gámez Pérez
Los
colombianos son narcotraficantes y consumidores de profesión. No existe ninguna
variación en la caracterización de sus habitantes, quienes nadan en el mar
de la compra, venta y consumo de drogas.
Así nos han
reconocido durante mucho tiempo. Este estereotipo le ha dado la vuelta al
mundo, y no precisamente en ochenta días, pues nuestros buenos amigos, los
otros países, nos ayudaron a construir nuestra propia cruz, pero, ¡OJO!, no a
cargarla.
Nuestro
país se encuentra en discordia por la fricción de los ideales, acompañado de
una disputa por el poder absoluto, disfrazado de buenas obras; la avaricia se impregna en los líderes, y en los que no, les llega un boleto de avión
directo a un descanso eterno y la política se asocia con el enriquecimiento
ilícito; mientras los demás aprovechan esto para hacer su jugada.
En
el bus se escucha la noticia: “Serán sancionados colombianos que ingresaron
alcohol en estadio de Rusia”. Ante esto, una anciana exclama: “Así somos los
colombianos, ¡qué vergüenza!”. No ha terminado de hablar la señora cuando los
pasajeros a su alrededor asienten y respaldan sus palabras.
Mientras
tanto, en el mundo digital se reproduce por doquier el video del colombiano que
—según él, en forma de chiste— insulta a una japonesa; también se ve por ahí a Daneidy
Barrera, mejor conocida como ‘Epa Colombia’, bañándose en la fuente del Museo
del Luvre, en Francia.
Así
es como, con el impulso de los medios de comunicación nacional, se ha generado
un sentimiento común de vergüenza por lo que hicieron unos cuantos colombianos,
de los miles que asistieron al mundial de fútbol en Rusia. Con esto, en el país
se ha reforzado la creencia colectiva de que los colombianos son maleducados,
incultos y siempre buscan la forma de hacer lo malo. Y digo “reforzado” porque
no es algo nuevo, es una percepción que se ha formado y consolidado en el imaginario
del pueblo desde hace un tiempo.
La indolencia de los organismos estatales de control es lo
peor que nos ha podido pasar, a las 1.200 familias que aún padecemos la
devastación financiera a la que fue sometida la Universidad Autónoma del Caribe
por parte de una empresa criminal que aún goza de total impunidad. Como si
fuera poco el sortear las afugias diarias por el no pago a tiempo de nuestros
salarios, como consecuencia del desastre que ocasionaron los ladrones de cuello
blanco en esta cincuentenaria institución académica, a los empleados nos toca
cargar también con la frustración de no poder entender por qué ni la Fiscalía
General ni la Procuraduría General han puesto tras la reja a los culpables de
esta debacle; incluso, solo falta, prácticamente, un día para las elecciones
presidenciales y ninguno de los dos candidatos se ha pronunciado sobre la
extraña parsimonia de los entes mencionados para investigar y encarcelar a
quienes intentaron asesinar, con evidente sevicia, a esta reconocida
organización universitaria.
Más de 45 años después, recuerdo aquel momento como si
fuera ahora: el niño tocaba el acordeón en la tarima, mientras su hermano (o
primo hermano, no sé: eran iguales en todo caso) cantaba. El público delirante
aplaudía el coraje de aquellos infantes que le sacaban notas y sentimientos a
la caja, guacharaca y acordeón. Era, por su puesto, un espectáculo digno de
admirar por todos, que se desarrollaba en una media mañana del mes de julio,
que era cuando se realizaba el Festival Folclórico del Fique, en la muy amada
población de La Junta, allá en La Guajira indomable de Colombia. Yo presenciaba
ahí, entre el público, la gallardía en tarima de aquellos muchachos de mi edad.
Me evoco en pantaloncito corto, a pies descalzos y sin camisa, que era la única
manera como me le podía escapar de la casa a mi abuela sobreprotectora. Se
trataba del pequeño José Alfonso El Chiche Maestre y su conjunto, integrado por
niños de la vecina población de Patillal, en el departamento del Cesar, así sin
tilde en la e. Esa mañana, obviamente, me fui para la casa sin saludar
personalmente a los ídolos de mi edad porque los adultos se los llevaron,
seguramente a amenizar parrandas en sus patios traseros. Hubo de pasar más de
10 años para volverme a encontrar con El Chiche y hacernos amigos de
compincherías universitarias.
Sensibilidad y ternura de la dama ibaguereña: toda su actividad social la llevó a formar parte del liberalismo en el Tolima, y estuvo ad portas de llegar al Concejo, pero los celos de los políticos la privaron de coronar su gran ilusión: ser alcalde de Ibagué.
Ancestros ibaguereños, liberales, cartageneros y antioqueños de Iván Duque Márquez.
Es cierto: la situación
nuestra todavía no es nada fácil. Aún hay que coger una tijera, cortar por la
mitad el arrugado y exprimido tubo de la crema dental, meter el cepillo por las
nuevas puntas mutiladas para hurgar en el interior, raspar con las cerdas los
últimos vestigios de dentífrico y poder lavar los dientes en la mañanita, antes
de salir a facilitar clases con el orgullo intacto, a pesar de todo. Todavía
timbra el celular mientras uno se está vistiendo, después del baño reparador, uno
ve el número desconocido y no lo contesta,
pues la tragedia le ha enseñado que los bancos echan mano a cualquier estrategia,
como la de llamar en horas fuera de oficina, para lograr que el moroso atienda
la llamada amenazadora del cobrador sin escrúpulos. No obstante, uno sigue ahí,
con la frente en alto y la voluntad a toda prueba, dispuesto a cumplir con el
sagrado deber de compartir conocimiento con sus estudiantes. La razón para
mantenerse en pie es que uno sabe que la universidad no tiene plata porque fue
saqueada por una empresa criminal a la que todavía la justicia no ha puesto en
buen recaudo. Y tener la certeza de que el dinero que va entrando ya no se lo
roban, es el motor que lo impulsa a uno a seguir dando la batalla para volver a
sacar adelante a una institución con más de medio siglo entregando excelentes
profesionales al país.
Facebook suele ser cruel, a
veces. Y uno, masoquista, que propaga la ferocidad de esta red social; incluso,
cuando lo compartido taladra hasta las profundidades más recónditas del alma.
Me acabó de pasar ahora en carnavales. Facebook me recordó una foto de hace dos
años, así sin anestesia: era pleno sábado, cuando el furor de estas fiestas
estaban en todo su apogeo y yo, tirado en la cama de mi casa porque no tenía
ninguna posibilidad financiera de disfrutar de este jolgorio. Me tocó hacer lo
único que la tecnología ha inventado para sobrellevar casos como el mío:
curucutear las redes en mi celular para obligar a que el sueño me dominara y poder
escapar así del infortunio de esta varadez
sin precedentes, pero llegó Facebook y ¡zaz!,
me espetó la bendita foto esa para rematarmeel orgullo, mal herido por la situación que nos embarga. En el retrato
aparecemos mi compañera de hogar y yo, con pinta carnestolénica, listos para la
Batalla de flores de hace dos años. Y me decía: “Este recuerdo no lo verá nadie
si usted no la comparte”. Y lo compartí.
Debo confesar que solo hasta
entonces, cuando la vi retratada sonriente, con sus flores carnavaleras
adornándole la cabeza, me pude dar cuenta de la magnitud de su entrega. En casi
20 años que llevamos de vida en común, casi nunca la he visto ver televisión:
solo lo ha hecho para disfrutar en vivo, a través del canal regional Telecaribe,
de estas fiestas del desorden admitido y de la gozadera. Y lo hacía en el descanso
que tomaba en la casa para emprender al día siguiente, con más ímpetu, la diversión
presencial de su desborde anímico. Este año, sin embargo, apenas pudo salir dos
veces. Y, en ninguna de esas, pude acompañarla, pues no quisimos pasar por la
vergüenza de que la amiga que la invitó corriera también con mis gastos.
Es, por supuesto, una lucha ardua, tormentosa e
impotente. El drama humanitario que padecemos todos los días, las más de mil
familias que dependemos de los salarios en la Universidad Autónoma del Caribe,
podría aliviarse en algo si uno viera interés en la Fiscalía General de la Nación
para meter en la cárcel a los que nos degeneraron nuestra existencia en estos
dos últimos años; sin embargo, esa angustiante batalla para arañarle a la vida
el sustento diario de nuestros hogares, se multiplica por infinitas veces al
comprobar que los culpables de nuestras desgracias deambulan felices por las
calles, derrochando a sus anchas el producto de su crimen, restregándonos
descaradamente sobre la miseria en que nos dejaron que no hay ningún órgano
capaz de hacer justicia por la dignidad nuestra mancillada.
La entrevista fue publicada en la revista Cromos Nº 2.636, de Bogotá, en mayo 20 de 1968, pp.: 10-11, 40 - 45. También aparece en el libro Reportajes, volúmen 2, publicado por la Editorial Universidad de Antioquia, de Medellín, en octubre de 1993, pp: 186 - 198. La edición de 2003 de este libro se encuentra en la biblioteca de nuestra Universidad Autónoma del Caribe, con la referencia 070.44: A662. La entrevista puede ser leída en el siguiente link: entrevista de Gonzalo Arango a Cochise Rodríguez Los estudiantes del curso Noticia y entrevista, de la Universidad Autónoma del Caribe, deben leer la entrevista y dar su opinión sobre la misma en este foro.
El pasado 10 de abril, el grupo estudiantil independiente
Acción UAC, junto con el Movimiento Actus, decidieron emprender acciones frente
a la notable crisis por la que atraviesa la Universidad Autónoma de Caribe, de
manera que a través de las redes sociales difundieron invitaciones, dirigidas a
todo el cuerpo estudiantil, para llevar a cabo su primera actividad, la cual
titularon “Gran jornada de limpieza”. Permaneciendo fieles a su discurso sobre
la necesidad de reestructurar la Sala General, entre otros aspectos, los
estudiantes líderes de estos grupos optaron por tomar los problemas inmediatos
que ha dejado a flote la deplorable situación financiera de la institución, y
convertirlas en oportunidades para generar conciencia cívica en la comunidad
educativa.
Humberto
De la Calle, a muy temprana edad, como muchos, tuvo que huir de su tierra natal
por causa de la guerra. Hijo de una docente de provincia. Su padre, Honorio de La Calle, era trabajador en laCentral Hidroeléctrica de Caldasy su madre, Georgina Lombana, era educadora de profesión.Estudió en una
universidad pública. Lo detuvieron en diversas ocasiones por velar por una
educación pública de calidad. Pronto De la Calle, se convirtió en jurista y
profesor destacado.
Humberto
de la Calle, desde que tenía 20 años, está casado con Rosalba Restrepo con
quien tuvo tres hijos (Natalia, Alejandra y Jose Miguel) y seis nietos, todos
hombres.
Cuando
ejerció como Registrador Nacional, en los años 80´s, expidió la primera cédula
para una persona transgenero y en los años 90, De La Calle lideró la construcción
de la Constitución de 1991.
Sergio Fajardo Valderrama nació
en Medellín, Colombia en 1956. Es Matemático de la Universidad de los Andes,
Doctor en Matemáticas de la Universidad de Wisconsin-Madison y Doctor Honoris
Causa de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, España (2009) y de la
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina (2015).
Fajardo ocupó
varios cargos en instituciones científicas, como el Consejo Nacional de
Ciencias Básicas y la Comisión Nacional de Maestrías y Doctorados. Fue profesor
en la Universidad de Andes, director de investigación y director del
Departamento de Matemáticas, así como en la Universidad Nacional. Ha sido
profesor visitante de instituciones como la Universidad de Berkeley, la
Universidad de Wisconsin, la Universidad de Colorado, la Universidad Católica
de Chile, la Universidad de Oslo y la Universidad Central de Venezuela.
Gustavo Francisco Petro
Urrego nació el 19 de abril de 1960 en Ciénaga de Oro, Córdoba, y desde
temprana edad vivió en Zipaquirá, Cundinamarca.
Ha sido
Personero y Concejal de Zipaquirá, Representante a la Cámara, agregado
diplomático en Bélgica y se ha desempeñado como docente de las universidades
Central y Externado de Colombia.
Es economista de la
Universidad Externado de Colombia con una especialización en Administración
Pública de la Escuela Superior de Administración Pública ESAP, una
especialización en Medio Ambiente y Desarrollo Poblacional de la Universidad
Católica de Lovaina en Bélgica, una maestría en Economía de la Universidad
Javeriana y un doctorado en Nuevas Tendencias en Administración de Empresas de
la Universidad de Salamanca en España.
Nació en Bogotá, hijo de Iván Duque Escobar, oriundo de
Gómez-Plata, Antioquia, y de Juliana Márquez, oriunda de Ibagué, Tolima, nieto
de Cartagenera. Tiene 41 años, es abogado de la Universidad Sergio Arboleda,
con maestrías en Finanzas y Administración Pública y Derecho Internacional de
“American University” y “George Town University”, de Washington D.C., y varias
especializaciones entre ellas una en negociación de la Universidad de Harvard.
No de manera fortuita es el
senador que comparte la banca y trabaja de la mano con el senador y
expresidente Álvaro Uribe Vélez en el Congreso de la República y, para muchos,
es su hombre de confianza en materias económicas, jurídicas, financieras y
demás asuntos de Estado.
¿Cómo
es?
Iván Duque tiene una vida
privada similar a la de la gran mayoría de los colombianos profesionales de sus
edad que han establecido una familia conformada por una pareja de profesionales
que trabajan para educar y mantener a sus hijos y viven de dos sueldos para
pagar sus cuentas sin contar con otros ingresos, respaldos o negocios
adicionales.
A nosotros nos tocó el turno
esa mañana de mediados de enero de 2016. Ese fue el regalo con que los altos directivos
de la Universidad Autónoma del Caribe nos recibieron a unos 30 directores de
área: la disminución de un 25% de nuestro salario; es decir, cuando a todos los
trabajadores de cualquier empresa establecida en Colombia, pública o privada,
les suben un porcentaje de su sueldo a partir de enero de cada año, a estos 30 empleados
de nuestra institución educativa, nos lo bajaron. Y no cualquier bajonazo: a
partir de febrero de ese año, recibiríamos una cuarta parte menos de lo que ganamos
el año anterior. La mayor parte de los afectados éramos directores de programas
y departamentos académicos. Nos fueron llamando por facultad. A los cinco directores
de la facultad de Ciencias Sociales y Humanas, nos tocó esa mañana. O
aceptábamos el duro golpe o nos íbamos de la universidad. Así de sencillo.
Es muy difícil ser objetivo en la apreciación de un hecho,
cuando uno fue protagonista inicial de ese suceso; sin embargo, no se debe
dejar de expresar la visión que se tiene de las experiencias que se vivieron,
por el temor de no ser imparcial; al revés: se debe contar lo que se siente,
sobre todo, para que quede en los anaqueles de la historia.
Hay una sensación de derrota en muchos de los
estudiantes y empleados de la Universidad Autónoma del Caribe, después de que
Sintrauac, el sindicato de trabajadores de esta institución educativa, hiciera
público a sus afiliados los acuerdos con que se levantaba el cese de
actividades, que, inicialmente, la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
promovió y ejecutó y del que, posteriormente, el sindicato se hizo cargo, con
la anuencia de muchos profesores de tiempo completo. Ya lo hemos dicho y lo
repetimos: si de algo sirvió esta lucha inédita de más de 15 días fue para
desnudar el resentimiento oculto, por lo dañino, de muchos. Esas vísceras
espirituales, expuestas al sol, pueden ser culpables de ese sentimiento de
frustración que hoy atormenta a estudiantes y trabajadores. En esta primera
parte, se hará un recuento de lo que ha sido, desde mi perspectiva, los
aciertos y desaciertos de la lucha sindical dentro de la universidad, que no es
muy larga. En la segunda parte, podrán leer ya lo que ha sido la experiencia en
este cese de más de 15 días.
Es
claro que el nuevo rector de la Universidad Autónoma del Caribe, Víctor Armenta
Del Gordo, tiene unos enormes retos que debe hacerlos efectivos en el corto y, como
tarde, en el mediano plazo. Aún tiene sobre sus sienes la aureola que lo
etiqueta como ficha de su antecesor, el tristemente célebre Ramsés Jonás Vargas
Lamadrid. Su llegada misma a la Rectoría deja, por decir lo menos, un manto de
duda, pues fue precedida por unos actos que no dejan de generar desconfianza,
tanto interna como externamente: su nombre, y el de otro escudero de Ramsés,
fue impuesto por la familia Vargas en la Sala General, el máximo organismo de
la Universidad, para ser miembro del Consejo Directivo, el que debía escoger al
nuevo rector, dos o tres horas más tarde. Y, finalmente, votó por él mismo para
ser elegido con la investidura que hoy ejerce. Los que participamos activamente
en las protestas que generaron en la salida de Ramsés Vargas, esperamos hechos
concretos por parte de Víctor Armenta para que pueda recuperar la gobernabilidad
en nuestro claustro académico. Y esos hechos tienen que ver con que demuestre
que no es bolsillo de nadie y que su cuerpo no se prestará para que Ramsés Vargas
gobierne a través de él.
Supongo
que se enteraron de la aflicción de sus profesores porque era ya vox populi el
drama familiar que estábamos padeciendo los empleados de la Universidad
Autónoma del Caribe; varias veces, algunos interrumpían la clase para preguntar
lo de siempre: “Profe, ¿a usted ya le pagaron?” Y el docente no sabía si darle
rienda suelta al sufrimiento que le embargaba el alma o si, por el contrario,
seguir guardando a sus estudiantes ese secreto a voces: su responsabilidad
frente al deber adquirido con esos muchachos que habían pagado su matrícula,
confiando su sueño a esa persona que tenía de pie en el salón de clases, eso,
mezclado un poco con el temor de ser acusado de agitador, le impedía al maestro
responder a esa pregunta súbita como él quisiera. “No, todavía no”, se limitaba
a revelar, incluso, en contra de sí mismo. Hasta que los jóvenes no aguantaron
más y decidieron hacer suya la lucha por la dignidad académica.
Ramsés Jonás Vargas Lamadrid llegó a la Rectoría de la Universidad
Autónoma del Caribe con la misión que todos apoyamos desde un principio:
recuperar a esta querida institución del lastre financiero y de reputación en
que la dejó sometida la anterior rectora, Silvia Gette Ponce. La misma sociedad
barranquillera rodeó este loable propósito y confió también en la gestión que
emprendía Ramsés Vargas. Incluso, en estas mismas páginas de Comarca Literaria
se publicaron varios textos de apoyo al nuevo rector. Yo mismo redacté y
publiqué varios artículos de adhesión al enorme reto que asumía Vargas Lamadrid.
Lamentablemente, con una profunda decepción, hay que reconocer que Ramsés Jonás
nos traicionó a todos: no solo fue inferior al monumental potencial que tenía
por delante, sino que, además, desvió el camino, hizo el retorno para regresarnos
a las oscuras épocas en que nos había sumido Silvia Gette Ponce.
El
pasado 30 de enero venció el plazo para pagar la primera cuota del acuerdo al
que me vi obligado a firmar con la oficina externa de cobranza que contrató el
Banco de Occidente para llevar ante la justicia el cobro de la deuda que
adquirí hace cinco años con esa entidad crediticia para la compra de mi carro
de baja gama. No pude cumplir con ese pago y todavía no sé cuándo podré
hacerlo, pero sí puedo vislumbrar las consecuencias lógicas que esa situación
puede acarrear: me quedaré sin el transporte con que llevo a mis hijas al
colegio. En realidad, es la segunda o tercera vez que me toca hacer este tipo
de arreglos con la misma institución bancaria por el mismo crédito y por la
misma razón de hace unos dos años, que es la que motiva la redacción del
presente texto.
El
mismo mes y año que me entregaron el carro, recibí la casa nueva: enero de
2013. La casa, que la compré en planos, la había empezado a pagar unos cuatro
años antes. Ambos, la casa y el carro, son los dos únicos patrimonios que puedo
heredar a mis hijos. Y ambos estoy a punto de perderlos. En estos dos últimos
años, me ha tocado atrasarme varias veces en el pago de la cuota del préstamo
de vivienda con el Banco AV Villas, pero el año pasado la situación se puso tan
crítica que tomé la decisión de venderla
para rescatar algo de la inversión. Afortunadamente, la familia de mi compañera
de hogar, la misma que le ha tocado sufrir en silencio todo este martirio, pagaron
las cuatro cuotas atrasadas, con sus respectivos intereses por mora y me
pusieron el crédito al día hasta octubre; no obstante, la misma situación que
motiva este texto, ha hecho que otra vez me atrase en esta deuda: ya debo tres
cuotas (noviembre, diciembre y enero).