4 jun 2024

Jesús Suárez Moscote: el trabajador incansable de la comunidad

Hay que decirlo sin ambages: los habitantes del Cesar tienen a un diputado que no descansa ni los fines de semanas para trabajar por el bienestar de la comunidad. Jesús Suárez Moscote, médico internista, parece una hormiguita obrera. No se pierde ningún debate en la Asamblea del Departamento del Cesar, donde participa siempre con argumentos sustentados en la investigación que hace a cada tema que se trata en la duma, ni siquiera en las recientes sesiones descentralizadas que hicieron a lo largo y ancho de los diferentes puntos geográficos de la tierra agrícola, ganadera y minera. Tampoco falta a los foros donde se exponen problemáticas que atañen a la comunidad cesarense. No hay una sola manifestación de usuarios de servicios públicos en donde él no esté presente, apoyando a los manifestantes.


El puente que acaba de culminar, mientras muchos disfrutaban el largo fin de semana con festivo incluido, mediante viajes familiares a distintos lugares, Suárez Moscote y sus compañeros diputados sesionaron sin descansar el sábado, domingo y lunes. Este profesional de la salud, vinculado hace tiempos al servicio social a través de la política, estuvo, por ejemplo, en la audiencia pública de rendición de cuentas de la Universidad Popular del Cesar; en la plazoleta de la Gobernación durante la entrega de cheques para Intervenciones Colectivas en Salud, a diferentes IPS públicas del departamento del Cesar; en el   exitoso Simposio de Medicina Interna "Festival de Conocimientos y Actualización en una tierra de tradición", celebrado en Valledupar  por la Asociación Colombiana de Medicina Interna (ACMI), Capítulo Cesar; en la inaugura; en la inauguración de la Policía Metropolitana de Valledupar, la cual contará con más 1.200 uniformados distribuidos en 65 micro territorios, beneficiando a 720 mil habitantes; entre otros muchos eventos.

¿Adónde entierran a los pobres en Valledupar?

 

Por John Acosta

“Oye, viejo, yo te voy a atracar”, le dijo el joven, que apenas si había visto de sopetón, entre el claro y oscuro de las 5:30 de la madrugada de aquel 7 de septiembre de 2016. Pensó que era un amigo que le mamaba gallo y se regresó a saludarlo; entonces, el joven sacó el revólver que tenía entre el tanque de gasolina de su moto y su entrepierna. El electricista Héctor Hernández estaba sobre el alto andén , de manera que el disparo le entró por la ingle derecha y le salió por el omóplato: en ese recorrido fatal por su organismo, la bala le comprometió el hígado, el riñón y el pulmón. Duró 47 días entubado, pero el estar al borde de la muerte le hizo tomar conciencia de que si se hubiera ido de este mundo, no hubiesen tenido para darle una cristiana sepultura, pues Valledupar no tiene cementerio público.

Obviamente, eso no fue lo que pensó esa mañanita, cuando fue cayendo lentamente sobre la llanta delantera de la moto de su verdugo. “¿Cómo me matas, si puedo ser tu abuelo?”, alcanzó a increpar al atracador. Héctor Hernández alcanzó a ver dos chicas asomadas en la ventana del frente y gritó: “¡Auxilio!”; entonces, el joven alzó el arma y se echó hacia atrás. Héctor aprovechó ese descuido para clavarle las uñas y le mordió el brazo armado. Sorprendido por la inesperada reacción del casi moribundo viejo y, además, abatido un poco por el dolor del ataque sorpresa, el muchacho soltó el arma. El herido sacó sus últimas fuerzas, tomó el revólver e hizo dos disparos que pegaron en el marco donde estaba el par de jovencitas: se salvaron de milagro. Hizo tres tiros más: pegaron en la pierna derecha, en la izquierda y en una nalga del delincuente, que salió corriendo para caer más adelante. Era la primera vez que Héctor disparaba en su vida.