Por John Acosta
Es posible que cuando Yolkin Caicedo le enseñó a conducir buseta a su hermana Claudia, pensó más en verla trabajando en una de las minas de carbón del Cesar que conduciendo una buseta urbana en Valledupar; de hecho, él llevaba trabajadores en ese vehículo donde aprendió ella, desde La Jagua de Ibirico, la población de los do
s hermanos, hasta la minera Prodeco. En todo caso, Claudia Caicedo ascendió, de esas clases informales de chofer, a operar camiones de 250 toneladas en ese enorme hueco a cielo abierto de donde la empresa subsidiaria de la suiza Glencore sacaba carbón.
Esos turnos, en medio del machismo de los rudos mineros, le formaron el carácter reservado que todavía hoy esboza cuando alguien se le sienta al lado, a entablar una conversación formal, mientras ella maneja la buseta de ruta urbana en la capital del Cesar. Claudia Caicedo no pasó, de una, de la mina a Valledupar. No: antes condujo un camión de reparto,a lo largo y ancho de su departamento, distribuyendo el producto de la empresa Aceros y Metales, donde laboró cuando Prodeco decidió cerrar operaciones en Colombia.