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Inmensas playas, en Camarones |
Por
John Acosta
Ese pedazo de tierra que,
impetuoso, entra al mar, iluminado por la intensidad de los rayos solares, que
retoman vida al posarse en el brillo de la arena peninsular, durante el día
caluroso, y adornado por el resplandor de la luna alegre o por la intermitencia
de las estrellas infinitas cuando el satélite del astro rey está acompañando a
la gente por otros lares, en las noches frías, ese pedazo de tierra, repito, lo
llevo clavado en los confines de mi alma. Y es el aliciente para levantarme
todos los días y hacer mi trabajo con honradez, en las lejanías en donde me
encuentre, para retribuirle a mi Guajira el prestigio que unos pocos se empeñan
en mancillar con sus actos bochornosos.