5 nov 2019

¿La avaricia y alevosía se quedarán con mi cargo en Uniautónoma? (4 de 4)






Por John Acosta


La tarde en que la rectora Claudia Da Cunha convocó a una reunión a todos los empleados de la Universidad Autónoma del Caribe para anunciar su renuncia al cargo en la universidad, escuché, sin proponérmelo, una frase de la conversación que el profesor de verbo virulento (que yo había hecho que Ramsés Vargas lo nombrara de tiempo completo en el Departamento que dirijo) sostenía con el profesor europeo que Ramsés Vargas había hecho nombrar de tiempo completo en el mismo departamento. Ambos estaban en el pasillo que lleva a las oficinas de Humanidades y de espaldas a la escalera, por lo que no se dieron cuenta cuando yo me acerqué con rumbo a la oficina: “John Acosta debe irse de aquí, entiende eso: debe salir de aquí”, le insistía el docente de lenguaje fuerte a su par europeo. Apenas me vieron, se callaron. Yo seguí de largo, como si nada.

La avaricia y alevosía buscan sacarme de mi cargo en Uniautónoma (3 de 4)





Por John Acosta

Lo que más ha despertado la ira contra mí del ex vicepresidente del sindicato, y hoy líder de las mayorías en la Sala General, máximo órgano de gobierno de nuestra Universidad Autónoma del Caribe, es el artículo que publiqué en este blog el 19 de febrero de 2019, en donde revelé ante la opinión pública, mediante un infografía,  la composición actual de ese organismo: los estudiantes que apoyaron las protestas, y hasta los empleados de la universidad, comprobaron los rumores de que los ex directivos del sindicato estaban empotrados en el máximo órgano de gobierno de nuestra universidad. El artículo lo titulé: Señora Mineducación: ¿debe continuar la Sala General en Uniautónoma? Ahí fue Troya.

Mis críticas a la cooptación generan ira contra mí

Denuncié ante la opinión pública cómo el ex vicepresidente del sindicato, no solo quería ser dueño de la universidad sino que, además, pretendía dominar el sindicato a través de una plancha que organizó de aspirantes a la Junta Directiva en las elecciones internas del sindicato. “Desde que di las primeras declaraciones a los medios, en la mañana del glorioso 21 de febrero de 2018, fui claro en señalar a la Sala General de ser culpable de las dos debacles consecutivas sufridas por nuestra alma mater. Recuerdo que solicitaba al Ministerio de Educación que nos ayudara a buscar la forma de remplazar a todos los miembros de la corporación, no mediante negociaciones por debajo de la mesa, que es lo que trae la cooptación. Los incapaces, ante la falta de argumentos para llevar un debate de altura y ante la falta de evidencias que respalden sus acusaciones inventadas, recurrieron, desde un principio, a los memes; luego, con el tiempo, pasaron a los comunicados de cadáveres de sindicatos insepultos. Todavía ahora, cada vez que publico mi inconformidad por movimientos rastreros, como insistir en la cooptación para la Sala General, me llegan docentes y ejecutivos de la universidad a contarme las sandeces que dicen de mí algunos integrantes de la lista de marras, que aspira a la junta directiva del sindicato, y algunos exdirectivos sindicales hoy sentados en la Sala General”, escribí entonces.

La avaricia y alevosía quieren mi puesto en Uniautónoma (2 de 4)

La avaricia y alevosía, tras mi puesto en Uniautónoma (1 de 4)

Por John Acosta

Soy el único que aún conserva el cargo de las tres personas que más salimos a dar declaraciones a los medios masivos, en la mañana de ese inolvidable miércoles 21 de febrero de 2018 en que iniciamos las protestas masivas que terminaron con la salida de Ramsés Vargas Lamadrid de la rectoría de nuestra Universidad Autónoma del Caribe. Los otros dos voceros ya no son ni decano ni director de programa, pero el enorme costo para mantenerme de pie en mi puesto lo vivo pagando a diario, pues los duros golpes para tumbarnos empezaron a planearse esa misma mañana por quienes no tuvieron la capacidad de convocatoria para hacer lo que hicimos los directores de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas (a la que, entonces, pertenecía el Departamento de Humanidades), y apoyadas por los docentes y estudiantes de la Facultad. Nuestros compañeros nos habían encargado a mí, y a un grupo de docentes-periodistas, del relacionamiento con los medios, que, desde un principio, empezaron a darle cobertura al hecho a las masivas protestas. Precisamente, el hecho de aparecer tanto en la televisión local, como nacional, dando declaraciones sobre la situación que padecíamos en la universidad, fue generando cierta prevención en el entonces vicepresidente del sindicato hacia los tres directivos de las protestas que más salíamos en los medios de comunicación. Tanto así, que en plena protestas y en dos discursos que lanzó en la plazoleta de la Universidad, él reclamaba el hecho de que aprovecháramos la amistad con nuestros colegas periodistas para que nos dieran “pantalla” y hasta insinuó que nosotros buscábamos quedarnos con los altos cargos que irían dejando los cómplices de Ramsés Vargas: terminó siendo exactamente al revés.

La avaricia y alevosía, tras mi puesto en Uniautónoma (1 de 4)


Por John Acosta

El poema gaucho se llama Me echaron del puesto. Y lo declama el Indio Duarte, de las pampas argentinas. El comienzo es espectacular: el hijo irrumpe feliz a su casa, saluda a su mamá desde la entrada. “Venga, mi vieja, y le encajo un beso grandote en la trompa”, le dice. La madre lo para en seco: “quédese quieto: semejante hombrazo, con bigotes, y haciéndose el chico”. El hijo le insiste: “¡Es que vengo de alegre!”; entonces, la madre, intrigada por la evidente alegría del hijo, empieza a tratar de adivinar: “¿Ya ha encontrado novia?”, “¿Le hacen mayordomo?”, “¿Le aumentan el sueldo?” A todas, el entusiasta hombre le responde que no. Y, entonces, decide confesar el motivo de su felicidad: “¡Me echaron del puesto!” Desde la primaria, salía a declamar poesías, gustoso, en los actos del colegio, pero fue en el bachillerato donde tuve la gran revelación de encontrarme con la lírica popular argentina, especialmente la del Indio Duarte. Lejos estaba yo de suponer, siquiera, en esa época de mozalbete dichoso, que, a mis 54 años, iba a protagonizar mi propio caso, parecido al del campesino feliz que entró súbitamente a abrazar a su madre en su casa.