12 mar 2024

Valledupar tiene su "cartuchito" por el colegio Loperena

Por John Acosta

Gabriel Rodríguez creyó que esa era la última noche de su vida. Aún hoy, más de dos años después, está convencido que eran 19 vigilantes los que lo estaban moliendo a golpes, amparados por la oscuridad citadina. Entre la sangre que le bajaba por la frente, alcanzó a ver que le pusieron su mano zurda sobre el tronco y uno de sus verdugos alzó el machete con que se la cortaría; entonces, sucedió: la luz incandescente se coló entre las rendijas que dejaba el líquido espeso y escarlata y tomó fuerzas para sacar el brazo completo. La filosa arma blanca apenas lo rozó; aunque fue suficiente para causarle una profunda herida, agradeció a Dios que aún mantenía su palma completa. El ruido del motor y el ensordecedor pito le hizo caer en cuenta que el potente hilo luminoso no era divino sino el de un carro que pasaba por ahí; en todo caso, se lo atribuyó a una obra del Espíritu Santo.