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En la noche del brindis, egresados llevan ofrenda floral a la estatua del fundador, Mario Ceballos Araújo |
Por
John Acosta
Fotos: Aleidys Coll
Todos nos tomábamos fotos al
lado del pudín (torta, la llaman en el interior del país) que representaba las
figura del moderno edificio de posgrado: en grupo, individual. La cita había
llegado por el correo institucional: era una invitación para estar a las cinco
de la tarde en la plazoleta central de nuestra universidad. El motivo nos
llenaba de orgullo a cada uno de nosotros: se le brindaría una sentida serenata
a la Universidad Autónoma del Caribe, con motivo de los 47 años de existencia,
que cumpliría al día siguiente. No había ni uno solo de nosotros que no tuviera
razones poderosas para estar allí. La principal, que es la que nos une en este
proceso de formar líderes que contribuyan a la transformación de la querida
Colombia, es la causa que nos mueve a empujar para el mismo propósito: la
refundación del Alma Máter que llevamos clavada en las profundidades de
nuestras entrañas.