Por Antonio Donado Tolosa,
Phd.
Sí, mal como virus, bacteria
que entorpece el sano funcionamiento de nuestros órganos y, cuando el bicho se
hospeda en la cabeza, la enfermedad se esparce por todos los miembros. Si nos
preguntan qué nos pasa, vacilamos, y balbuceamos como respuesta “es algo raro”,
“nada me cae bien en el estómago”. ¿Pero has ido al médico? Nos preguntan con
pena los demás, y desviamos la mirada hacia un largo callejón por donde se
asoma la tristeza. Ay, niña, dicen las tías, si se ve fuerte la viuda, y hasta
buen partido es: pretendientes no le faltan.
Desde hace tiempo andamos como
el disfraz del descabezado, con la cabeza en una mano, en la otra el machete
chorreando sangre, y la perturbación del juicio nos impide distinguir entre ese
accidente, y la muerte de Joselito, el héroe verdadero del Carnaval que revive
cada año. Los más despiertos habrán ya descifrado que la cabeza cuya sangre
chorrea en nuestras manos es la del forajido de las bolsas negras. ¿Qué pasa,
que deambula todavía por la Sala General como cadáver insepulto?