Por Antonio Donado Tolosa,
Phd.
Sí, mal como virus, bacteria
que entorpece el sano funcionamiento de nuestros órganos y, cuando el bicho se
hospeda en la cabeza, la enfermedad se esparce por todos los miembros. Si nos
preguntan qué nos pasa, vacilamos, y balbuceamos como respuesta “es algo raro”,
“nada me cae bien en el estómago”. ¿Pero has ido al médico? Nos preguntan con
pena los demás, y desviamos la mirada hacia un largo callejón por donde se
asoma la tristeza. Ay, niña, dicen las tías, si se ve fuerte la viuda, y hasta
buen partido es: pretendientes no le faltan.
Desde hace tiempo andamos como
el disfraz del descabezado, con la cabeza en una mano, en la otra el machete
chorreando sangre, y la perturbación del juicio nos impide distinguir entre ese
accidente, y la muerte de Joselito, el héroe verdadero del Carnaval que revive
cada año. Los más despiertos habrán ya descifrado que la cabeza cuya sangre
chorrea en nuestras manos es la del forajido de las bolsas negras. ¿Qué pasa,
que deambula todavía por la Sala General como cadáver insepulto?
En mi modesto parecer, de
viejo con la memoria llena de los cuentos de mi pueblo, los males que sentimos
se deben a que nos movemos confundidos entre el cuerpo sano que de verdad somos
y el cuerpo ya putrefacto, del descabezado, que algunos se resisten a sepultar:
¿quiénes?
Sus cuatro o cinco herederos
que le sobreviven en la Sala General, la cabeza de este cuerpo que somos y que
nos duele porque nos sentimos Universidad Autónoma del Caribe. Nuestra
enfermedad está sobre-diagnosticada, es la COOPTACIÓN,
germen de todas nuestras descomposiciones. Necesitamos sangre nueva, actitudes
llenas de generosidad, ideas rebosantes de creatividad académica, estrategias
audaces y lúcidas para hacer latir ese corazón Uniautónoma.
La cooptación es esa enfermedad de la
resignación de vernos morir de viejos, cuando en la Autónoma estamos compuestos
de hombres y mujeres vigorosos, plenos de ideas innovadoras, y con la
resistencia para superar los obstáculos más exigentes. La cooptación nos
inocula el narcisismo de creer que solo la muerte nos puede reemplazar o la
voluntad moribunda de nuestro dedo elector para dejar a un heredero en el
cargo.
Los que han visitado a los
enfermos, en la sala general, nos traen las buenas noticias de que algunos dan
muestras de franca recuperación, y que renuncian a la herencia de la
cooptación. Son los más jóvenes: Francisco Gómez, mi amigo Pacho; Gustavo Rodríguez
y el abogado Víctor Armenta.
Siendo sinceros, soy muy
pesimista sobre la recuperación del doctor Álvaro Cervantes, Freddy Álvarez, compañero
de SINTRAUAC, y Arnulfo Rico, personaje
que desde la gerencia del Fondo de Empleados fue muy de los afectos de la
señora que vino del sur. Para qué mencionar a María Cristina Vargas, quien
carga en sus orgullosos hombros las credenciales de su nefasto primo, el
forajido de las bolsas negras. Los cuatro se infectaron de la enfermedad con el
frenesí de los drogadictos que se entregan inconscientes al vicio, y pierden
toda precaución frente a los riesgos de contagio por el uso de agujas
envenenadas con enfermedades de transmisión sexual.
Afortunadamente, las fuerzas
vivas de UNIAUTÖNOMA están vacunadas contra la enfermedad de la COOPTACIÓN. Sus líderes estudiantiles
son conscientes de que se necesitan estatutos que broten de la nobleza
espiritual para ver a la universidad como un patrimonio científico y cultural
al servicio de la formación del liderazgo que la Costa Caribe colombiana
necesita. La mayoría de sus docentes, agrupados en ASOPROFESUAC, SINTRAUAC, han
aceptado el reto de proteger su universidad de los apetitos mezquinos de grupos
internos pro-cooptación, y de los politicastros de la región que sueñan en
convertirla en su botín electoral, conscientes, los docentes, de que ese es el
camino para legitimar la autonomía universitaria, en cuanto mecanismo para
pensar y hacer ciencia, arte, tecnología, artes y deportes desde nuestro
honroso claustro académico. La fuerza viva de trabajadores y empleados que han
demostrado con su empeño y resiliencia en las etapas críticas, que son
confiables y aptos para construir y mantener mejores espacios y equipos,
procedimientos y estrategias al servicio del saber, la ética y el bienestar de
todos y sus familias.
En nombre de esas fuerzas
vivas, el pasado miércoles 20 se entregaron a la Secretaría de la Sala General
una propuesta de estatutos, que con valentía y seriedad expresan la voluntad de
los distintos estamentos de la universidad para diseñar una nueva universidad
sobre los fundamentos de la participación democrática de sus mejores hombres y
mujeres, y hacer realidad los fines misionales de una universidad que necesita actualizar sus competencias como
formadora de profesionales de cara al siglo XXI.
Quienes participamos en la
creación, análisis y escritura de esos estatutos somos conscientes de que los
más recalcitrantes de la Sala General se atravesarán como vacas muertas en este
camino. No nos equivocamos. Los cuatro enfermos irrecuperables del virus de la
Cooptación, al día siguiente, esgrimieron la magullada espada de su poder en
declive y en una desmirriada votación sintieron correr entre sus piernas el
calorcito que se siente cuando uno cree que se está cagando en la suerte de
quienes cree sus enemigos, y es tan obtuso para no darse cuenta de que el
enemigo es uno mismo. Así, sin remordimientos y ahítos de grandes sueños
abandonaron la desmirriada sala, ordenando a la secretaria que enviara al
Ministerio los Estatutos de ellos, los de la Ignominia. Sonrientes, con la
sonrisa del Zorro que se siente seguro de que violará a Caperucita, porque ha
echado a correr por los caminos de la comarca la especie de que los Estatutos
anti-cooptación son una bochornosa copia de los estatutos de la Universidad del
Atlántico, una institución estatal.
No les importó que con ello
estuvieran demostrando que no se habían leído los estatutos que les allegamos,
y que de paso desconocen los de la Universidad del Atlántico. En esa
universidad no se aplica la regla de la cooptación para conformar su órgano
superior de gobierno.
La columna vertebral de
nuestra propuesta consiste en concebir un Consejo Superior para nuestra
Universidad que une la representación abierta y calificada de cada estamento,
es lo que en el derecho administrativo se denomina democracia corporativa:
todos pueden votar, pero no todos pueden ser nominados, salvo que se cumplan
las calificaciones profesionales y éticas para serlo. Con esta fórmula se
eligen 4 representantes de la comunidad docente; dos del estamento de los
trabajadores y empleados; un representante elegido por los directivos
académicos; uno por los egresados, y uno por los estudiantes. Se valora la
interrelación con el sector empresarial de la región, al que se destinan dos
puestos, uno de ellos para un representante del sector financiero. Se reconoce la
importancia de mantener canales de comunicación actualizada con el mundo de la
investigación, e incluimos a un representante del sector científico. Lo anterior demuestra que son estatutos para construir
una sólida unidad interna, y con la apertura necesaria para interactuar con los
sectores pertinentes de nuestro entorno. Al mismo tiempo, somos conscientes de
que necesitamos la cercanía supervisora del Ministerio de Educación, estimando
que todavía tenemos un trayecto que recorrer antes de recuperar la plenitud de
nuestra autonomía universitaria. Por ello, consideramos necesario que en
nuestro Consejo Superior esté presente un representante de esa instancia del
Estado, con voz, pero sin voto.
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