26 mar 2019

Cooptación en Uniautónoma: la liviandad del juicio es nuestro mal

Por Antonio Donado Tolosa, Phd.

Sí, mal como virus, bacteria que entorpece el sano funcionamiento de nuestros órganos y, cuando el bicho se hospeda en la cabeza, la enfermedad se esparce por todos los miembros. Si nos preguntan qué nos pasa, vacilamos, y balbuceamos como respuesta “es algo raro”, “nada me cae bien en el estómago”. ¿Pero has ido al médico? Nos preguntan con pena los demás, y desviamos la mirada hacia un largo callejón por donde se asoma la tristeza. Ay, niña, dicen las tías, si se ve fuerte la viuda, y hasta buen partido es: pretendientes no le faltan.

Desde hace tiempo andamos como el disfraz del descabezado, con la cabeza en una mano, en la otra el machete chorreando sangre, y la perturbación del juicio nos impide distinguir entre ese accidente, y la muerte de Joselito, el héroe verdadero del Carnaval que revive cada año. Los más despiertos habrán ya descifrado que la cabeza cuya sangre chorrea en nuestras manos es la del forajido de las bolsas negras. ¿Qué pasa, que deambula todavía por la Sala General como cadáver insepulto?

En mi modesto parecer, de viejo con la memoria llena de los cuentos de mi pueblo, los males que sentimos se deben a que nos movemos confundidos entre el cuerpo sano que de verdad somos y el cuerpo ya putrefacto, del descabezado, que algunos se resisten a sepultar: ¿quiénes?

Sus cuatro o cinco herederos que le sobreviven en la Sala General, la cabeza de este cuerpo que somos y que nos duele porque nos sentimos Universidad Autónoma del Caribe. Nuestra enfermedad está sobre-diagnosticada, es la COOPTACIÓN, germen de todas nuestras descomposiciones. Necesitamos sangre nueva, actitudes llenas de generosidad, ideas rebosantes de creatividad académica, estrategias audaces y lúcidas para hacer latir ese corazón Uniautónoma.

 La cooptación es esa enfermedad de la resignación de vernos morir de viejos, cuando en la Autónoma estamos compuestos de hombres y mujeres vigorosos, plenos de ideas innovadoras, y con la resistencia para superar los obstáculos más exigentes. La cooptación nos inocula el narcisismo de creer que solo la muerte nos puede reemplazar o la voluntad moribunda de nuestro dedo elector para dejar a un heredero en el cargo.

Los que han visitado a los enfermos, en la sala general, nos traen las buenas noticias de que algunos dan muestras de franca recuperación, y que renuncian a la herencia de la cooptación. Son los más jóvenes: Francisco Gómez, mi amigo Pacho; Gustavo Rodríguez y el abogado Víctor Armenta.

Siendo sinceros, soy muy pesimista sobre la recuperación del doctor Álvaro Cervantes, Freddy Álvarez, compañero de SINTRAUAC,  y Arnulfo Rico, personaje que desde la gerencia del Fondo de Empleados fue muy de los afectos de la señora que vino del sur. Para qué mencionar a María Cristina Vargas, quien carga en sus orgullosos hombros las credenciales de su nefasto primo, el forajido de las bolsas negras. Los cuatro se infectaron de la enfermedad con el frenesí de los drogadictos que se entregan inconscientes al vicio, y pierden toda precaución frente a los riesgos de contagio por el uso de agujas envenenadas con enfermedades de transmisión sexual.

Afortunadamente, las fuerzas vivas de UNIAUTÖNOMA están vacunadas contra la enfermedad de la COOPTACIÓN. Sus líderes estudiantiles son conscientes de que se necesitan estatutos que broten de la nobleza espiritual para ver a la universidad como un patrimonio científico y cultural al servicio de la formación del liderazgo que la Costa Caribe colombiana necesita. La mayoría de sus docentes, agrupados en ASOPROFESUAC, SINTRAUAC, han aceptado el reto de proteger su universidad de los apetitos mezquinos de grupos internos pro-cooptación, y de los politicastros de la región que sueñan en convertirla en su botín electoral, conscientes, los docentes, de que ese es el camino para legitimar la autonomía universitaria, en cuanto mecanismo para pensar y hacer ciencia, arte, tecnología, artes y deportes desde nuestro honroso claustro académico. La fuerza viva de trabajadores y empleados que han demostrado con su empeño y resiliencia en las etapas críticas, que son confiables y aptos para construir y mantener mejores espacios y equipos, procedimientos y estrategias al servicio del saber, la ética y el bienestar de todos y sus familias.

En nombre de esas fuerzas vivas, el pasado miércoles 20 se entregaron a la Secretaría de la Sala General una propuesta de estatutos, que con valentía y seriedad expresan la voluntad de los distintos estamentos de la universidad para diseñar una nueva universidad sobre los fundamentos de la participación democrática de sus mejores hombres y mujeres, y hacer realidad los fines misionales de una universidad que  necesita actualizar sus competencias como formadora de profesionales de cara al siglo XXI.

Quienes participamos en la creación, análisis y escritura de esos estatutos somos conscientes de que los más recalcitrantes de la Sala General se atravesarán como vacas muertas en este camino. No nos equivocamos. Los cuatro enfermos irrecuperables del virus de la Cooptación, al día siguiente, esgrimieron la magullada espada de su poder en declive y en una desmirriada votación sintieron correr entre sus piernas el calorcito que se siente cuando uno cree que se está cagando en la suerte de quienes cree sus enemigos, y es tan obtuso para no darse cuenta de que el enemigo es uno mismo. Así, sin remordimientos y ahítos de grandes sueños abandonaron la desmirriada sala, ordenando a la secretaria que enviara al Ministerio los Estatutos de ellos, los de la Ignominia. Sonrientes, con la sonrisa del Zorro que se siente seguro de que violará a Caperucita, porque ha echado a correr por los caminos de la comarca la especie de que los Estatutos anti-cooptación son una bochornosa copia de los estatutos de la Universidad del Atlántico, una institución estatal.

No les importó que con ello estuvieran demostrando que no se habían leído los estatutos que les allegamos, y que de paso desconocen los de la Universidad del Atlántico. En esa universidad no se aplica la regla de la cooptación para conformar su órgano superior de gobierno.

La columna vertebral de nuestra propuesta consiste en concebir un Consejo Superior para nuestra Universidad que une la representación abierta y calificada de cada estamento, es lo que en el derecho administrativo se denomina democracia corporativa: todos pueden votar, pero no todos pueden ser nominados, salvo que se cumplan las calificaciones profesionales y éticas para serlo. Con esta fórmula se eligen 4 representantes de la comunidad docente; dos del estamento de los trabajadores y empleados; un representante elegido por los directivos académicos; uno por los egresados, y uno por los estudiantes. Se valora la interrelación con el sector empresarial de la región, al que se destinan dos puestos, uno de ellos para un representante del sector financiero. Se reconoce la importancia de mantener canales de comunicación actualizada con el mundo de la investigación, e incluimos a un representante del sector científico.  Lo anterior demuestra que son estatutos para construir una sólida unidad interna, y con la apertura necesaria para interactuar con los sectores pertinentes de nuestro entorno. Al mismo tiempo, somos conscientes de que necesitamos la cercanía supervisora del Ministerio de Educación, estimando que todavía tenemos un trayecto que recorrer antes de recuperar la plenitud de nuestra autonomía universitaria. Por ello, consideramos necesario que en nuestro Consejo Superior esté presente un representante de esa instancia del Estado, con voz, pero sin voto.

Por último, aunque no menos importante, existe entre nosotros la firmeza para no permitir que la liviandad de juicio que exhiben los cuatro miembros pro-cooptación de la actual Sala General dé al traste con la razón noble de abrir las avenidas para que nuestra universidad avance hacia la cúspide de su deber- ser.

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