La gente del común no es tan
apática al quehacer político, como aparenta (y como sus dirigentes desearían
para poder dominarla a su antojo). El pueblo suele darse cuenta de las
jugarretas de los líderes, más de lo que estos desearían. La evidencia es
palpable, máxime cuando las estratagemas usadas por ellos se convierten en un
enorme elefante que se pavonea por la sala del país nacional. El caso más
aberrante, por lo descarado e indiscutible, es el maridaje entre la Corte Suprema
de Justicia y los antiuribistas para tratar de destruir, con el desprestigio, a
sus odiados oponentes. La muestra más
palpable de esta abominable relación es el caso Andrés Felipe Arias - Juan
Manuel Santos: ambos fueron ministros del expresidente Álvaro Uribe Vélez,
ambos fueron cuestionados por hechos detestables ocurridos en sus respectivos
ministerios, mientras ellos los encabezaban; sin embargo, uno está en la cárcel
y otro fue reelegido presidente de la República, a pesar de que las vicisitudes
del segundo pueden considerarse peores que las del primero, pues hubo muchos
muertos inocentes de por medio. Así es: el escándalo de corrupción de Agro
Ingreso Seguro (en el Ministerio de Arias, donde ricos terratenientes
parcelaron sus haciendas para obtener generosos aportes económicos del estado)
no fue peor que los tristemente célebres falsos positivos (en el Ministerio de
Santos, donde unidades descarriadas de las Fuerzas Militares asesinaban a jóvenes
inocentes para hacerlos pasar por guerrilleros muertos en combate).