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| Tin Daza |
Por John Acosta
Ya en la terraza del frente de la casa, el operario de Emdupar que hizo la revisión del medidor de agua, le preguntó el nombre completo. “José Agustín Daza Díaz”, le respondió el profe, sentado en la silla donde atendía al periodista. Cuando lo llamaron en la mañana del Semanario La Calle para la entrevista, Daza Díaz dijo que vinieran, pero advirtió que estaba esperando al personal de la empresa pública de Valledupar. El operario llegó en mitad de la conversación y el profe interrumpió el diálogo en la terraza para atenderlo. Al abrir el medidor, el empleado público comparó con las cifras que llevaba en su libreta: “aumentó de 13 a 23 metros cúbicos el consumo de agua. Por eso, llamamos porque creíamos que era una fuga”, le dijo al profe. “Es que llegó la nuera con dos nietos y uno tiene que bañarse. Imagínense, con estos calores”, justificó el profesor José Agustín Daza. Una vez terminado el chequeo, regresaron a la terraza, que fue cuando el operario le solicitó el nombre. Cuando escuchó a su esposo responder, Inírida Lucila Fontalvo de Daza se asomó a la ventana y le aclaró al trabajador de Emdupar. “Tin Daza”, dijo. “Ahhh, el famoso Tin Daza. Ahora sí”, dijo feliz el operario.
¿Por qué Tin y no José Agustín?
El sacerdote barranquillero José Agustín Mackenzie Useche, famoso en Valledupar y sus alrededores, fue quien bautizó al entonces bebé en Patillal, donde nació el que sería profesor el 27 de agosto de 1946. Y el religioso quiso ponerle su nombre. “Ay, padre, y cómo le voy a llamar si yo tengo ya un José en la casa”, le suplicó Petronila Díaz Maestre al siervo de Dios. “No importa, llámelo Tin”, le dijo el sacerdote a la madre del niño. Y así se quedó para siempre.