Desde que en mi pubertad empecé a escribir, nunca titulaba mis textos al principio: me decía que no podía estar sometido a la dictadura del nombre y lo rotulaba después de que volcaba sobre la hoja en blanco todo mi sentimiento razonado. Sólo hasta hoy, casi medio siglo después es que lo hago; nunca como antes había estado tan seguro de lo que voy a escribir, Y lo primero que hice fue ponerle el título por primera vez en mis 60 años de existencia. La razón es sencilla: la izquierda de este país nunca le perdonará a Álvaro Uribe Vélez el que haya tenido el coraje de enfrentar tan duro a la otrora poderosa y envalentonada Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y les haya dado tan duro que las obligó a desmovilizarse mediante un proceso de paz.
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Y los colombianos que padecimos los horrores de esta irracional guerrilla (entregada por completo a los designios del irracional guerrerista Mono Jojoy, su flamante jefe militar), que veíamos cómo nuestro país se había convertido en un paria internacional porque el mundo nos veía como el país fallido que sucumbió ante la arremetida de un grupo armado ilegal que había basado su crecimiento y poderío en el, hasta entonces, creciente negocio del narcotráfico. Y con el poder de sus caletas sembradas con sacos de dólares permearon todas las esferas de la sociedad colombiana con la premisa de que el que no aceptara sus generosos sobornos caía impactado por los proyectiles de sus sostificadas armas.
Y surgieron los paramilitares: ¿cuál era peor?
Junto al avance en el terreno militar, las Farc montaron un eficaz aparato de propaganda ayudadas por los amplificadores de siempre: la máquina de la izquierda colombiana, aceitada por los dólares de los sacos enterrados. El resultado fue unas Fuerzas Armadas legítimas desmoralizadas reculando ante el avance del cada vez más desafiante Mono Jojoy; entonces, en la ruralidad, los ganaderos, agricultores, tenderos, campesinos estaban a merced de una guerrilla sanguinaria; y en la urbe, empresarios, comerciantes, profesionales independientes tampoco encontraban dónde refugiarse de los poderosos tentáculos que los asfixiaba mediante la extorsión y el boleteo.
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Entonces, ante el pueblo indefenso, con unos militares legítimos inermes, surge otra máquina ilegal de guerra (los paramilitares) que enfrentó a las Farc con los mismos métodos desgarradores con que esta atroz guerrilla sometía al pueblo colombiano. Y la gente quedó en la mitad de la crueldad de dos bandos brutales, ante un estado indefenso y vencido. El mundo tenía razón: Colombia era un estado fallido.
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Aparece el hombre capaz de enfrentar el horror guerrillero y paramilitar
En medio de ese desolador panorama, Colombia eligió presidente, por primera vez en primera vuelta, a Álvaro Uribe Vélez, con el 53% de la votación: ganó en 20 de los 33 departamentos de Colombia. Fue un triunfo arrollador, pues el segundo lugar, Horacio Serpa Uribe, obtuvo el 31.8% de los votos; es decir, Álvaro Uribe le sacó más del 20% a su más inmediato contrincante. E hizo en la Presidencia lo que prometió en campaña: combatir el terrorismo en todas sus manifestaciones: guerrilla ultraizquierdista y paramilitarismo ultraderechista.
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Los ‘falsos positivos’
Recuperó la moral de las Fuerzas Armadas legítimas con incentivos, que algunos de sus miembros desvirtuaron para tratar de obtener los beneficios: asesinaron a inocentes civiles para hacerlos pasar por guerrilleros o paramilitares caídos en combate, lo que se ha conocido como los ‘falsos positivos’. Esta deshonrosa, cobarde y brutal acción de miembros aislados de las Fuerzas Armadas fue utilizada, después, por la izquierda radical para atacar a Álvaro Uribe.
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El amor de Colombia por Uribe y el odio de la izquierda
El éxito de Álvaro Uribe para diezmar a las Farc hasta obligarla a desmovilizarse y la desmovilización que logró de los paramilitares le mereció el amor de la mayoría del pueblo colombiano y el odio acérrimo de la izquierda. Con el amor, los colombianos lo re eligieron presidente, le eligieron a Juan Manuel Santos, lo hicieron triunfador con el plebiscito de la paz de Santos y le eligieron a Iván Duque Márquez. Con el odio, la izquierda montó una exitosa propaganda para desprestigiar los logros de Uribe Vélez.
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La sucia estrategia de la izquierda radical
Con una versión acomodada de la historia, que obedecía a los intereses de la izquierda radical, comenzaron a adoctrinar a los niños y jóvenes en los colegios y universidades, valiéndose de profesores sindicalizados. Pusieron a Uribe Vélez en particular, y al uribismo en general como lo peor que le había pasado al país. Todo el que permanecía fiel a Uribe era atacado y perseguido y el que lo traicionara era ungido como bueno: el caso más emblemático es el del ex ministro de Agricultura del gobierno de Uribe Vélez, Andrés Felipe Arias, y el de su ex ministro de Defensa en la mayor parte del período donde se cometieron los ‘falso positivos’, Juan Manuel Santos: el primero fue condenado y el segundo, elegido presidente de la República en dos periodos consecutivos.
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Y lograron que una jueza izquierdista lo condenara
La persecución de la izquierda radical contra Álvaro Uribe para vengarse por lo que le hizo a las Farc, tuvo un importante logro reciente: “tras casi 12 horas de audiencia este lunes 28 de julio, la jueza 44 penal del Circuito de Bogotá, Sandra Liliana Heredia, leyó el sentido del fallo contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez y lo declaró culpable en primera instancia en dos de los tres delitos que le habían imputado”, informó el diario bogotano El Tiempo.
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El uribismo fortalecido
Toda la historia acomodada que se inventó la izquierda radical para desprestigiar a Álvaro Uribe y obtener el poder la ha desmoronado Gustavo Petro Urrego con su desgobierno. Tanto ha sido así que hasta los índices de popularidad del ex presidente Uribe han vuelto a remontarse. De manera que la decisión de la jueza Sandra Heredia lo que ha logrado es solidaridad con el condenado porque la mayoría cataloga el proceso como un juicio político para vengarse de quien tuvo el coraje de atacar a las Farc.