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Éver Contreras motila a César Jaraba |
Por
John Acosta
César Tulio Jaraba Yepes
aprendió a sortear con éxito mi mamadera de gallo sobre cualquier aspecto de su
vida. Apenas me bajé del carro frente a su casa, le empecé a tomarle el pelo
por su cabeza peluda. Él había llegado hacía dos días de Bucaramanga, una de
las más importantes ciudades del país, y yo venía de Barranquilla, la tercera capital
más significativa de Colombia. Ambos arribamos a El Difícil a pasar Semana
Santa en este retirado municipio del departamento del Magdalena. Y en las dos
noches siguientes, en las que nos batíamos a duelo en unas encarnizadas
jornadas de dominó, mi tema de relax era montársela a César Tulio por su
cabellera abundante. “Esa es mucha motilada que se va a pegar el viejo César
mañana donde Éver”, le repetía una y otra vez. Y él se defendía con el arma que
me dejaba sin argumentos: “Es que me metí a hippie, llave”, me respondía. “No
voy a donde Éver sino hasta diciembre del año entrante”, remataba, mientras
tiraba en la mesa la ficha correspondiente. No obstante, los dos sabíamos que
no podíamos pasar esta oportunidad de ir a donde el peluquero que, sin darse
cuenta, hacía que dejáramos de ir a cortarnos el cabello en los cómodos salones
de belleza de nuestras ciudades de procedencia, esperando el mes que faltaba
para regresar a El Difícil e ir a ponerles nuestras cabezas greñudas al hombre
que, en pocos minutos, nos dejaba como nuevos.