Por Alba Luz Paéz Albor
Desde las 9:00 a.m. del 27 de marzo
todos se preparan. Alistan la sala en el último piso de la Biblioteca Benjamín
Sarta, allá donde la luz es más blanca. Revisan equipos, prueban sonido, video.
Sin nadie presente más que las encargadas de los libros y los técnicos de
electrónica, dejan todo en orden para recibir a los estudiantes sedientos de
conocimiento. Y claro, de café. El aroma a café impregna la sala. Arropa con su
sabor colombiano el lugar, invitando a pensar.
Uno a uno van llegando los estudiantes.
Se ubican en las sillas con natural bullicio, analizando el lugar. La
expectativa ahoga el ambiente, que lentamente va cayendo en silencio a medida
que se llenan todos los asientos.