Por Alba Luz Paéz Albor
Desde las 9:00 a.m. del 27 de marzo
todos se preparan. Alistan la sala en el último piso de la Biblioteca Benjamín
Sarta, allá donde la luz es más blanca. Revisan equipos, prueban sonido, video.
Sin nadie presente más que las encargadas de los libros y los técnicos de
electrónica, dejan todo en orden para recibir a los estudiantes sedientos de
conocimiento. Y claro, de café. El aroma a café impregna la sala. Arropa con su
sabor colombiano el lugar, invitando a pensar.
Uno a uno van llegando los estudiantes.
Se ubican en las sillas con natural bullicio, analizando el lugar. La
expectativa ahoga el ambiente, que lentamente va cayendo en silencio a medida
que se llenan todos los asientos.
Puntual y con paso seguro sube las
escaleras el panelista encargado. Tras gafas pequeñas, sus ojos llenos de
conocimiento y su rostro marcado por la experiencia sonríen con calma. Toma su
lugar al frente de todos, en el centro. Su única compañía en la gran mesa son
equipos para proyectar su material. A pesar de eso, la escena no comunica
soledad. Por el contrario, la seguridad que proyecta se infunde en los estudiantes
con rapidez. Las miradas de expectativa reposan sobre él, o quizás sobre la
frase a sus espaldas. De igual manera, con firmeza confía silenciosamente en su
premisa, su tesis, su pasión: “hacer teoría a partir del pensamiento
complejo”.
Su nombre es José Rojas Chadid, docente
investigador de la Universidad Autónoma del Caribe. Es economista, magister en
proyectos de desarrollo social, doctor en ciencias económicas y administrativas
y, además, estudiante de derecho. A pesar de tan extenso perfil, su hablar es
amable, coloquial. Es también hogareño: comienza con una pequeña introducción
sobre la universidad. A pesar de trabajar con otras entidades, se le nota en el
hablar el cariño por su alma mater, cuando se refiere al fundador de la
universidad, cuando habla de sus comienzos, de los cimientos de lo que aún
sigue siendo su hogar.
Continúa con su tema principal: la
complejidad. ¿Qué es realmente la complejidad? Desde su origen etimológico,
José Rojas explica que se trata de un tejido en conjunto. Recopila conocimientos separados que
forman un todo, pero que necesitan de una contextualización individual para el
correcto entendimiento tanto del conocimiento en sí como del conjunto. Reunir, contextualizar, y globalizar.
Pero, ¿qué busca lograr a través del
entendimiento de la complejidad? El doctor y economista explica que nuestra
forma de ver el mundo afecta la manera en la cual afrontamos los problemas.
Da el ejemplo de que la mayoría de las
personas piensan que somos ‒como país‒ dependientes de otros más desarrollados.
Sin embargo, ellos a su vez dependen de nosotros en cierta medida. Al utilizar
el lente del pensamiento complejo podemos visualizar realidades individuales como
ésta en el mundo, y así, crear soluciones: devolver la interdependencia a los
países. Recuperar esa igualdad de necesidades que realmente tenemos y
divulgarlas. A su vez, nuestra dignidad como país crecería; junto con ella,
nuestro sentido de pertenencia.
Es como ver las partes de un efecto
mariposa. Desde el aleteo de las alas de una
mariposa, todo lo que implica, hasta el tsunami que puede provocar.
Lo interesante viene cuando hablamos de
manipular los efectos a través de las interconexiones en la complejidad.
Trabajar desde las partes independientes de un problema compuesto para
multiplicar o reducir las consecuencias que pueda causar. Es así como presenta
su gran objetivo: cambiar la mentalidad de los estudiantes, de los jóvenes,
para que den uso al pensamiento complejo en pro de un actuar más positivo. “Todo está interconectado”, dice José
Rojas, “por lo que desde nuestras
acciones cotidianas afectamos la realidad”.
Sin embargo,
alrededor de tal meta gira una creciente preocupación: cada vez las personas
ven más difícil el encontrar soluciones. Para taclear esta situación recurre a
una teoría: la teoría del caos determinista. Puede que algo nos parezca estar
en desorden, pero no es así. Existe un orden que desconocemos dentro del caos.
En este orden de ideas, solamente es necesario conocer los elementos que
componen una situación o problema para así trazar un camino lógico dentro de
él. Entonces, hasta en el más caótico de los escenarios existe un orden y,
por consiguiente, una salida. Podemos resolver cualquier tipo de problema
mediante la profundización de su caso. Revisarlo en su totalidad, su
complejidad.
El tiempo se agota, se aproxima el cierre. El doctor en ciencias económicas
y administrativas enlaza los temas con un término nuevo: autoorganización. Un
orden establecido, producto de unas fuerzas invisibles a nosotros. Tal es el
caso del sistema de Colombia, comenta. Reconocemos nuestras jerarquías: las
aprendemos, las estudiamos, pero creemos que no tenemos poder sobre ellas. Así,
dejamos el orden del poder en manos de muy pocos, que a su vez lo limitan a un
círculo que se hace cada vez menor. Nuestro país se organiza por sí mismo.
Una mirada con visión compleja nos mostraría, en cambio, la amplia gama
de métodos de participación gracias a los cuáles somos, como sociedad, más
poderosos que nuestros dirigentes. Mecanismos que tristemente la gente ni
siquiera conoce.
Para concluir, José Rojas resalta la importancia fundamental de la
diversidad para la supervivencia. Crea una analogía entre la supervivencia
personal y la supervivencia en sociedad: es necesario que exista, dentro del
sistema, una extensa diferenciación entre sus personas, tal como al ser
conocedores de una amplia diversidad de temas podemos llegar más lejos.
Llega el final de la charla, más no el del café filosófico. Por
primera vez, un panelista invitado tiene una actividad para los estudiantes.
Un encuentro propositivo en grupos de a tres, en el cual leen un artículo
escrito por el doctor José Rojas y escriben en una hoja sus sugerencias y/o
aportes. Con la señal de inicio que da el profesor John Acosta comienza la
algarabía. Todos los presentes leen, hablan y discuten.
De repente, se siente cómo en el auditorio hay más de 80 estudiantes. La
sala se siente viva.
Uno a uno los alumnos entregan sus hojas, pensando que el evento
concluirá con la dinámica. El panelista se levanta de su sitio y les recuerda
un pequeño detalle: se realizará una rifa de tres libros de su autoría. Dos
ejemplares de su reciente libro producto de una tesis: Auditoría de gestión empresarial /AGE;
[AL2] y una copia de un
homenaje al fundador de la Universidad Autónoma del Caribe: Mario Domingo
Ceballos Araújo, vida y obra (1928 – 2003).
Se reparten papeles con números del 1 al 80 entre el público, y con la
ayuda los docentes como Mauricio Pareja, Vanessa Ramos y Élmer Olivo se escoge al azar un
número. Las dos primeras copias del mismo libro llegan a las manos de dos
jóvenes: María Belén Silveira y Dayana Villalobos. El último libro le
corresponde a un energético muchacho de nombre Ángel Linero que, al oír su
número, dejó escapar un grito de emoción: “¡Aquí!”.
Cuando fueron entregados todos los premios, un cómodo silencio se
apodera de la habitación. Solamente restan las palabras de agradecimiento de
José Rojas Chadid, y una cordial pero calurosa despedida por parte del director
del Departamento de Humanidades, organizador del evento: John Acosta.
Tras un
colectivo ‘gracias’, y ‘adiós’, el café filosófico del mes de marzo de 2019
llega a su fin.
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