Por John Acosta
La izquierda nunca pudo perdonarle a Álvaro Uribe Vélez el que él le haya dado tan duro a las Farc, que se vieron obligadas a negociar la paz y a desmovilizarse; sobre todo, porque esta guerrilla, con el dinero del narcotráfico, de la extorsión y el secuestro, se había vuelto una poderosa fuerza de insurgencia: ya había escalado de la guerra de guerrilla (en donde pequeños y móviles grupos de combatientes atacan de forma imprecisa y a escondidas al Ejército, sin confrontarlo directamente, para debilitarlo en una guerra de desgaste) a la guerra de posiciones, con capacidad de movilizar grandes tropas para un ataque sostenido con el enemigo; es decir, las Farc estaban ganando la guerra al estado colombiano. Hasta que Álvaro Uribe Vélez asumió la Presidencia de la República.
Encontró a unas Fuerzas Armadas desmoralizadas, sin ánimo de lucha, sin muchos recursos, a pesar del esfuerzo que había realizado el gobierno anterior (el de Andrés Pastrana Arango) en profesionalizar al Ejército y modernizar la capacidad bélica. Las Farc ya tenían rodeadas a las principales ciudades del país, incluyendo a Bogotá, la capital. La Policía Nacional había tenido que retirarse de la mayoría de las cabeceras municipales del país por el temor a los ataques y tomas de las Farc, dejando a los pobladores a merced de la guerrilla: el estado había cedido terreno suficiente como para que el Mono Jojoy (jefe militar de esa guerrilla) sacara pecho ante las cámaras de los noticieros, que miraba impotente el pueblo colombiano. Y, entonces, llegó Álvaro Uribe Vélez a la Presidencia de Colombia.
Encontró a un país considerado
por el mundo entero como un estado fallido. Sus habitantes estaban confinados
en sus casas y en sus pueblos y ciudades porque las Farc eran más letales de lo
que hoy es el Covid. Las carreteras nacionales se habían vueltos kilómetros
solitarios de asfalto por donde nadie quería transitar debido al temor a ser
secuestrados por las Farc. Las pescas milagrosas se volvieron tristemente célebres
por la cantidad de secuestrados que caían inermes en los retenes ilegales que
las Farc montaban para verificar en un computador si los impávidos transeúntes
tenían cómo pagar un rescate; a veces, los noticieros transmitían en vivo estas
horribles hazañas, como la noche en que entrevistaron en directo a Romaña
durante una pesca milagrosa que él puso cerca a Bogotá. Entonces, los
colombianos, mamados de la prepotencia de esa guerrilla, eligieron presidente a
Álvaro Uribe Vélez.
Y nombró en el Ministerio de Defensa a la primera mujer en ocupar ese cargo en Colombia: Martha Lucía Ramírez. Ella puso en marcha una estrategia para recuperar a las carreteras colombianas para el libre tránsito de los colombianos: “Vive Colombia, viaja por ella”, en donde caravanas de buses y vehículos particulares, custodiados por el Ejército colombiano, rescataban el placer de circular por el país. El Plan Patriota, coordinado por las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, recuperó zonas urbanas y vías de comunicación: las otroras poderosas Farc comenzaron a retroceder. Y hubo que implementar la segunda parte, denominada Plan Consolidación, para ir a buscar a los líderes a sus madrigueras y desarticular las estructuras de esta guerrilla en las zonas rurales.
Así fueron cayendo, en plena
selva, los centros de acopios y distribución de víveres, municiones y armamentos
y principales corredores de las Farc. Antes de este proceso, el más alto líder
de las Farc que había sido capturado había sido un simple comandante de frente:
Yezid Arteta, en julio de 1996. Y en enero de 2004 fue capturado, por primera vez,
un miembro del, hasta entonces, intocable Secretariado Nacional: Simón Trinidad
cayó en Ecuador. El 1 de marzo de 2008 murió en una operación militar
colombiana en Ecuador el segundo hombre de las Farc: Raúl Reyes, también
miembro del Secretariado. A los dos días, murió otro integrante del Secretariado:
Iván Ríos, asesinado por uno de sus hombres para cobrar la recompensa por la muerte
de Ríos.
La inteligencia conjunta de la Policía y de las Fuerzas Armadas, durante los dos gobiernos
consecutivos de Álvaro Uribe Vélez, habían trabajado duro para dar con el paradero del Mono Jojoy y de Alfonso Cano, quien había asumido el mando de las Farc, tras la muerte de su líder y fundador, Manuel Marulanda, Tirofijo, confirmada el 25 de mayo de 2008. Dicen que el profundo dolor por la muerte de Raúl Reyes aceleró el deceso de Tirofijo. El Mono Jojoy, el líder más popular entre la tropa guerrillera, fue abatido el 22 de septiembre de 2010. Y Alfonso Cano fue dado de baja el 4 de noviembre de 2011 durante una operación militar.En el campamento donde murió
Raúl Reyes, se recuperaron sus computadores personales con valiosa información
sobre los secretos más valiosos de las Farc. Entre todos esos datos, habían
correos que, presuntamente, vinculaban a congresistas colombianos de izquierda con
esa guerrilla, pero la Corte Suprema de Justicia se negó a procesarlos dizque
porque los famosos computadores del líder guerrillero abatido habían violado la
cadena de custodia. Entre los que se sospechaban de esos vínculos está Iván
Cepeda, quien no pierde oportunidad para señalar culpable a Álvaro Uribe Vélez por
todo lo malo que sucede en Colombia, hasta que la Corte Suprema de Justicia terminó por copiarle el discurso y hoy el expresidente tiene casa por cárcel.
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