6 feb 2018

Crisis en Uniautónoma del Caribe: ¿y mi derecho al silencio?

Por John Acosta @Joacoro

El pasado 30 de enero venció el plazo para pagar la primera cuota del acuerdo al que me vi obligado a firmar con la oficina externa de cobranza que contrató el Banco de Occidente para llevar ante la justicia el cobro de la deuda que adquirí hace cinco años con esa entidad crediticia para la compra de mi carro de baja gama. No pude cumplir con ese pago y todavía no sé cuándo podré hacerlo, pero sí puedo vislumbrar las consecuencias lógicas que esa situación puede acarrear: me quedaré sin el transporte con que llevo a mis hijas al colegio. En realidad, es la segunda o tercera vez que me toca hacer este tipo de arreglos con la misma institución bancaria por el mismo crédito y por la misma razón de hace unos dos años, que es la que motiva la redacción del presente texto.

El mismo mes y año que me entregaron el carro, recibí la casa nueva: enero de 2013. La casa, que la compré en planos, la había empezado a pagar unos cuatro años antes. Ambos, la casa y el carro, son los dos únicos patrimonios que puedo heredar a mis hijos. Y ambos estoy a punto de perderlos. En estos dos últimos años, me ha tocado atrasarme varias veces en el pago de la cuota del préstamo de vivienda con el Banco AV Villas, pero el año pasado la situación se puso tan crítica que  tomé la decisión de venderla para rescatar algo de la inversión. Afortunadamente, la familia de mi compañera de hogar, la misma que le ha tocado sufrir en silencio todo este martirio, pagaron las cuatro cuotas atrasadas, con sus respectivos intereses por mora y me pusieron el crédito al día hasta octubre; no obstante, la misma situación que motiva este texto, ha hecho que otra vez me atrase en esta deuda: ya debo tres cuotas (noviembre, diciembre y enero).