15 nov 2023

Pioneros de Cerrejón: encuentro con la nostalgia

Por John Acosta

La información del evento me llegó por medio de mi compadre Fabio Esteban Barrera Martínez, una especie de precursor de Cerrejón: estuvo desde la etapa de negociación de tierras para construir la infraestructura principal de los tres componentes básicos del complejo carbonífero: mina, ferrocarril (y carretera) y puerto. Hay un encuentro de pioneros de International Colombia Resources Corporation -Intercor-, filial de la Exxon (hoy ExxonMobil), antiguos dueños de Cerrejón. El acontecimiento se realizará en Valledupar, durante los primeros días de diciembre. En realidad, quien encabeza la realización de este suceso es Roberto Barros, un destacado ingeniero del entonces departamento de Producción. Se llevará a cabo en el Club de Valledupar. Cuando me contacté con Roberto para redactar este artículo, me sorprendió con algo que yo no esperaba: “Tú eres uno de los pioneros. Todavía recuerdo tu programa en Radio Cerrejón”. No lo había pensado así, la verdad. Suena bastante contradictorio, pero con esa amable frase de Roberto Barros, no pude evitar recordar el único episodio triste vivido en esas épocas felices y que la memoria del corazón relegó al olvido, parodiando un poco a Gabriel García Márquez.

A mí me echó un déspota de Intercor, justo cuando más necesitaba del trabajo: mi segunda hija cumplía, en ese momento, 10 días de nacida. Y salí a la calle, literal, con una mano adelante y otra atrás, pues yo no era empleado directo de la compañía. Tampoco era trabajador de ninguna empresa contratista. Era un contratista independiente (freelance, para ser más exactos); es decir, no tenía derecho a liquidación, ni a nada. Fui consciente, desde entonces, que quien me había botado como a un perro no era la organización que yo aprendí a querer (y que he defendido con vehemencia), sino un arribista que había convertido su alto cargo recién adquirido en una aislada dictadura. Esa certeza fue la que me hizo permanecer firme ante la lluvia de abogados (algunos, magistrados de tribunales superiores) que me insistían en que demandara por la injusticia que cometieron conmigo. A todos les respondía lo mismo: “las personas pasan y las instituciones quedan. Ese reyezuelo caerá”. Cayó, por supuesto. Y pude regresar, algunos años después, contratista aún, pero con muchas mejores condiciones: lo que no hubiese logrado si le hubiera copiado al enjambre de profesionales del Derecho, como el dictadorzuelo del que fui víctima entonces.