Por John Acosta
La información del evento me llegó por medio de mi compadre Fabio Esteban Barrera Martínez, una especie de precursor de Cerrejón: estuvo desde la etapa de negociación de tierras para construir la infraestructura principal de los tres componentes básicos del complejo carbonífero: mina, ferrocarril (y carretera) y puerto. Hay un encuentro de pioneros de International Colombia Resources Corporation -Intercor-, filial de la Exxon (hoy ExxonMobil), antiguos dueños de Cerrejón. El acontecimiento se realizará en Valledupar, durante los primeros días de diciembre. En realidad, quien encabeza la realización de este suceso es Roberto Barros, un destacado ingeniero del entonces departamento de Producción. Se llevará a cabo en el Club de Valledupar. Cuando me contacté con Roberto para redactar este artículo, me sorprendió con algo que yo no esperaba: “Tú eres uno de los pioneros. Todavía recuerdo tu programa en Radio Cerrejón”. No lo había pensado así, la verdad. Suena bastante contradictorio, pero con esa amable frase de Roberto Barros, no pude evitar recordar el único episodio triste vivido en esas épocas felices y que la memoria del corazón relegó al olvido, parodiando un poco a Gabriel García Márquez.
A mí me echó un déspota de Intercor, justo cuando más necesitaba del trabajo: mi segunda hija cumplía, en ese momento, 10 días de nacida. Y salí a la calle, literal, con una mano adelante y otra atrás, pues yo no era empleado directo de la compañía. Tampoco era trabajador de ninguna empresa contratista. Era un contratista independiente (freelance, para ser más exactos); es decir, no tenía derecho a liquidación, ni a nada. Fui consciente, desde entonces, que quien me había botado como a un perro no era la organización que yo aprendí a querer (y que he defendido con vehemencia), sino un arribista que había convertido su alto cargo recién adquirido en una aislada dictadura. Esa certeza fue la que me hizo permanecer firme ante la lluvia de abogados (algunos, magistrados de tribunales superiores) que me insistían en que demandara por la injusticia que cometieron conmigo. A todos les respondía lo mismo: “las personas pasan y las instituciones quedan. Ese reyezuelo caerá”. Cayó, por supuesto. Y pude regresar, algunos años después, contratista aún, pero con muchas mejores condiciones: lo que no hubiese logrado si le hubiera copiado al enjambre de profesionales del Derecho, como el dictadorzuelo del que fui víctima entonces.
La crónica rechazada
Había llegado como el tercer (tampoco en eso había sido precursor: de ahí mi sorpresa cuando Roberto Barros me llamó pionero) estudiante en práctica del entonces departamento de Relaciones Públicas de Intercor. Y uno de los primeros trabajos periodísticos que tuve la fortuna de realizar fue sobre el convenio tripartito entre Intercor, Corpoguajira y la Fundación ProSierra Nevada de Santa Marta (dirigida, en ese entonces, por Juan Mayr) sobre la Recuperación de la cuenca alta y media del río Ranchería. Recuerdo que subimos un buen trayecto en carro y demás a pie, por Marocaso, en el municipio de San Juan del Cesar. Ese ambiente allá arriba, entre funcionarios de las tres empresas e indígenas de la sierra, no se podía retratar de mejor forma que con una crónica. Así lo hice, con tan mala suerte que fue rechazada: “Muy novelesca”, decía el manuscrito con lápiz negro que atravesaba de arriba abajo la primera página del reporte narrativo.
Nada qué hacer. Hubo que volver a redactar el informe y fue publicado en el boletín Zona Norte, la revista pionera de Cerrejón, coordinada en ese entonces por las manos magistrales de Ilse Paba, quien debía filtrar lo publicable con unos superiores jerárquicos inmediatos, que temían a la crítica mordaz de otras áreas fundamentales de las compañía, compuesta por ingenieros fieles a su formación de la exactitud matemática; obviamente, la querida Ilse no fue quien rechazó la crónica inicial.
Hace unos dos o tres años, quise escribir un artículo para rebatir el argumento falaz de un colega ideologizado, quien pregona que el Ranchería fue robado. Lo iba a redactar teniendo como primicia el esfuerzo de la entonces Intercor de propender por la recuperación de la cuenca alta y media, devastadas por la mano criminal del hombre, obnubilado por la riqueza cuantiosa y efímera de las bonanzas marimberas, primero, y cocalera, después. No pude lograr que me consiguieran, en Comunicaciones de la actual Cerrejón, una copia del ejemplar del boletín Zona Norte donde publiqué ese artículo, por lo que se me imposibilitó escribir el texto de defensa a Cerrejón.
La crónica elogiada
Uno de mis últimos trabajos periodísticos como estudiante en prácticas en Intercor, tuvo que ver, también, con un convenio tripartita. Esta vez, entre la Secretaría de Educación del Departamento de La Guajira, la Universidad Javeriana e Intercor para la licenciatura en educación básica primaria dirigida a los docentes de la península colombiana. Se graduaban los primeros 29 profesores y el boletín Zona Norte de ese período sería dedicado a ese acontecimiento. Fue una experiencia maravillosa, pues viajé a lo largo y ancho de mi departamento a ubicar, hasta en los rincones más apartados, a cada uno de los cerca de 30 maestros.
Y en Fonseca me encontré con una docente grandiosa, cuya proeza laboral no debía ser retratada sino con una crónica. Alertado por mi amarga experiencia inicial con este género periodístico en el entonces departamento de Relaciones Públicas de Intercor, escribí el mismo tema en dos textos distintos: el artículo frío y la crónica colorida. Mi estrategia fue mostrarles los dos a cada uno de los funcionarios del departamento, incluyendo a la querida Ilse Paba, antes de escalarla a los tres jefes; obviamente, gustó más el narrativo. Cuando subí a donde los superiores, ya iba lleno de razones para imponer la crónica. “Les ruego el favor de que la publiquen: al fin y al cabo, este es mi último trabajo aquí, pues ya terminé mis prácticas”, les rematé. (Aquí puede leer la mencionada crónica)
El grado de los primeros 29 docentes de ese convenio, coincidió con otro gran evento para periodistas de La Guajira, patrocinado por Intercor. Se trataba de un seminario de actualización en radio, prensa y televisión, en donde los ponentes eran los grandes cacaos del periodismo colombiano, que llegaron desde Bogotá. En uno de los pasillos del hotel en Riohacha, en donde estábamos alojados todos, me encontré con Nancy Murgas de Fernández, la entonces jefe de Comunicaciones de Intercor. “Te felicito: a Juan Gossaín le gustó tu crónica sobre la profesora”, me dijo. Mi mayor sorpresa (y satisfacción, por supuesto) fue cuando el propio Juan Gossaín dedicó los primeros minutos de su ponencia a hablar de esa crónica. Esto me mereció ser contratado como redactor político de El Heraldo, en un paso efímero, antes de mi grado. (Aquí puede leer lo dicho por Juan Gossaín sobre la crónica en mención)
La grandeza de los pioneros de Cerrejón
El elogio del más grande periodista radial colombiano de entonces, cronista por excelencia de varios medios impresos nacionales, fue el premio a una difícil etapa de mi vida, que inició con la muerte de mi padre, y culminó con mi llegada a hacer prácticas a Cerrejón. Lo cierto es que una empresa asesora de Cali, después de unos estudios entre los empleados, determinó que una de las estrategias fundamentales para afianzar la cultura de Intercor, era que los trabajadores de entonces conocieran la historia humana y anecdótica del complejo carbonífero. Y, entre los géneros, el que mejor se adecuaba para esto era la crónica. Fue mi primer contrato como contratista independiente (freelance) en Cerrejón, a donde regresé después de mi estancia fugaz en el diario barranquillero.
Ocho meses de diálogo con los primeros hombres y mujeres que llegaron a Cerrejón. El primer campamento fue en el patio de una casa en Barrancas, alumbrado con un viejo motor Lister. Y la primera pista de aterrizaje fue en el batallón Rondón, de Buenavista, recuerda el geólogo colombiano Jaime Reyes, pionero en la mina. Ya, después, se construyó el campamento de Tabaco, con su propia pista de aterrizaje. La exploración en el Caribe colombiano, en busca de sitio adecuado para el puerto, se hizo en una nave que, en sus tiempos de gloria, perteneció a Frank Sinatra, hasta que encontraron una canal natural de aguas profundas en Bahía Portete. “Al parecer, el río Magdalena desembocó en esta parte en una época de nuestra historia”, dijo el geomorfólogo colombiano Eduardo Gutiérrez, pionero en Puerto Bolívar.
El invierno intenso de octubre de 1982 hizo caer un tremendo aguacero: la fuerza del agua reventó la banca de la carretera mina-puerto, que apenas se estaba construyendo, en seis partes, entre los kilómetros 98 y 105. También fue un tremendo aguacero el que tumbó a un trabajador, en la construcción de los dos silos gemelos: cuando sus compañeros corrieron alarmados hacia donde yacía el cuerpo del que acababa de caer de 72 metros de altura, el hombre se puso de pie iluminado por una amplia sonrisa, más de incredulidad ante su propio milagro que de felicidad por estar vivo. Ya hoy nadie sabe que el puente del ferrocarril minero que está sobre Cuatro Vías lo llamaron los trabajadores e indígenas vecinos, durante el crudo invierno en la construcción de la vía férrea, el Puente Embrujado, pues sus pilotes, levantados el día anterior, desaparecían al día siguiente, durante tres veces consecutivas.
Un amigo de la niñez en La Junta, operador de camión, se había vuelto popular entre sus compañeros porque aprovechaba el canal 16 para mantener entusiasmado a sus compañeros: José Jaime Daza Hinojosa, El juntero futurista, se hacía llamar. Esa mamadera de gallo entre operadores para lograr un turno más ameno, a través de los canales 15 y 16, dio origen a Radio Cerrejón.
El resultado de esa investigación se iba publicando en seis revistas coleccionables que salieron mensualmente: Intercor en sus manos, se llamó el impreso. Adapté esas crónicas y reportajes para mi tesis de grado en la Universidad de La Sabana.
Radio Cerrejón, pionera en su estilo
Estando en el diario La Tarde, de Pereira, abatido por la nostalgia de mi tierra Caribe y decepcionado por la influencia de jefes políticos en la orientación ideológica del periódico, supe que Cerrejón había adaptado el canal 15 para institucionalizar una programación amena que contribuyera a lograr un turno seguro y placentero para los trabajadores de producción. Inició con La Tertulia, pero no había programación nocturna. Renuncié al rotativo risaraldense y regresé a la mina, otra vez como freelance, con la esperanza de ser empleado directo de Cerrejón. Ante la insistencia de Bernardo Nieto, entonces jefe de Comunicaciones de Cerrejón y artífice de Radio Cerrejón, inicié Valores vallenatos, el primer programa nocturno del recientemente creado canal radial. Entre ese programa, las crónicas y reportajes para las dos revistas institucionales de entonces, Intercor 60 días (para los trabajadores) y Rumbo Norte (para los líderes externos) y el periódico Fundicar, la redacción de discursos para altos ejecutivos y boletines de prensa transcurrió gran parte de mi vida laboral, a la expectativa siempre de una vacante para poder aplicar.
Mi echada de Intercor
Hasta que llegó el reyezuelo como gerente del departamento. Venía recién ascendido de jefe de área de otro departamento y la sencillez que lo había caracterizado fue desvaneciéndose a medida que iba aclarando una desconocida arrogancia en su ser. Empezó a crear cargos, necesarios sí, pero los repartía entre sus amigos, lo cual tampoco fuera malo si no fuera porque ignoraba a los freelance que hacíamos turnos esperando la oportunidad de ingresar. Tuve el coraje de hacérselo ver mediante una carta, que copié al entonces presidente de la compañía. No sabía yo que esa no era la única queja que había escalado por el comportamiento alarmante del remedo de dictador. Algunos meses después de enviar mi carta, lo sacaron de la empresa; sin embargo, antes de irse canceló mi contrato con el argumento de que no había recursos financieros.
El único alivio espiritual que llegó en esos momentos de angustias, fue una carta firmada por unos mil operadores de equipo pesado, que pedían el regreso del programa nocturno Valores vallenatos a Radio Cerrejón. El reyezuelo hizo caso omiso a esa solicitud, como uno de los últimos actos de su arrogancia desmedida, antes de dejar el cargo. Sería el mismo Radio Cerrejón que propiciaría mi regreso, en circunstancias distintas, aunque, por fortuna, mucho más favorables.
Radio Cerrejón, otra vez pionero
El éxito de Radio Cerrejón fue tal que su crecimiento mereció otra decisión oportuna de la compañía, pues el negocio principal de la organización no era producir radio; sino, carbón; por tanto, se hacía necesario otorgar en concesión el manejo del canal radial a una empresa conocedora del asunto. Me enteré de la apertura de la licitación y logré que la Universidad Autónoma del Caribe, a donde me había vinculado como docente, pusiera dos expertos en planeación que me ayudaran a construir la oferta con que participamos; afortunadamente, ganó. Y me fui para la mina a gerenciar el proceso de transición del manejo directo de Cerrejón del canal radial a pasar a ser manejado por un tercero. No fue fácil, pues, como es sabido, todo cambio genera resistencia; sin embargo, se logró exitosamente, de la mano de Patricia Mendoza, una guajira, entonces, funcionaria de Comunicaciones de Cerrejón, que también había hecho prácticas en esa área y había pasado a freelance, antes de ser empleada directa de la compañía (por supuesto, después del período del tristemente célebre reyezuelo).
Después de cuatro años de administración del canal radial, y debido a los conocidos escándalos por malos manejos financieros en la institución de educación superior (de parte de sus altos directivos), la Universidad Autónoma del Caribe perdió el contrato y se lo ganó la Universidad del Norte; incluso, por serios desacuerdos con esos escándalos administrativas, también me vi abocado a salir de la Universidad Autónoma del Caribe.
Es importante compartir estas anécdotas con quienes asistirán al encuentro de pioneros de Cerrejón en Valledupar; obviamente, cada uno tendrá las suyas. En buena hora, Roberto Barros organiza este diálogo feliz con la nostalgia. Las condiciones financieras serán propicias, con el favor de Dios, para el reencuentro de viejos amigos, que compartieron por mucho tiempo un sueño común: hacer realidad la grandeza de lo que hoy es Cerrejón.
Muy interesante los artículos y su amena redacción, sin embargo en ninguno de ellos se habla de la construcción por la gerencia de Morrison Knudsen de Boide Idaho USA.Donde una serie de profesionales norteamericanos a cargo de cada una de las fases del contrato del proyecto se manejó no sólo cumpliendo con el alcance, sino también con calidad, seguridad, el presupuesto y la fecha de entrega. G. E.Matta BS CE.
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