14 abr 2025

Los penitentes, un ofrecimiento de acción de gracias a Dios

Penitentes de Valencia de Jesús, Cesar
Por John Acosta

El sentido de los penitentes, como su nombre lo dice, es uno solo: es responder a Dios con una penitencia por el favor recibido. O al revés, pedirle a Dios, a través de una penitencia, un favor o un milagro. “Lógicamente, desde la ortodoxia católica, Dios no necesita nada de nosotros para hacer un milagro porque ya Cristo lo dio todo en la cruz; de hecho, él es signo de ese Cristo que se dona y que nos lo da todo: ‘quien venga a mí tendrá vida eterna’ o ‘yo vengo para darle vida en abundancia’, Juan 10:10”, aclara el Vicario general de la Diócesis de Valledupar, James Enrique Romero Ramos, en una conversación sobre el tema con La Calle. “Pero estos hermanos penitentes, son, simplemente, un signo, como mostrar exteriormente su agradecimiento a Dios por el milagro recibido porque ‘prometí’, porque es una promesa penitente es un ‘yo te prometo una penitencia a cambio de esto’.  Bueno y repito, no entra mucho dentro de la ortodoxia católica porque Dios no necesita, Dios te da, sin necesidad”, insiste.

Es una antigua tradición

Penitente de San Diego, Cesar

Se llama Rosario y es la sirena de Hurtado

Por John Acosta

Desde tiempos inmemoriales, a los niños del sur de La Guajira y del norte del Cesar les ha rondado un fantasma que los atemoriza en cada Semana Santa: no deben bajar a bañarse al río porque se vuelven pescado. Los pueblos de esta zona tienen el privilegio de estar ubicados en un extenso valle que se desprende de dos enormes fabricantes de agua cristalina: la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá; de manera que no hay una sola población de estas que no esté cercana a un río, en cuyo lecho se hace en invierno un pozo profundo en donde los infantes aprenden nadar. Casi siempre, la Semana Mayor coincide con las primeras lluvias de abril; es decir, la tormenta espiritual que sienten los muchachos de estos pueblos al ver ese pozo natural recién hecho y no poder lanzarse a disfrutar de esas aguas profundas porque justo o es Jueves o Viernes Santo y nadie quiere volverse para siempre una criatura acuática, con aletas de colores y escamas brillantes; sin embargo, ya le sucedió a una niña desobediente en la ciudad de los Santos Reyes, Valledupar.

Santo Ecce Homo, Rey de la paz y el perdón

Por John Acosta

El Santo Ecce Homo, según una tradición muy antigua, se conoce como el patrono de Valledupar. “Es el Cristo atado a la columna. Hay muchas fuentes dispersas que hablan del Santo que llegó como Salvador de Valledupar. Yo pienso que es el Cristo que deseamos: se le ve como el Cristo sufriente, pero también como el Cristo de la esperanza para los vallenatos”, le dijo a La Calle el sacerdote diocesano James Enrique Romero Ramos, Vicario General de la Diócesis de Valledupar.

La leyenda

Cuando Valledupar era un pequeño caserío, denominado entonces como los Santos Reyes, “llegó al pueblo un hombre de piel morena, diciendo que era tallador y que venía encomendado específicamente a elaborar una imagen de Jesús flagelado, ya que había recibido esa misión de parte de Dios y que la ciudad se salvaría, gracias a esa imagen, de tormentas y calamidades; protegiéndola de verse hundida en la laguna sobre la cual estaba edificada”, escribe el mismo James Romero en el libro ‘Diócesis de Valledupar: fe, cultura e historia’, publicado a finales del año pasado.

De acuerdo con el libro, el recién llegado pidió que lo dejaran trabajar a puerta cerrada y que nadie lo interrumpe por nada en el mundo. Lo encerraron en la sacristía, donde sólo le daban pan y agua una vez al día, “ya que, según él, necesitaba mucha oración y ayuno para culminar la obra”. Nadie lo volvió a ver, ni escuchar hablar, ni quejarse: sólo se oían los golpes del mazo con que esculpía la obra. El hombre había dicho que entregaría la obra la víspera de la Semana Mayor; es decir, el domingo en la tarde porque, según el desconocido, la imagen debía salir en procesión el Lunes Santo.

Yolima Rendón: más de 20 años participando en la Feria del Dulce Vallenato

Yolima Esther Remón Rico
Por John Acosta

No  había qué hacer: en definitiva, el destino de Yolima Esther Remón Rico estaría ligado, inevitablemente, a los dulces de Valledupar: ella nació en otra ciudad; apenas terminó el bachillerato, se dedicó a trabajar en una empresa que no producía dulces, sino vitrinas metálicas y, cuando salió de ahí, se puso a vender frutas, no dulces; sin embargo, aunque nunca trató de evitarlo a conciencia, la fábrica de dulces vallenatos siempre la persiguió, desde que tenía tres años, aunque ella terminó, unos 30 años después, no sólo haciéndolos, sino, además, comercializándolos.

De Barranquilla a Valledupar: primer contacto con los dulces

Yolima Esther nació en Barranquilla el 24 de junio de 1970, de padres cienagueros. Cuando tenía tres años, sus padres la trajeron a vivir a Valledupar, donde su abuela, una mujer oriunda de Ciénaga, Magdalena, se abría paso en la vida a dulce limpio: los hacía en fogón de leña y los más apetecidos eran los llamados ‘cortaítos’, que son de leche. La pequeña Yolima Remón terminó la primaria en el barrio Primero de Mayo y en su merienda casi nunca le faltaba un dulce, de sabor variado en cada oportunidad. El bachillerato lo culminó a los 19 años en el Colegio Upar del mismo barrio, en medio del humo que se confundía con el aroma de los dulces de la abuela.

Las tradiciones de Semana Santa que se han perdido en La Guajira

Por John Acosta

El adolescente Gustavo Eugenio ‘Geño’ López Gutiérrez se fue a pie a sacar las vacas al Paraquero, el potrero de la familia cercano al pueblo. Hubo dos cosas que le impidieron ir montado en el burro en pelo, como lo hacía todas las tardes. Una, que ese día y el siguiente, no podía tener el burro amarrado en la sombra del palo de higuito del patio de la casa (para usarlo en los oficios y mandados de la jornada) porque “era como si tuviera a Jesucristo atado ahí”, como lo mandaba la costumbre ancestral. Y si fuera a cogerlo al potrero para usarlo, tampoco hubiese podido montarlo porque “era como si montara a Jesucristo”. Ya había llegado la Semana Santa: aunque de lunes a miércoles también había ciertas restricciones, estas se incrementaban el Jueves y Viernes santos. ‘Geño’ nació y se crió en uno de los pueblos del sur de La Guajira, donde estas tradiciones se vivían intensamente.

Se podía volver pescado

Ya en la mañana, ‘Geño’ López no pudo ir a bañarse al río, como lo hacía siempre, porque, si lo hacía, “se podía volver pescado”. Tuvo que bañarse antes del mediodía con totuma debajo de la enramada del patio: si lo hacía después de esa hora, aunque no fuera en el río, podía terminar con escamas y aletas, revolcándose en el barro que su bañada había provocado en el suelo. Era un agua que le había caído el sereno de la madrugada, pues amaneció a la intemperie, después de que el mismo ‘Geño’ y sus hermanos la habían jarreado del río, la tarde anterior, en los baldes de aluminio del ordeño.