Nadie pone en duda la enorme importancia que reviste para el área metropolitana de Barranquilla, la construcción de los 36.7 kilómetros, comprendidos entre el municipio de Malambo y el barrio Las Flores, de la Circunvalar de la Prosperidad del Atlántico. Es más, celebramos que la clase política de la Puerta de Oro de Colombia, en particular, y del departamento del Atlántico, en general, hayan, por fin, decidido, ahora sí, construir la vía por donde la recomendó hace años la Misión Japonesa en el estudio que elaboró, en 1986, la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (Jica); lamentablemente, en esa oportunidad, los políticos de aquí decidieron desconocer esa recomendación nipona e hicieron, como siempre, lo que les dio la gana: la circunvalar que ahora se ha convertido en una de las vías más lentas de la ciudad, rodeada de barrios populares, pero, bueno, ya no se puede llorar sobre la leche derramada. El hecho es que esos dirigentes decidieron retomar (bastante tarde, como es su costumbre) el encargo japonés y la Circunvalar de la Prosperidad ya es un hecho.
