30 abr 2018

Homenaje público a la heroína oculta de la crisis de Uniautónoma


Por John Acosta @Joacoro

Facebook suele ser cruel, a veces. Y uno, masoquista, que propaga la ferocidad de esta red social; incluso, cuando lo compartido taladra hasta las profundidades más recónditas del alma. Me acabó de pasar ahora en carnavales. Facebook me recordó una foto de hace dos años, así sin anestesia: era pleno sábado, cuando el furor de estas fiestas estaban en todo su apogeo y yo, tirado en la cama de mi casa porque no tenía ninguna posibilidad financiera de disfrutar de este jolgorio. Me tocó hacer lo único que la tecnología ha inventado para sobrellevar casos como el mío: curucutear las redes en mi celular para obligar a que el sueño me dominara y poder escapar así del infortunio de esta varadez sin precedentes, pero llegó Facebook y ¡zaz!, me espetó la bendita foto esa para rematarme  el orgullo, mal herido por la situación que nos embarga. En el retrato aparecemos mi compañera de hogar y yo, con pinta carnestolénica, listos para la Batalla de flores de hace dos años. Y me decía: “Este recuerdo no lo verá nadie si usted no la comparte”. Y lo compartí.

Debo confesar que solo hasta entonces, cuando la vi retratada sonriente, con sus flores carnavaleras adornándole la cabeza, me pude dar cuenta de la magnitud de su entrega. En casi 20 años que llevamos de vida en común, casi nunca la he visto ver televisión: solo lo ha hecho para disfrutar en vivo, a través del canal regional Telecaribe, de estas fiestas del desorden admitido y de la gozadera. Y lo hacía en el descanso que tomaba en la casa para emprender al día siguiente, con más ímpetu, la diversión presencial de su desborde anímico. Este año, sin embargo, apenas pudo salir dos veces. Y, en ninguna de esas, pude acompañarla, pues no quisimos pasar por la vergüenza de que la amiga que la invitó corriera también con mis gastos.