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Hubo poco sol, lo que favoreció la jornada |
Por
John Acosta
Solo fue un amague pasajero al
inicio de la jornada. Afortunadamente, quienes estábamos ahí supimos manejar la
situación. El experimentado jardinero que se contrató ya había podado tres
árboles y se disponía a intervenir el cuarto. Entonces, el caminante de unos 70
años, que se había levantado temprano para su habitual caminata dominguera en
el boulevard, comenzó con sus alaridos a todo pulmón: que se estaba cometiendo
una masacre contra los árboles, que eso pasaba cuando personas sin experiencia
se ponían a hacer algo para lo que no estaban capacitado, que Barranquilla
necesitaba árboles, en fin. Dejé el rastrillo con que recogía las bolsas
plásticas y la basura general y me le acerqué para tratar de calmarlo. Le
expliqué que eso era una iniciativa comunitaria de vecinos que queríamos darle
una cara digna al sitio donde habitábamos, que el señor que podaba los árboles
conocía muy bien su oficio, pero el anciano siguió con su perorata.
Afortunadamente, los dos perros que lo acompañaban parecían temerle al amo y
eran diametralmente opuestos a él: sumisos, agachaban la cabeza y no lo
acompañaron con sus ladridos.