27 jun 2019

La monaguilla de la misa de los lunes feriados en la catedral de Chía

Catedral Santa Lucía, de Chía

Por John Acosta


Si no fuera porque supiera que es pecado pensarlo siquiera, yo supondría que la pequeña sacristana del enfrente era hija del sacerdote que está oficiando la eucaristía. Viéndolos de pie en el presbiterio, los rasgos del rostro de ambos son tan impresionantemente parecidos que, a pesar de la amenaza latente de incurrir en un atentado contra la fe, uno no puede evitar sustraerse, por momentos, del sermón de la tarde para divagar un poco sobre la posibilidad remota de que ese cura, de unos 40 años, sea el padre de esa pequeña, de unos diez años. Me reprendo por esos pensamientos mal sanos que rondan mi mente y vuelvo a concentrarme en el acto piadoso, pero, al rato, cualquier movimiento de la niña con sotana roja y tunicela blanca, me regresa otra vez al posible parentesco inaudito de los dos oficiantes de la misa. Le ruego a mi Dios que me arrebate esas tendencias impías de mi mente y me permita vivir como se debe ese momento de encuentro con él.