Por
John Acosta
A
las cuatro de la tarde de ese histórico 2 de octubre, me acosté a ver los
resultados. Recuerdo que oraba apasionadamente para que la derrota del No fuera
lo menos apabullante posible, pues las encuestas y el ambiente vaticinaban un
cataclismo para los impulsores de esta opción en el plebiscito sobre los
acuerdos firmados por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el jefe
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), Rodrigo Londoño,
alias Timochenko. Cuando salió el primer boletín, respiré tranquilo: Dios
escuchaba mis ruegos: el Sí ganaba por una ventaja mínima. Hasta que, a partir
del sexto boletín, empezó a ocurrir lo inesperado. El resultado final fue sorpresivo.
¿Qué pudo haber pasado para que se diera ese final imprevisto?
Juan Manuel Santos:
excesos, prepotencia y confianza
El
Gobierno de Juan Manuel Santos cometió unos excesos que no gustaron a los
votantes. Por ejemplo, en la redacción de la pregunta del plebiscito;
hábilmente, el Gobierno tomó el título del acuerdo que se votaba para incluirlo
en la frase: “¿Apoya el Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la
construcción de una paz estable y duradera?”. Esa última expresión, “construcción de una paz estable y
duradera”, fue considerada por la oposición como tendenciosa. "La
pregunta del plebiscito induce, viola la neutralidad, contra la Constitución
utiliza la palabra paz, no es pregunta, es un deseo", dijo el expresidente
Álvaro Uribe en su cuenta de twitter. El ex ministro y analista político Juan
Lozano también se pronunció: "la pregunta del plebiscito, que ocultaron al
Congreso, induce respuesta y esconde signatarios del acuerdo, vulnera lo
dispuesto por la Corte". La respuesta del presidente Santos a las críticas
fue contundente: "La Corte Constitucional me dio el mandato, le dio el
mandato al Gobierno, el presidente tiene la facultad de redactar la pregunta que
se le dé la gana, pero eso sí, que sea clara y sencilla", dijo. Ese “se le
dé la gana” pudo no haber caído bien en el electorado.
Muchos estaban de acuerdo con la mayoría de los
puntos del acuerdo, pero no se daba la posibilidad de votarlos por separado,
como en un referéndum. De manera que solo había tres posibilidades: o votar
todo No o no votar o votar todo Sí. Hubo quienes prefirieron votar No.
La propaganda del Sí por todos lados pudo haber
logrado un efecto contrario: “si esto en tan bueno, ¿por qué tanta alharaca
para venderlo?”. Los medios de comunicación, las empresas, organizaciones
civiles, los partidos políticos (menos uno) los colegios y universidades (sobretodo,
del ámbito oficial) también hicieron bulla al favor del Sí. Las alcaldías,
gobernaciones e institutos descentralizados del país volcaron todos sus
esfuerzos a la campaña del Sí, financiados por la generosa chequera de la
Presidencia de la República: es posible que se haya saturado al elector. El
regreso de la pueril estrategia electoral (exitosa en la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales) de polvorizar al oponente al tratar de minarle la
credibilidad mediante acciones políticas y judiciales prefabricados: la gente vio como una extraña
coincidencia con la campaña del plebiscito lo de la nulidad de la reelección de
Alejandro Ordóñez a la Procuraduría, la suspensión de Jorge Pretelt al cargo de
magistrado de la Corte Constitucional y la captura en Estados Unidos del ex
ministro de Agricultura del gobierno de Álvaro Uribe, Andrés Felipe Arias. La misma
imagen desfavorable de Santos y la percepción de que las cosas no van bien en el
país tuvieron que haber pasado factura al momento de marcar el tarjetón.
Las
Farc y los hechos recientes antes del plebiscito
Durante el desarrollo de las conversaciones en La
Habana, los dirigentes de las Farc se mostraban duros frente a los temas
sensibles para los colombianos, cuando eran abordados por los medios de
comunicación. En una nota hecha para la Televisión Española (TVE), un periodista
le pregunta a Jesús Santrich y a Iván Márquez si estarían dispuestos a pedir
perdón a sus víctimas, Santrich responde en forma de burla, como tarareando una
canción: “quizás, quizás, quizás”. En otra entrevista para la cadena Telesur,
el jefe de las Farc, Rodrigo Londoño, alias 'Timochenko', aseguró que no
pediría perdón a sus víctimas: "Cuando uno pide perdón es porque se
arrepiente de haber hecho algo, y yo no me arrepiento de haber hecho lo que
haya hecho", dijo entonces. En una entrevista que el diario El Colombiano
publicó, el mismo Jesús Santrich se refirió a la posibilidad de que las Farc
indemnicen a sus víctimas: “La reparación en lo material, como producto del
Acuerdo Final implica, reitero, que en el nuevo orden institucional que surja,
el Estado en su nueva estructura debe encargarse del resarcimiento de todas las
víctimas del conflicto y disponer los recursos para implementar los acuerdos en
función del establecimiento de la justicia social y la paz". Aquí, el video del "quizás, quizás, quizás":
No obstante lo anterior, Timochenko sorprendió el
día de la firma de los acuerdos, el 26 de septiembre (seis días antes del
plebiscito), cuando en su discurso ofreció perdón a las víctimas: “En nombre de
las Farc-EP ofrezco perdón a todas las víctimas del conflicto", dijo. El
29 de septiembre (tres días antes del plebiscito), en un acto que se llevó a
cabo en Bojayá, población chocoana que había sido víctima de un ataque con
cilindros bombas por parte de las Farc, Iván Márquez pidió perdón a la
comunidad por esos hechos: “Con nuestras almas contritas, pedimos nos
perdonen y nos den la esperanza del alivio espiritual permitiéndonos seguir
junto a ustedes haciendo el camino que, reconciliados, nos conduzca hacia la
era justa que tanto han anhelado los humildes de todos los rincones de
Colombia”, dijo ese día. El 30 de septiembre (dos días antes del plebiscito),
en otro acto en La Chinita, un barrio del municipio antioqueño de Apartadó, el
mismo Iván Márquez protagonizó otro acto de perdón por una masacre que las Farc
habían cometido en esa comunidad en enero de 1994: “Compenetrados con el más
profundo sentimiento de humanidad y de respeto, hemos venido a la Chinita, 22
años después de aquel triste 23 de enero, con el corazón compungido, a pedirles perdón con humildad por
todo el dolor que hayamos podido ocasionar durante el transcurso de la guerra”,
expresó en esa oportunidad. Y en un comunicado, publicado el primero de octubre
en su página web (un día antes del plebiscito), las Farc dicen que están
dispuestas a declarar sus bienes: “procederemos a declarar ante el gobierno los
recursos monetarios y no monetarios que han venido conformando nuestra economía
de guerra”. Y más adelante agregan: “procederemos a la reparación material de
las víctimas en el marco de las medidas de reparación integral, observando los
criterios establecidos por la jurisprudencia de la Corte Constitucional
respecto a los recursos de guerra”.
¿Este súbito cambio de opinión por parte de los
dirigentes de las Farc, a pocos días del plebiscito, pudo ser interpretado por
los votantes, no como un acto sincero de la guerrilla, sino como una estrategia
electoral para que ganara el Sí? Es posible.
El
senador Álvaro Uribe y el proceso de paz
El ex presidente Álvaro Uribe Vélez se opuso, desde
un principio, a los diálogos de paz entre el Gobierno de Santos y las Farc. Fue
él quien insinuó al país de los acercamientos secretos entre el Gobierno de
Santos y las Farc. “El rumor crece como espuma y ahora es el expresidente
Álvaro Uribe quien le pide al presidente Juan Manuel Santos que le diga de
frente al país si es verdad o no que se están realizando acercamientos con las
Farc en Cuba”, dice una nota periodística del diario El Espectador de julio de
2012.
Ante la insistencia de Uribe, el presidente Juan
Manuel Santos admite que sí estaban en un proceso de conversaciones
exploratorias con las Farc: “El pasado 27 de agosto el país fue sorprendido por
un anuncio que llegaba desde el Palacio de Nariño. El presidente Juan Manuel
Santos anunciaba que desde hacía seis meses el Gobierno venía desarrollando
diálogos exploratorios con las FARC y que habían llegado a un acuerdo base para
iniciar una Mesa de Conversaciones en Oslo y La Habana a partir de octubre del
2012”, decía otra nota de prensa de la revista Semana, en agosto de 2012.
Comienza, entonces, la oposición de Álvaro Uribe y
de su partido político, el Centro Democrático, a ese proceso de paz iniciado
por el Gobierno de Santos y la guerrilla de las Farc. El expresidente toma a la
red social twitter como su plataforma para lanzar sus conceptos. Es posible que
esa andanada de Álvaro Uribe contra el proceso, desde sus inicios hasta el
plebiscito, haya contribuido a que sus seguidores tomaran la decisión final de
votar por el No.
La
religión, las mentiras, el mal clima, los señalamientos y otros sectores no
uribistas
Sin duda, la creciente comunidad cristiana no
católica del país también tuvo su peso en la derrota del Sí. Alertados por lo
que dieron en llamar la ideología de género (según la cual, el hombre no nace
hombre ni la mujer nace mujer, sino que, con el tiempo, cada cual decide
libremente ser mujer u hombre) implícita en los acuerdos, los pastores de estas iglesias invitaron a sus feligreses
a votar No en el plebiscito.
El paso del Huracán Matthew por las cercanías de
las costas del Caribe colombiano hizo que cayeran fuertes lluvias el día de las
elecciones. Mucha gente se abstuvo de salir a votar por esta circunstancia. Sin
embargo, tampoco se puede culpar al clima del todo por la alta abstención de
esa jornada, pues ya eso, lamentablemente, es tradicional en nuestro país.
No obstante, en zonas como la costa norte, donde el Sí le sacó una
significativa diferencia al No, es
posible que la gente, de haber asistido mayoritariamente a las urnas, le
hubiese dado el triunfo final al Sí. Hay quienes agregan también que otra razón
poderosa para que los votantes de la Costa se abstuvieran fue la falta de
incentivos monetarios a los que ya los tienen acostumbrados la politiquería de
la región. Unos dicen que la mermelada le llegó a los políticos de siempre,
como en la segunda vuelta presidencial: lo que pasa es que esta vez no la
sacaron toda a la calle; es decir, los “Ñoños”, en esta ocasión, le fallaron al
presidente Santos.
Mucha gente no se leyó el documento de 297 páginas
que contenía los seis acuerdos y los anexos con los respectivos protocolos. Ante
el desconocimiento del contenido, muchos prefirieron votar guiados por la
organización a la que pertenecían o a la que le tiene sus afectos: sindicato,
partido político, ong, iglesia, en fin. Y, hay que decirlo, esto fue
aprovechado por los líderes para desinformar con mentiras, de acuerdo a la
conveniencia de la institución. Tanto los del Sí como los del No engañaron con
mentiras. A juzgar por los resultados, fueron más contundentes las del No.
No obstante, donde sí fueron efectivos los del Sí
fue en los señalamientos contra los del No: ignorantes que solo se dejan llevar
por el líder Uribe, imbéciles que no quieren la paz, fanáticos cristianos,
guerreristas cobardes porque no son capaces de enviar a sus hijos a la guerra,
en fin. Esto hizo que muchos votantes del No callaran su intención por
vergüenza a esos epítetos, pero descargaron su silencio marcando el No en las
urnas.
Lo cierto es que el No tuvo otros representantes silenciosos,
diferentes a Álvaro Uribe, la excandidata conservadora Martha Lucía Ramírez, el
ex procurador Alejandro Ordóñez y el ex presidente Andrés Pastrana. Hubo un
grupo de intelectuales que escribieron la campaña “Mejor No”: el analista
político Pedro Medellín, el ex alcalde de Bogotá Jaime Castro, el ex magistrado José Gregorio Hernández, entre otros. Ellos dieron
algunas entrevistas que terminaron por convencer a los no uribistas que querían
votar No, pero que temían que los encasillaran.
El plebiscito es, sin duda, un hecho histórico:
apenas se han desarrollado dos en la vida republicana: el de 1957 y el de 2016.
Ambos por la paz; el primero, entre liberales y conservadores, y el más
reciente, entre el Estado colombiano y la guerrilla comunista de las Farc. Esto
hará que muchos analistas hagan interpretaciones frente a los sorprendentes
resultados que se dieron el 2 de octubre. Aquí están las nuestras.
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