Foto tomada del portal La Guajira Hoy |
Por
John Acosta
El corrupto costeño lucha para
que su región sea la más miserable del país porque sabe que su única forma de
reinar en ella es jugando con el hambre de sus propios paisanos. La clase
política de la región caribe colombiana, en su mayoría, no tiene ideología
distinta a la del pueril e insaciable favorecimiento personal: uno los ve
cambiarse de partido, sin inmutarse siquiera, de acuerdo al que le ofrezca la
certeza de la contratación fraudulenta, desde las más altas esferas del poder
oficial en Bogotá. Uno no entiende cómo suceden estos terribles hechos, cuando,
a cambio de una, Colombia tiene, por lo menos, tres máximas cortes que, se
supone, deben velar para que no se quebrante el ordenamiento jurídico y se condene
a quien insista en usar la ley para su propio beneficio; a no ser que sea
cierto lo que siempre se escucha en la región, inmediatamente después de cada votación
para gobernadores y alcaldes: que para ganar la demanda en contra de su elección,
el alcalde o gobernador electo tiene que pagarle al magistrado ponente, que se
ganó la lotería del caso, cinco mil, diez mil y hasta veinte mil millones de pesos,
que, después, por supuesto, el acusado debe reponer del erario público. A
veces, a alguna de las cortes le da unos ataques esporádicos de moral pública y
ve uno fallos afortunados como el de la anulación de la elección de Oneida
Pinto a la Gobernación de La Guajira.
A este edificio debe llegar,a hora sí, un Gobernador capaz y honrado |
Los nubarrones egoístas no
solo oscurecen el panorama electoral en los linderos del Ejecutivo. También
traspasan impunemente a otros poderes del Estado impávido. Es usual, aunque muy
triste, ver en Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Montería, Sincelejo,
Riohacha y Valledupar honorables senadores y representantes a la Cámara bailar
al son que le cante el Presidente de la República de turno. No importa que ese mandatario
sea de la ideología política opuesta –o similar: para ellos da lo mismo- al
anterior Presidente, a quien también apoyaron en cuerpo y alma. Incluso, si es
necesario, se llega a odiar en forma visceral al presidente que salió, al que
también le bailaron sonoras melodías de contratos y puestos a tutiplén, pero
que ahora hay que combatir sin compasión porque ese ex mandatario tuvo el
atrevimiento de hacerle oposición a quien ahora alimenta el estómago roto de la
mermelada política.
El político putrefacto vive de
la miseria de sus electores, a quienes hace cada vez más paupérrimos para poder
reinar en su olimpo de estiércol: solo el hambriento sin educación vende su
voto. El ladrón de cuello blanco lo sabe. Esa certeza es la que lo anima a
seguir robándole lo que le corresponde al humilde porque si ese elector
potencial se alimenta y estudia, entonces, ya no vende el voto y el honesto
asume las riendas del Estado. Eso no le conviene al corrupto. Si ve que alguien
viene y le amenaza su reinado de impunidad, pasa de robar a asesinar. Y se suma
ahora otro elemento a la ecuación terrible para el mandato eterno del político
corrompido: el miedo.
Por ellos votaremos en blanco el 6 de noviembre |
Mi amada tierra guajira no ha permanecido
inmune a este desolador panorama de la corrupción política que campea
impunemente en toda nuestra región Caribe. Los guajiros de bien somos la
inmensa mayoría. Y nos avergüenza enormemente que unos pocos paisanos hayan
sucumbido ante el atroz llamado del canto de la sirena infernal que carcome los
cimientos profundos de nuestras buenas costumbres. Esas bases fueron implantadas
con hidalguía por nuestros antepasados, investidos de valores y buenos principios.
Y unos cuantos oportunistas, corruptos hasta la médula, han olvidado las
enseñanzas que engrandecieron a guajiros de altura: han quebrantado la fe pública
para robar descaradamente los recursos de los más pobres. Nos taladra el alma
las muertes de nuestros niños wayuu por culpa de los saqueadores del tesoro
público, los mismos que quieren hacerse elegir ahora en estas votaciones
atípicas del 6 de noviembre. Hay que pararlos en seco. Y la única forma de atajarlos es con el voto en blanco.
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