20 may 2019

Tío Fano, el único profesional entre 12 hermanos

Afranio José Acosta Mendoza, tío Fano

Por John Acosta

Entré al aposento y vi a tío Fano dormitando en la cama de mi abuela. Para no despertarlo, me acerqué con cuidado al estante en forma de L, en donde estaban los cinco baúles de madera: abrí el preciso y encontré lo que buscaba. Destapé la cajetilla de betún y miré su contenido por breves segundos. La voz de tío Fano, detrás de mí, me sacó del ostracismo en el que había caído en esos instantes porque, como suponía que el hermano de mi papá estaba dormido, me creía solo en el cuarto. “Sí, señor, tiene razón. Su betún no está por donde usted lo dejó porque yo me tomé el atrevimiento de embetunar mis zapatos con él. En todo caso, lo felicito: se parece a mí: yo también sé por dónde dejo mis cosas”, me dijo.

Yo tendría apenas unos diez años y, para entonces, tío Fano se había convertido en la admiración de todos, pues era el único de sus once hermanos que se había atrevido a desafiar al destino, al salir de La Junta, el pueblo del alma, al interior del país a arañarle a la vida una carrera profesional. De hecho, ese día estaba recostado en la cama porque apenas había llegado hacía dos días a pasar vacaciones, después de cerca de 30 horas de viaje. De modo que compararme con él, era el más grande elogio que yo podía recibir, pues todo el enjambre de primos míos quería ser como tío Fano.