Por John Acosta
Es cierto: la situación
nuestra todavía no es nada fácil. Aún hay que coger una tijera, cortar por la
mitad el arrugado y exprimido tubo de la crema dental, meter el cepillo por las
nuevas puntas mutiladas para hurgar en el interior, raspar con las cerdas los
últimos vestigios de dentífrico y poder lavar los dientes en la mañanita, antes
de salir a facilitar clases con el orgullo intacto, a pesar de todo. Todavía
timbra el celular mientras uno se está vistiendo, después del baño reparador, uno
ve el número desconocido y no lo contesta,
pues la tragedia le ha enseñado que los bancos echan mano a cualquier estrategia,
como la de llamar en horas fuera de oficina, para lograr que el moroso atienda
la llamada amenazadora del cobrador sin escrúpulos. No obstante, uno sigue ahí,
con la frente en alto y la voluntad a toda prueba, dispuesto a cumplir con el
sagrado deber de compartir conocimiento con sus estudiantes. La razón para
mantenerse en pie es que uno sabe que la universidad no tiene plata porque fue
saqueada por una empresa criminal a la que todavía la justicia no ha puesto en
buen recaudo. Y tener la certeza de que el dinero que va entrando ya no se lo
roban, es el motor que lo impulsa a uno a seguir dando la batalla para volver a
sacar adelante a una institución con más de medio siglo entregando excelentes
profesionales al país.
La esperanza, por supuesto,
está en que el sector financiero vuelva a creer en la institución. Se han dado
pasos en este sentido: gracias a la presión de los empleados y estudiantes (no
de la justicia, lamentablemente) se logró sacar a la cúpula corrupta que
desangró las finanzas de la Universidad Autónoma del Caribe. (Todos seguimos a
la espera de que la Fiscalía General de la Nación ponga tras las rejas a los
cabecillas de esta empresa criminal y devuelva a la universidad los bienes
robados). Aún quedan dentro de la organización académica residuos agazapados de
las dos administraciones anteriores que se caracterizaron por el manto tenebroso
que tendieron sobre su oscura labor al frente de esta querida institución.
Confiamos en que la nueva rectora, Claudia Patricia Da Cunha Tcachman, con la
ayuda de quienes hemos padecido los fuertes punzones de esa enfermedad, hará la
alta cirugía necesaria para lograr extirpar del todo los últimos estertores de los
dos tumores cancerígenos que han tratado de carcomer las células del
conocimiento de nuestra alma mater.
Uno de los primeros Twitter que publiqué, en medio de la duda por la reciente designación de la nueva rectora |
Hay que reconocer que en el
poco tiempo que lleva en el cargo, Claudia Da Cunha ha podido desvirtuar con
hechos los señalamientos iniciales que se le hicieron, al conocerse su
nombramiento por parte del ministerio de Educación, el pasado 18 de abril, en
reemplazo de Víctor Armenta. Los 10 meses que se desempeñó como gerente de Proyectos
Especiales en Barranquilla, durante la alcaldía de Elsa Noguera, de la casa
política de la familia Char, despertaron la malicia de quienes hemos puesto el
pecho y la cara para sacar de la universidad a la anterior administración. Yo
mismo triné en la noche de ese día, mostrando mi preocupación por los posibles
vínculos “charistas” que podrían haber con su designación; en la mañana del día
siguiente, recorrí varias veces los pasillos de la Autónoma del Caribe para
auscultar un poco el sentir de los compañeros de trabajo en torno a la reciente
rectora y tuve que reírme varias veces con las ocurrencias de la gente, muy
propia del ser caribe, para burlarse, incluso, de sus propias desgracias: se
decía que ya los estudiantes podrían pagar sus matrículas con los puntos acumulados
de la tarjeta de crédito del supermercado Olímpica, propiedad de los Char; que
los empleados podríamos pagar, a través del descuento por nómina, las entradas para
ver los partidos del Júnior, equipo de
fútbol de la misma familia; y así, una serie de mamadera de gallo sobre la
fantasía de que los Char se adueñaran de esta universidad. Obviamente, también
había cuestionamientos serios, que giraban en torno al poco interés de esta organización
familiar por la educación superior y ponían el ejemplo de la Corporación
Universitaria del Litoral, propiedad de esta casa política: lleva muchos años
ahí, estancada.
Dos de los Twitter que publiqué, en desacuerdo con la acción del sindicato |
Tan fuerte fue el rumor de
que el Ministerio de Educación le había entregado el manejo de la Universidad
Autónoma del Caribe a la familia Char, que apoya la actual campaña presidencial
de Germán Vargas Lleras, que hasta Sintrauac, uno de los sindicatos que hay en
la universidad, realizó un plantón en la tarde de ese 19 de abril. La cerrada
del parqueadero y de la salida por la calle 88, como visibilización de esa
jornada de protesta, generó el rechazo de la mayoría de empleados de la
institución, pues se consideró que iba en contravía de la decisión unánime de
todos de sacar adelante a esta querida organización académica. En la tarde de
ese día, triné varias veces en contra de esa acción que violentaba el derecho a
la libre circulación de los trabajadores y estudiantes.
El pasado 11 de mayo, la rectora se reunió con empresarios, quienes mostraron su interés en apoyar a la universidad a salir de la crisis |
Afortunadamente, Claudia Da Cunha ha dado muestras de no
estar casada con ninguna casa política. Y, en esa medida, se ha ganado el
respeto de los trabajadores y estudiantes. La reciente reunión que tuvo con el
sector empresarial, acompañada por la ministra de Educación, Yaneth Giha,
aumentó la percepción de que la Universidad Autónoma del Caribe va por el
camino adecuado para recuperarse de la crisis financiera en que la sumió la
pasada administración. Los profesores nos hemos encargado de que esa falta de
dinero no afecte la calidad docente: no es la primera vez que lo hacemos, pues
también pusimos nuestra cuota de sacrificio en los tiempos finales de la administración
de Silvia Gette y lo logramos; de hecho, también ahora lo hemos logrado.
Estamos curtidos en esta
lucha. Y la seguiremos dando. Vale la pena. Agradecemos profundamente a los
diez mil estudiantes que se han dado cuenta de nuestro esfuerzo y lo han
valorado. Estamos seguros que seguimos contando con ellos para gozar del
privilegio de continuar reescribiendo juntos la historia de la Universidad
Autónoma del Caribe.
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