César Morales Mejía. Paragüita |
Por Juan Carlos Escalante
Huyendo de mis padres
carnavaleros, me topé con un señor que le decían “Paragua”o “Paragüita”. Lo
curioso de esto es que también terminé siendo otro adicto al carnaval, en
parte, gracias a ese extraño personaje.
Salsero y verbenero, casi rayando
en la intolerancia con otros sonidos del Caribe colombiano, César Morales
dirigía una comparsa llamada Las Marimondas del Barrio Abajo. Ya antes las
había visto en medio de una Batalla de Flores; eran como mil personas en un éxtasis
maravilloso, dando unos brincos y haciendo movimientos desajustados que
arrancaban aplausos y gritos de euforia que se entremezclaban entre ese
endulzante aroma a fécula de maíz triturada y chuzos de carne de dudosa
procedencia, pero fascinante sabor.
Juan Carlos Escalante, el autor de esta crónica |
Tenía una personalidad férrea,
amante y defensor de la tradición, líder innato, le dicen los expertos. Para
ese tiempo, hace más o menos veinte y tres años, ese señor dominaba a un grupo
de jovencitos de habilidades especiales para hacer de la máscara de la
marimonda un alucinante espectáculo. Ese fue uno de los legados más poderosos
de ``Paragua”; convirtió a un personaje despreciable para muchos en un desorden
ordenado lleno de colorido y energía. Los que saben de carnaval entienden que
la marimonda no siempre fue una comparsa y que su atuendo fue transformado por
César Morales Mejía, un bacán del barrio Abajo, que lo tocó la dicha de
chocarse con la gente correcta en el momento preciso.
Durante el tiempo que hice parte
de la comparsa, entendí que es cierto que “no es solo vestirse de marimonda
sino los brincos que hay que dar...”. Que las recomendaciones eran las mismas,
pero siempre actuales: “Ojo con la careta…de una agarrada de jopo no se ha
muerto nadie, así que las niñas pilas con acercarse al público…el que se quede
coge un taxi con aire que yo se lo pago allá en la vía 40…”. Cada inicio de
Batalla de Flores o Gran Parada y, después, el Lunes de Comparsas era una
tradición personal que era compartido como por quinientas marimondas que iban y
venían, aunque muchos nos mantuvimos ahí, al pie del redoblante, a la sombra
del sol ardiente en medio del canicular calor caribeño, tapado de pies a cabeza,
pero feliz de la euforia que levantaba esa comparsa que siempre ha dado de qué
hablar…
Paragüitas, la exalcaldesa Elsa Noguera y las marimondas del barrio Abajo |
Vi nacer muchos de los
movimientos que hacen célebre a la marimonda hoy, eran dados a luz en medio de
una presentación, en medio de un paseo, en medio de una borrachera, a la sobra
de un chiste, eran la creación de anónimos para el mundo, de conocidos en la
comparsa, de mentes espontáneas que hacían de sus cuerpos un lenguaje de
alegría y jocosidad; ahogados en desorden, de palabrotas constantes, de una
imposibilidad educativa doctoral académica infinita pero de un sabor y una
delicia caribe que ni en los mejores lenguajes se podrá llevar al
papel…simplemente había que verlos enamorar miradas en muchos rincones de
Colombia; por allá, a finales de los noventa y principios del nuevo milenio, las
Marimondas del Barrio Abajo, gracias a personajes como León Caridi o el gran Samuel
Tcherassi, se paseaban por media nación llevando una representación mágica de
la alegría del carnaval de Barranquilla acompañadas, a veces, por danzas de
tradición que solventaban ese personaje incompresible de morbo fálico y
movimientos espontáneos que solo causaban risa y admiración.
Juan Carlos Escalante, con un grupo de compañeros marimondas |
La repelencia era mi lenguaje,
dentro de la máscara me burlé hasta del presidente, no respeté auditorio, los
bailarines profesionales de otras compañías no entendía como un grupo de
imberbes jóvenes desafiaran todas las reglas de la planimetría y el público explotara
en aplausos, mientras detrás de nosotros estaba ese señor que fue testigo de
cómo una sencilla idea de rescate de la tradición se convertía en un ícono
nacional.
Tantas anécdotas necesitarían un
libro…personajes y bailadores desconocidos… reconocidos solo por su epíteto o
por su nombre de pila…”Octavio, el anfibio” (Q.E.P.D), Octavio “el peluquero”,
Jhon Watts, Clavito, El negro, Bocato, El ganso, La gansa, Los Bagres, Los Vásquez, Wilson, Rafa, Luismy, Juanmi…Fercho, Julio,
Chuchi, Emili, Maritza, La Gata Salvaje…etc, etc. Códigos y personajes que
pocos reconocen y que seguro que los que bailan hoy día no saben quiénes son,
pero los que estuvimos ahí en medio de todo los llevaremos en el corazón hasta
que la conciencia nos alcance.
Paragüitas |
Recuerdo plácidamente, que en
medio de cada desfile, cada presentación, cada viaje le preguntaba a Cesar
“Paragüita” Morales: -Mira, ¿a ti en qué momento se te ocurrió está locura? Y
solo me respondía con esa sonrisa camuflada de alegría entre sus lentes oscuros, me abrazaba y me decía
“vuelve a la fila”. Y la alegría seguía,
era el momento en donde el fandango representativo de la Marimonda “La
butaca” solía sonar mejor, se desbordaba la alegría, cada marimonda es única,
cada solo de redoblante la oportunidad de expresar algo, amor, odio, respeto,
amistad, alegría, es dejarse llevar por el golpe del tambor y la armonía de las
trompetas, la pasividad asesina del trombón y el brillo de los platillos.
Ver ese monstruo llamado Vía 40,
abrirse en la calle 80, es algo que pocos han experimentado, solo aquellos que
hemos estado ahí, comprometidos con el folclor, enamorados de los sonidos del Caribe
colombiano y animados por las voces de la gente exigiéndote que te tires al
suelo y que brinques adornan nuestros recuerdos como focos de navidad en cada
momento que suenan los tambores del Caribe.
Quiero expresar todo lo que es
ser actor del carnaval, pero las palabras se quedan cortas ante tanto
sentimiento. Agradecemos a César, ese señor que le decían “Paragüita” o
“Paragua”, víctima del universo caribeño, adicto al carnaval, defensor y amante
de su folclor. Que suenen las verbenas en su nombre, que suden los bailadores
gozando sus saberes y que siga la tradición única forma de trascender en el
mundo de la globalización.
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