Valeria Gnecco Correa |
Ya me ha solucionado dos veces consecutivas la falta de medicamentos en el dispensario contratado por la entidad promotora de salud (EPS) a la que estoy afiliado y aún no la conozco personalmente. Se trata de una acuciosa joven estudiante de séptimo semestre de Derecho de una importante universidad privada de Valledupar. Ella vio una queja pública registrada el pasado 17 de marzo en mi cuenta de una de las redes sociales, en la que denunciaba la no entrega de un medicamento esencial para tratar mi presión arterial. En vista de que, a parte de los mensajes privados no contestados de mi eps, ni del dispensario farmacéutico y ni siquiera de la Superintendencia de Salud, no pasaba nada, volví a escribir, el 19 de abril, en el mismo hilo de mi denuncia: “Hoy se cumplen un mes y dos días: aún no me llega el medicamento para controlar mi hipertensión. Me responden que busque otro tratamiento ¿Supersalud?: supongo que de brazos cruzados”. Y, entonces, sin más allá y sin más acá, apareció ella como un ángel guardián.