Por Claudia Margarita Zuleta Murgas, diputada cesarense por el Centro Democrático Claudia Margarita Zuleta,
Miguel Uribe (centro) y
Álvaro Uribe
Hoy escribo con el corazón en la mano, con un nudo en la garganta y con un profundo dolor personal que no me cabe en el pecho. Miguel Uribe no es solo un líder de nuestro partido. Es un hombre joven, de apenas 39 años, huérfano de una madre asesinada por razones políticas, que desde muy temprano en su vida decidió levantarse del dolor y transformar la tragedia en propósito. Inspirado por el legado de su madre, escogió el camino correcto: el del servicio público, el de construir país con ideas, argumentos y esperanza.
Hoy pienso en él, en su cuerpo herido, en su mirada valiente. Pienso en sus hijos, en su esposa, en su abuela Nubia, en su familia que ha debido volver a enfrentar el horror de la violencia política. Pienso en la promesa que representa Miguel: la de una nueva generación que quiere hacer las cosas bien, con decencia, con amor por Colombia. Pienso en todo lo que se fractura con este atentado: su vida, su proyecto, su voz, su fe.