No recuerdo bien cuál de mis
paisanos junteros fue quien lo dijo. Lo cierto es que su frase reciente era
motivo de discusión la mañana en que yo llegué a donde la Mona Daza. “Ese
hombre es un embustero de primera categoría”, se desahogó la juntera que acababa
de llegar ahí, envuelta en una toalla desde la cabeza, como la imagen de la
Virgen del Carmen, para protegerse del sol inclemente de las once de la mañana.
“Hombe, sí”, apoyó la Mona. “Si esa es una de las escenas que se ha grabado más
rápido desde que esa gente está aquí”, remató. Resulta que el fulano había
dicho que le dolían las piernas de tanto caminar anoche: “yo sentí que, en ese
trayectico de doscientos metros, fui y vine a pie al Valle más de 20 veces”.
Quien haya sido, participaba como extra en la puesta en escena de la novela que
RCN producía sobre uno de los hijos más ilustres del pueblo, Diomedes Díaz.
En un corregimiento en donde
casi nunca pasa nada extraordinario, como en La Junta, la parafernalia que
mueve una producción televisiva de esta magnitud es un suceso que está en todas las
conversaciones (incluso, casuales) de los moradores de la población. “Hace tres
días, trajeron dos carros de bomberos, desde San Juan del Cesar, para simular
un aguacero”, contó la señora de la toalla, antes de proseguir su camino a la
tienda de mi primo Carlos Acosta, en donde compraría los dos aguacates con que
completaría el almuerzo de ese día.
“Veaa, esos pobres cachacos
están mataos a calor”, me contaba otro paisano. Se refería a los bogotanos que
trabajan con RCN y que hacen parte de la producción. “Pero uno se hace el loco,
marica, porque ahora esos manes son los que tiran la tula”, me dijo. “Imagínese
que un día estaban grabando y un carro se quedó sin frenos, casi atropellan a
Adriana Ricardo. Esa mujer estuvo a
punto de desmayarse del susto. El carro se llevó como dos perros por delante”.
Yo supe de la producción por
las fotos que empezaron aparecer en el grupo Junteros WhatsAppeando. Por
supuesto, me alegró mucho saber que iba a poder matar la nostalgia que me producen estas
lejanías, viendo a mi pueblo en televisión. No me equivoqué, la verdad. La
novela tiene una semana al aire y, hasta ahora, me parece buena. No sé el
porqué, en la procesión de la Virgen del Carmen, no grabaron la iglesia de La
Junta sino otra, creo que la de El Molino.
Mi primo Yordan Acosta está
feliz con el personal de RCN en La Junta. “Hay que agradecer lo que han hecho por
nuestra tierra”, me dice. “Adriana Ricardo, por ejemplo, es una mujer muy
sencilla”. En noviembre del año pasado, él tuvo la oportunidad de hacer un
fugaz papel. “Hice dos capítulos”, me cuenta. En la novela, es el mecánico de El Negro
Acosta, el ex suegro de Diomedes, que en la producción aparece como El Mono Arjona.
“Estoy esperando que salgan esos capítulos. Esté pendiente, primo”.
Valoro el hecho de poner a
actuar a la gente del pueblo. Me gustó mucho el papel que hizo mi amiga de
infancia Beatriz Helena, representándose a sí misma en el fogón de leña que
tiene en la mitad del patio de su casa. Ese vestido amarillo le quedaba
fabuloso. Parecía toda una actriz profesional: actúa igual de delicioso a como
cocina. Ojalá vuelva a salir en la novela. En el imaginario social, carga ahora
con el karma fantasioso de no haber querido comprarle un limón al pequeño
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