5 mar 2013

BlackBerry y WhatsApp han unido a los junteros dispersos


Por John Acosta

Estamos diseminados por las lejanías de los cuatro puntos cardinales del planeta y, aún así, nos reunimos todos los días, a cualquier hora, a darle rienda suelta al don con que la sagrada naturaleza nos dotó a los oriundos de La Junta: mamar gallo (Haga click aquí para conocer una semblanza de este pueblo). Y lo hacemos como sabemos hacerlo: sin escondrijos de ninguna índole, en medio del más agotador de los trabajos o en la más disímil de las actividades cotidianas: subidos en un poste de energía, en donde se arregla un cable eléctrico o arrastrando un carrito de supermercado en cualquier ciudad del mundo o sentados desnudos, al borde de la cama, con la pareja acostada, desnuda también, revolcándose de la risa al escuchar las ocurrencias de un paisano remoto, segundos después de haber retozado de amor con quien lee el chat en voz alta.

Y todo sucede al mismo tiempo, en los más variados lugares y climas: desde el sol agobiante del desierto del Sahara al medio día hasta el penetrante frío del hielo nocturno de Bariloche. Y, entonces,  el calor del Sahara se traslada a Bariloche y el frío de Bariloche se va al Sahara, en centésimas de segundos, debido a la habilidad innata del juntero que, por los avatares de la vida, le tocó emigrar a esos distantes lugares para rebuscar el sustento físico a costa, incluso, del apoyo espiritual.

Fabián Acosta Sierra
Es decir, muchos junteros hemos salido de nuestro terruño a buscar una forma material para subsistir, pero la nostalgia por los amigos de infancia, por el quehacer diario de nuestro pueblo del alma nos carcomía las entrañas anímicas. El no saber qué es de la vida de las personas con que jugábamos El Escondío, La Lleva, en fin, de los papás y demás familiares de esos muchachos con quienes nos dábamos trompadas juveniles, pero también (y sobre todo) abrazos de felicidad, nos arrugaba el espíritu. El no tener ni las más remota idea de qué ha pasado con la muchachada con la que nos chupábamos todo un día de sol nada más para tener el gusto de disfrutar las deliciosas aguas del pozo que se hacía en El Salto, del río que atraviesa al pueblo y lo divide en dos, el no tener ninguna razón de ellos, nos palidecía el alma.

Afortunadamente, la tecnología llegó para resarcir, en gran medida, ese sufrimiento que agobiaba a los junteros lejanos. Fabián Acosta Sierra, un juntero de pura cepa que trabaja en la mina carbonífera del  Cerrejón, tuvo la brillante idea de crear un grupo que se llama Junteros BlackBerry e invitó a unirse a él a todos los paisanos que teníamos ese aparatico inteligente, inventado por una compañía canadiense. Ahí fue Troya. En poco tiempo, ese grupo se convirtió en la cafetería en donde nos reunimos a diario, a cualquier hora, los junteros regados por el mundo entero a reírnos, en tiempo real, de nosotros mismos. El grupo es una eterna mamadera de gallo (Haga click aquí para conocer otro aspecto del juntero).

Por supuesto, no todos los junteros han sido seducidos por el BlackBerry. Más demoró en salir la aplicación WhatsApp, disponible para todos los teléfonos inteligentes, que Fabián Acosta en crear un grupo en esta nueva plataforma: Junteros WhatsApp. Ahora, los junteros nostálgicos, que somos todos, tenemos dos cafeterías en donde encontramos, cuando lo deseemos, con nuestros paisanos, estén donde estén (Haga click aquí para leer un ejemplo de cómo chatearon los junteros sobre la llegada del gas domiciliario a su pueblo ).

Como todos los seres humanos, los junteros tenemos días en que nos levantamos con nuestro pie izquierdo. Y, entonces, todo nos hiede. También, claro, chocamos con todo. Pues bien, ha habido casos en que alguien, envuelto en esos nubarrones del mal día, se disguste por la mamadera de gallo de otro. Y, como decimos los colombianos, da la piedra; es decir, se enoja. Peor: le caemos todos, desde cualquier lugar del mundo, a echarle sal a la sangrante herida que se dejó abrir por un mal día. No tiene más remedio que echar a los cuatro vientos su mal genio y volver al redil con su humor rescatado.

Ha sucedido algunas pocas veces que el aludido no dio su brazo a torcer y prefirió abandonar el grupo, resentido por los rayos y centellas que cayeron sobre él (o ella), salpicados, obviamente, del más cruel humor juntero. Entonces, aparecen comisiones de junteros que visitan el chat privado de la oveja descarriada y la convencen de regresar al grupo. O ella, por sí sola, agobiada por la soledad y la falta de compañía juntera, regresa con su capacidad de mamar gallo elevada a la máxima expresión.

Los junteros, regados por toda la bolita del mundo, obligados por las circunstancias, ya tenemos una poderosa razón para sentirnos dentro de nuestro pueblo, estando a muchas leguas de distancia de él.

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