Eduardo Zedán Acosta, sentado en medio de su hija, su nuera y su nieta. Su esposa Iris los observa y su hijo Brian lo respalda de pie |
Por
John Acosta
El primer recuerdo que tengo
de él es, por supuesto, en La Junta. Allá vivíamos los tres primos montunos que
la vieja Aba, la abuela, criaba junto a su esposo, El Tone, el abuelo. Y todas
las vacaciones llegaban los primos del lejano y próspero municipio de Agustín
Codazzi, en el vecino departamento del Cesar, así, sin tilde en la e. Venían
los mayores que nosotros, como él, los de la edad de nosotros y los menores de
nosotros. Era una romería bulliciosa que nos alegraba el espíritu rural de
niños inocentes con sus decencias urbanas, pero nos partía el alma cuando ellos
debían regresar a su tierra y nos dejaban huérfanos de sus aventuras.
Hasta hoy había pensado que
él no debía firmar sus cuadros como los firma sino con el apelativo con que lo llamamos
cariñosamente en la familia: Tato. Sin embargo, pensándolo bien, sus pinturas
no son producto de las vivencias familiares; sus trazos recogen la cotidianidad
de su tierra amada y debe firmarlos como lo conocen sus coterráneos: EZedán. La
primera letra tímida de su nombre precede el apellido árabe reconocido en su
pueblo. Se trata de Eduardo de Jesús Zedán Acosta, mi primo el pintor.
Eduardo de Jesús Zedán Acosta |
Era como un medio día y en el cuarto estaban los primos mayores. El cuarto era como llamábamos a la habitación
de barro sin pulir que estaba en la mitad del patio, justo al lado de la cocina.
Permanecía solo el resto del año, pero en vacaciones era ocupado por los primos
más grandes. El aposento era el que quedaba al lado de la sala. Ese día, entré
de impertinente al cuarto y pude ser testigo de la alegría con que Tato contaba
su más reciente proyecto. Se trataba de una novela de amor que él estaba escribiendo,
cuando ni siquiera había cumplido los 20. “Ya llevo 70 hojas”, decía y empezaba
hablar de las características de sus protagonistas. En esa época, el mundo no
tenía ni la más mínima idea de que algún día pudiese existir la informática y
las máquinas de escribir eran un raro artefacto de oficina. De manera que Tato
no podía estar escribiendo su novela sino en un
cuaderno rayado de 100 hojas, que era de los más voluminosos que habían
entonces.
Algunos de sus personajes |
El destino lo llevó a seguir
recreando su mundo con sus manos, ya no pintando palabras con un lápiz en una
libreta, sino dibujando la vida con pinceles sobre un lienzo. Los más
representativos personajes de Codazzi han sido inmortalizados por los trazos
ordenados de Eduardo Zedán Acosta. Recuerdo al Mono barbudo que su felicidad
era pasear por las calles con su carretilla llena de cachivaches. Y a la negra
escultural que había hecho del pavimento su pasarela, por donde se paseaba como
Dios la echó al mundo. Todavía hay que escribir la novela de pasión de estos
dos locos porque cuando se tropezaban en su andar, no tenían ningún reato en
retozar de amor a plena luz del día, bajos los aplausos de los transeúntes
desprevenidos que los animaban a que culminaran la faena. Desde que terminé mi
bachillerato en Codazzi, no he vuelto a saber de este par de locos, pero cada
vez que los veo plasmados individualmente en los cuadros de Eduardo Zedán Acosta
no puedo dejar de evocar los gritos de ánimo que la gradería imprevista les dedicaba
en los momentos calurosos de su fogosidad casual.
Otras de sus obras |
Cuando regresé a iniciar mi
bachillerato a Casacará, Cesar, el pueblo donde nací, porque en La Junta no
había colegio de bachillerato, tuve la oportunidad de compartir más tiempo con
Tato, pues Codazzi quedaba a más de media hora por una carretera destapada. Mi
padre trabajaba con una empresa procesadora de aceite comestible de la capital
del país, que compraba las semillas de algodón de las desmotadoras de la
región. Mi papá era el encargado de recibir la semilla en la máquina de
Casacará y le había dado un empleo a su sobrino de control de semilla para la
temporada de ese año. Cuando no estaba de turno, Tato y yo solíamos pasar las
noches en la bodega, arriba de los sacos de fique cargados de semillas, cualquiera
creería que hablando de todo, pero ya para entonces mi primo se había vuelto
mono temático: solo me hablaba de Iris Gómez, el gran amor de su vida. Yo
empezaba a garabatear mis primeros cuentos en hojas de block que doblaba en
cuatro para simular un libro y Tato me dibujaba las carátulas y algunas escenas
internas. Sus pinturas a lápiz eran famosas entre la familia, que lo buscaban
para que les hiciera el retrato con que decorarían las salas de sus casas.
Otros personajes de Codazzi |
Eduardo Zedán Acosta ha
hecho varias exposiciones con sus cuadros. No ha querido salir de su natal Codazzi
a buscar mejor futuro en alguna capital donde también valoren su arte. Por
muchos años, vivió de los esporádicos cuadros que vendía. Así pudo levantar su
casa inicial que un hermano suyo, Fabio, se la cambió por una más amplia, donde
cupiera con Iris, ahora su esposa, y sus dos hijos: Brian y Jessica. Así pudo
educar a Brian, que ya hizo rancho aparte con su señora y su hija.
Desde hace más de cinco años,
un alcalde de Codazzi quiso hacer justicia con el hijo del
pueblo que plasma el
costumbrismo del municipio en sus cuadros, y lo contrató como instructor de
arte en la Casa de la Cultura. Adultos, ancianos, jóvenes y niños han pasado
por la paciencia y dedicación de las enseñanzas de Eduardo Zedán Acosta. Con
esa enorme ayuda mensual, Tato sostiene su hogar, le da la educación a su
querida Jessica y compra el material para seguir dando fe en sus lienzos del
acontecer de su tierra.
Con su amada esposa Iris |
Afortunadamente para quienes
han tenido la satisfacción de asistir a sus clases, los distintos alcaldes que
han llegado a la administración han respetado la labor cultural de este pintor
codacense. Y la han puesto por encima de cualquier ideología partidista porque
han entendido que Eduardo de Jesús Zedán Acosta es el testigo fiel de las
costumbres de Codazzi. Ojalá no exista la excepción de que surja un politiquero
mañoso que prive a sus conciudadanos de las clases de este artista del pueblo.
Un maestro con excelente calidad artística y humana, con el aprendí a pintar!
ResponderBorrar