Recuerdo mis prevenciones
iniciales cuando se formó el Sindicato de Trabajadores de la Universidad
Autónoma del Caribe, Sintrauac: la mayoría de sus fundadores eran cercanos o a la
entonces rectora en la cárcel Silvia Guette Ponce o a algunos de los acólitos preferidos
de la ahora ex rectora. “En honor a la verdad, el único que me inspira
confianza es usted, viejo Segi”, le concluí a un compañero, en una reunión de
profesores del programa de Comunicación Social-Periodismo de nuestra
universidad. Me refería al docente Segismundo, mi compañero de trabajo en este
prestigioso programa, a quien conocía de cerca y desde hacía muchos años. No
podía entender, entonces, cómo un grupo de amigos de parrandas de algunos de
los sacristanes más fieles a Silvia Guette formaban, de repente, un sindicato,
justo cuando ella estaba en la cárcel. El viejo Segi, como le decimos por
cariño, era el único que le escuché, desde siempre, su independencia frente al
poder omnímodo de Guette Ponce.
La dinámica propia de la
serie de acontecimientos que se desarrollaban alrededor del caso de la ex
rectora, frente a nuestra institución educativa, que se sucedían a diario como
alud arrollador, fueron disipando poco a poco esa desconfianza inicial mía frente a los
creadores de Sintrauac. Además, ante
tantos dardos noticiosos que se producían constantemente en contra de la
Universidad Autónoma del Caribe, uno apostó a que la única forma de defender a
la universidad era a través del naciente sindicato. Decidí ingresar a él con
esa convicción. Por eso, cuando, en medio de ese caos vivido por todos nosotros
en esa dura época, algún vigilante o alguna secretaria o algún oficio varios,
en fin, hasta cuando alguna compañera profesora me detenían en los pasillos de
la universidad para hacerme la misma pregunta: “¿Qué hacemos, para dónde
cogemos?”, yo no vacilaba un instante para responderles convencidos: “Afíliese
al sindicato”. Ellos miraban para todos los lados, como asegurándose de que
nadie más que yo los escuchara y me preguntaban enseguida en voz baja: “¿A cuál?”. “Pues al
único, al verdadero: a Sintrauac”, les respondía.
Vinieron, después, los
álgidos momentos de la especie de golpe de estado que el pasado oscuro y
reciente pretendió darle a Ramsés Jonás Vargas Lamadrid, el rector que llegó
para remplazar a Silvia Guette. El trabajo aparentemente decidido, que había realizado Vargas Lamadrid hasta ese momento, había molestado a los alcahuetes de la ex rectora,
quienes, además, aupados por ella desde la cárcel, intentaron guillotinar la
esperanza convertida en presente halagador, que es lo que había hecho significar la
labor (hoy sabemos que hipócrita) desempeñada hasta entonces por Ramsés Vargas.
Todos, sin excepción alguna, nos dejamos seducir por los cantos de sirena del nuevo rector. La noche escogida por las hienas para ajuntar los
rezagos mal olientes de su otrora hedentina administración y recuperar así el barril que
habían dejado sin fondo, con la intención de seguir raspando el cucayo de sus
miserias, esa misma noche fue donde se consolidó la unión de los empleados de
la Universidad Autónoma del Caribe, incluyendo, por supuesto, a Sintrauc, alrededor de un nombre y un hombre: Ramsés
Jonás Vargas Lamadrid.
Obviamente, la comunidad
barranquillera también puso su valioso grano de arena en lo que entonces consideramos era un noble proceso.
La verdad, creí que el daño moral y ético, perpetrado a nuestra universidad
durante más de un año de exposición ante la picota pública, se recuperaría, con trabajo
y tesón, en, por lo menos, unos cinco años: creímos que Ramsés Vargas lo había logrado en
cinco meses. Después de que ningún personaje público quería arriesgar su
prestigio acercándose a nuestra universidad, repentinamente, ahora todos
querían visitarnos, conocer de cerca lo que estábamos haciendo con tan excelentes
resultados hasta ese momento; la comunidad externa quería, incluso, participar del disfrute de nuestro quehacer académico de
alta calidad. Se hicieron grandes eventos que (ahora lo sabemos) pretendían mostrar la grandiosidad en la que, supuestamente, vivíamos.
El mundo maravilloso que creíamos ver nos hacía pensar que esos "logros" del nuevo rector
levantaban envidias y encono en el lado tenebroso
del ser, donde habita la miseria humana.
Y, entonces, vomitaban su bilis ponzoñosa para tratar de enlodar la honra
de quien mostraba pergaminos de credibilidad internacional, incluso. Era tal la obnubilación que hasta pensábamos que no podía decirse algo distinto de quienes eran capaces de comparar la formación humanística,
profesional y familiar, mostrada en su hoja de vida de experto internacional en la gestión de organismos
internacionales, como lo era Ramsés Vargas,
con todo lo que se conocía públicamente de la ex rectora Silvia Guette.
También en esa época, algunos miembros de Sintrauac pretendieron cobrarle al nuevo rector el apoyo que le habían brindado hasta entonces: pedían puestos en cargos directivos de la universidad para ellos y para sus amigos cercanos. Como la alta gerencia no cedía, empezaron a sacar comunicados de prensa para obligar a la nueva administración a que realizara la necesaria re-estructuración administrativa de nuestra universidad de acuerdo a los caprichos burocráticos de algunos miembros de ese sindicato.
También en esa época, algunos miembros de Sintrauac pretendieron cobrarle al nuevo rector el apoyo que le habían brindado hasta entonces: pedían puestos en cargos directivos de la universidad para ellos y para sus amigos cercanos. Como la alta gerencia no cedía, empezaron a sacar comunicados de prensa para obligar a la nueva administración a que realizara la necesaria re-estructuración administrativa de nuestra universidad de acuerdo a los caprichos burocráticos de algunos miembros de ese sindicato.
Para cualquiera que tuviera
dos dedos de frente, fue fácil deducir que había oscuros y mezquinos
propósitos en quienes fueron capaces de afirmar que “Ramsés no ha logrado disipar
la sospecha que tiene un pacto con Silvia Guette”, como lo decían en un comunicado ¡Por Dios, si algo había quedado en claro en esos primeros meses era,
precisamente, la clara y decidida voluntad del nuevo rector de cortar todo lazo,
por mínimo que sea, de su administración con la ex rectora! Después se supo por qué, obviamente.