13 ago 2021

Los Gustavo: Bolívar hace caer en picada a Petro

 

Por John Acosta

Los constantes desmanes cometidos por la antigua guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), en su empeño de derrocar el estado colombiano para imponer su gobierno comunista, lograron que el pueblo de este país no quisiera nada con la izquierda y endureciera su posición contra todo lo que le sonara a socialismo: el gran legado de las Farc, en sus más de 60 años de beligerancia contra el estado, fue derechizar al país. Hasta que la izquierda internacional se dio cuenta de que había que revertir esa tendencia, si se quería ser opción de poder en esta nación suramericana. Lo primero que había que hacer, por supuesto, era desmontar la maquinaria de guerra de esta poderosa guerrilla. Y lo hicieron.

La tradicional obstinación de las Farc hacia la prepotencia, los hizo bautizar el partido que surgió de su desmovilización con las mismas siglas que usaron para la guerra; obviamente, ese error lo pagaron caro en las elecciones siguientes. Hasta que se dieron cuenta, por fin, de que el daño causado al pueblo colombiano, en más de 6 décadas de locura revolucionaria, les generaba un rechazo absoluto. Y, entonces, desmontaron también las siglas y hoy se llama Partido Comunes.

Lo cierto es que el desmonte de sus demenciales golpes ha logrado el objetivo de la izquierda internacional: que los jóvenes no padezcan lo que padecimos los maduros de hoy y vean a la izquierda colombiana como la salvadora que viene a rescatar al país de las garras de la derecha corrupta y asesina. Vea, pues, la inversión de lo que tradicionalmente había sido la izquierda radical en esta sufrida nación y lo que todavía es en los países donde ostentan el poder: igual que sucedió con los jóvenes de los años 60 y que generó la violenta aparición de la guerrilla colombiana, cuyos últimos vestigios aún padecemos. Es como si los jóvenes de hoy, por ignorar la historia, quisieran repetir en este martirizado país el gran fracaso histórico de la humanidad: la revolución socialista-comunista.

Ese discurso trasnochado de los años 60 y revivido hoy para los jóvenes ignorantes de la historia, ha ido calando de tal forma que ya en las calles de nuestras ciudades se viven los mismos desmanes vandálicos que caracterizaron la década de los 60, 70 y 80. Y los dirigentes de izquierda se ufanan sacando pecho, orgullosos de aprovecharse de la ignorancia de jóvenes desprevenidos con la historia, que se creen los pioneros de esos actos irracionales, cuyos efectos cíclicos padece Colombia desde los años 50; precisamente, Gustavo Petro, un desmovilizado de una de esas guerrillas que derechizaron al país con su accionar violento, ha surgido, entre la masa de muchachos desorientados, como el gran adalid de una ideología caduca, que pretende explotar la falta de lectura en una generación del video fácil. Y, al lado de Petro, otro Gustavo, Bolívar, que se aprovecha muy bien de sus marcados rasgos indígenas en su rostro para ocultar, con la misma eficiencia, su obsesiva tendencia de capo recién venido a más, con mansión en la meca del capitalismo mundial: Miami.

Y, entonces, Petro empezó a subir en las encuestas hasta encaramare como el de mayor opción para llegar a la Presidencia de la República. No contaba con que la avaricia económica y política de su tocayo (con rasgos de poblador primitivo y apellido de precursor de la independencia: Bolívar, claro) no solo lo hiciera frenar en esa trepada en las encuestas, sino que, además, lo hiciera regresar en picada. Es que ese otro Gustavo se puso a jugar con candela: incentivó y financió una espiral de violencia que todos creíamos superada con la desmovilización de las Farc; obviamente, se volvió a despertar en el país el rechazo a esas acciones de antaño. Y, justo en los días de la medición de la más reciente encuesta, un copartidario de los dos Gustavo sacó un diciente video en el que reveló una faceta reprochable del Gustavo capo. Resultado: Petro perdió 8 puntos porcentuales en relación con la anterior medición.

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