28 feb 2021

Se fue Jorge Oñate: solo nos quedan Poncho Zuleta y Beto Zabaleta

 

De izquierda a derecha: Beto Zabaleta, Jorge Oñate,
Rafael Orozco y Diomedes Díaz
Por John Acosta

Siempre tuve en claro una cosa: las voces nítidas del vallenato eran las de Jorge Oñate y Silvio Brito. Hoy se acaba de apagar la primera. Y, desde muy joven, afirmé con vehemencia que, en esa feliz época de enamorador sin escrúpulos, solo habían cuatro grandes representantes del folklor: Diomedes Dionisio Díaz Maestre (Diomedes Díaz, a secas), Jorge Antonio Oñate González (Jorge Oñate, sin más allá y sin más acá), Tomás Alfonso Zuleta Díaz (Poncho Zuleta, pero el de Los Zuleta, con su hermano Emiliano) y Alberto Luis Zabaleta Celedón (Beto Zabaleta, pero el de Los Betos, con Beto Villa). También estaba Rafael José Orozco Maestre (Rafael Orozco, el del Binomio de Oro, con Israel Romero, el Pollo Isra), pero hoy confieso (bastante ruborizado, por cierto) que en mi adolescencia no me gustaba su estilo; “yo quiero escuchar vallenatos, no baladas, ni rancheras”, solía decirles a mis amigos binomistas. He dicho que Rafael Orozco fue el iniciador de lo que se conoció después como la Nueva Ola del vallenato, pero lo cierto es que hoy prefiero, de lejos, la música del Binomio de Oro a la de los nuevos intérpretes de este folclor.

También escribí, en otra oportunidad, que es muy probable que esas transformaciones del vallenato sean cíclicas, pues aún recuerdo con mucha claridad cuando mi abuela, la vieja Aba (Aura Elisa) se volteaba en su hamaca, a la una de la mañana, con su frase lapidaria. “No sé qué tanto le ven a ese hombre, que lo único que hace es gritar”, decía, mientras se acomodaba, en su cabeza a medio lado, la cobija enrollada. Se refería a Diomedes Díaz, que a esa hora deleitaba con su canto a los asistentes a la Caseta Comunal de La Junta, el pueblo del alma, y cuya voz melodiosa se metía por la solera de la casa, que quedaba cerca al sitio del evento. Esa dura expresión, escuchada desde la hamaca de al lado, mojada aún por mi orinada reciente, me golpeaba duro el orgullo de niño juntero porque veía en el joven intérprete al ídolo que había desafiado a la pobreza para hacerse famoso con su arte. Hoy, cuando opino como mi abuela al escuchar a los cantantes de la Nueva Ola, pienso que, quizás, para ella no había mejores cantantes de música vallenata, en ese entonces, que el viejo Emiliano Zuleta Baquero (padre de Poncho y Emilianito, los hermanos Zuleta) y Alejo Durán, entre otros de esta estirpe musical; es decir, para los adolescentes de hoy, debe golpearles fuerte el espíritu con lo que ahora digo de los nuevos cantantes del vallenato.

De esos grandes representantes de la música vallenata, que nos alborotaron hasta las fibras más recónditas de nuestro ser durante la juventud sin luz eléctrica y sin celular, que aún nos eriza la piel al escuchar sus canciones inmortales, solo quedan dos vivos: Poncho Zuleta y Beto Zabaleta. Tengo el alma arrugada por la partida reciente de Jorge Oñate, El Jilguero de América, el Ruiseñor del Cesar. Ya se había ido Diomedes Díaz.

Jorge Oñate (centro), Poncho Zuleta (izquierda) y
Diomedes Díaz
No fui oñatista, la verdad. Dentro de las grandes discusiones musicales a las que nos obligaba el mundo sin noticias, en los pueblos del Cesar y de La Guajira, los jóvenes de la época nos vimos obligados a tomar partido en las rivalidades naturales que se daban entre los cantantes de nuestro género preferido, yo escogí ser diomedista. Y lo hice no solo por el carisma de su interpretación, sino porque lo conocí de cerca durante mi niñez en La Junta; no obstante, siempre le reconocí a Jorge Oñate la claridad de su voz: no había que devolver la cinta del casete varias veces con un lapicero (eso evitaba que se acabaran rápido las baterías de la reproductora –grabadora, pasa cinta) para escuchar una y otra vez alguna expresión que no se entendiera en una canción, como solía pasar con otros cantantes, incluyendo a Diomedes Díaz; además, sus primeras canciones las aprendí a tararear desde mi niñez, cuando todavía Diomedes Díaz no había grabado su primer larga duración, como se les decía antes a lo que hoy se les dice cd: Tiempos de la cometa y Debajo del palo de mango, grabadas por Jorge Oñate en 1972 en su sexto álbum musical, fueron las primeras canciones vallenatas que me aprendí ( a los siete años de edad) y cantaba alborozado a la orilla del río.

Oñate había nacido en La Paz (una población cercana a Valledupar, la capital del departamento del Cesar) el 31 de marzo de 1949. Y uno se lo imagina disfrutando de las deliciosas almojábanas, típicas de su pueblo, sentado en un asiento de cuero, recostado en la pared de alguna casa, mientras le mamaba gallo al que pasara por la calle. Murió hoy, 28 de febrero de 2021, en Medellín, capital del departamento de Antioquia.

La rivalidad de Jorge Oñate con Diomedes Díaz

Diomedes Díaz (con el micrófono)
y Jorge Oñate

La rivalidad de Jorge Oñate con Diomedes Díaz, en un momento cumbre de la carrera de ambos artistas, fue muy conocida. La gente le atribuye a él la inspiración de La Rasquiñita, en la que el intérprete y compositor de La Junta dice que se refiere “al que critica y vive hablando locuras y que al frente disimula que es propio del envidioso”, pues decían que muchas de las invenciones sobre Diomedes Díaz eran producto de la rabia que le tenía Jorge Oñate. “En el arte musical son poquitos los que llegan a escalar el pedestal que sostiene mi folclor; por eso, es que, con razón, los que quieren y no pueden llegar a donde está Diomedes, aplaudido por su gente, no se sienten competentes y viven con rasquiñita, hablando mal del artista, de ese que compone y canta una canción vallenata, cuando se la solicitan. Y eso es lo que necesitan y a muchos les hace falta”, dice Diomedes en La Rasquiñita.

“Yo, que voy cantando siempre mis canciones con el alma, las que me dieron la fama, que hace respetar mi nombre, no como ciertos cantores, que lo hacen por afición y aprovechan el folclor para hacer sus negociones”, agrega Diomedes en su canción. “El que no le conviene, cree acabarme con inventos. Yo de eso me río y pienso que es mejor no decir nada, que son cosas de la fama, producto de mi talento”, insiste en cantante de La Junta en su composición.

En el mosaico El Invencible, Jorge Oñate lazó una expresión, que todo el mundo vio que era contra Diomedes Díaz. “Te acabaste, cabo e vela. Jajajaja. Ahora, ni quien te prenda”, dijo El Jilguero. La vela a la que se refería es a la “Pieza generalmente cilíndrica o prismática y de cera o parafina, con un pabilo en su eje y que se utiliza para alumbrar” (diccionario de la Real Academia de la Lengua). Y el cabo a que hacía referencia es el “Extremo o parte pequeña que queda de algo” (diccionario de la Real Academia de la lengua); es decir, Jorge Oñate usó una locución muy popular en nuestra tierra, con la que se refiere a alguien que fue brilló mucho, pero que ya está opaco, acabándose.

Jorge Oñate
Por lo días en que Jorge Oñate lanzó esa frase, Diomedes Díaz acababa de lanzar un nuevo álbum musical, después de mucho tiempo inactivo en el mundo musical, primero huyendo de la justicia, acusado del asesinato de Doris Adriana Niño. Y, después, recuperándose de una enfermedad que lo había dejado inmóvil por otro tiempo; es decir, había sobrada razones para pensar que Diomedes Díaz estaba acabado musicalmente; por eso, todo el mundo dio por sentado que la expresión de Jorge Oñate iba en contra de su rival en el canto.

Entonces, Diomedes Díaz grabó una picaresca canción, acompañado en el acordeón de Omar Geles: Periquito con arroz, atribuida a la maestra Emilia Herrera. La composición tiene un estribillo, que ya, de por sí, sería una respuesta dura para Jorge Oñate: “Ay, dime, Rami, qué comiste, también para comé yo: ay, yo comí sancocho´e pavo y, tú, periquito con arroz”. La diferencia entre un pavo y un perico (Ave trepadora, especie de papagayo: diccionario de la Real Academia Española de la Lengua) es abismal. Es obvio que el primero comió muy bien, pero el otro comió muy mal. Y, como para que no quede duda de que esta puya era para Jorge Oñate, Diomedes Díaz le añade un verso a la canción: “Al hombre del cabo e vela, ahí le dejo este mensaje: todos los pájaros vuelan, pero no cantan iguales”. Oñate era conocido como jilguero y ruiseñor, ambos pájaros. Y para acabar de rematar la ofensa, Diomedes Díaz termina la canción así: “Ay, pa que cante como yo, tiene que comerse un pavo y Omar Geles me le dé periquito con arroz”.

Afortunadamente, con el pasar del tiempo, esas diferencias se fueron disipando. Y ambos llegaron a compartir, incluso, en tarima, aplaudidos por el público, mientras ellos se abrazaban y cantaban a dúo. Los dos han partido para siempre. Dios los tenga en su gloria.

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