De izquierda a derecha: Beto Zabaleta, Jorge Oñate, Rafael Orozco y Diomedes Díaz |
Siempre tuve en claro una cosa: las voces nítidas del vallenato eran las de Jorge Oñate y Silvio Brito. Hoy se acaba de apagar la primera. Y, desde muy joven, afirmé con vehemencia que, en esa feliz época de enamorador sin escrúpulos, solo habían cuatro grandes representantes del folklor: Diomedes Dionisio Díaz Maestre (Diomedes Díaz, a secas), Jorge Antonio Oñate González (Jorge Oñate, sin más allá y sin más acá), Tomás Alfonso Zuleta Díaz (Poncho Zuleta, pero el de Los Zuleta, con su hermano Emiliano) y Alberto Luis Zabaleta Celedón (Beto Zabaleta, pero el de Los Betos, con Beto Villa). También estaba Rafael José Orozco Maestre (Rafael Orozco, el del Binomio de Oro, con Israel Romero, el Pollo Isra), pero hoy confieso (bastante ruborizado, por cierto) que en mi adolescencia no me gustaba su estilo; “yo quiero escuchar vallenatos, no baladas, ni rancheras”, solía decirles a mis amigos binomistas. He dicho que Rafael Orozco fue el iniciador de lo que se conoció después como la Nueva Ola del vallenato, pero lo cierto es que hoy prefiero, de lejos, la música del Binomio de Oro a la de los nuevos intérpretes de este folclor.
También escribí, en otra oportunidad,
que es muy probable que esas transformaciones del vallenato sean cíclicas, pues
aún recuerdo con mucha claridad cuando mi abuela, la vieja Aba (Aura Elisa) se
volteaba en su hamaca, a la una de la mañana, con su frase lapidaria. “No sé
qué tanto le ven a ese hombre, que lo único que hace es gritar”, decía,
mientras se acomodaba, en su cabeza a medio lado, la cobija enrollada. Se
refería a Diomedes Díaz, que a esa hora deleitaba con su canto a los asistentes
a la Caseta Comunal de La Junta, el pueblo del alma, y cuya voz melodiosa se
metía por la solera de la casa, que quedaba cerca al sitio del evento. Esa dura
expresión, escuchada desde la hamaca de al lado, mojada aún por mi orinada
reciente, me golpeaba duro el orgullo de niño juntero porque veía en el joven intérprete
al ídolo que había desafiado a la pobreza para hacerse famoso con su arte. Hoy,
cuando opino como mi abuela al escuchar a los cantantes de la Nueva Ola, pienso
que, quizás, para ella no había mejores cantantes de música vallenata, en ese
entonces, que el viejo Emiliano Zuleta Baquero (padre de Poncho y Emilianito,
los hermanos Zuleta) y Alejo Durán, entre otros de esta estirpe musical; es
decir, para los adolescentes de hoy, debe golpearles fuerte el espíritu con lo
que ahora digo de los nuevos cantantes del vallenato.
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De esos grandes representantes
de la música vallenata, que nos alborotaron hasta las fibras más recónditas de
nuestro ser durante la juventud sin luz eléctrica y sin celular, que aún nos eriza
la piel al escuchar sus canciones inmortales, solo quedan dos vivos: Poncho
Zuleta y Beto Zabaleta. Tengo el alma arrugada por la partida reciente de Jorge
Oñate, El Jilguero de América, el Ruiseñor del Cesar. Ya se había ido Diomedes
Díaz.
Jorge Oñate (centro), Poncho Zuleta (izquierda) y Diomedes Díaz |
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Oñate había nacido en La Paz (una
población cercana a Valledupar, la capital del departamento del Cesar) el 31 de
marzo de 1949. Y uno se lo imagina disfrutando de las deliciosas almojábanas,
típicas de su pueblo, sentado en un asiento de cuero, recostado en la pared de
alguna casa, mientras le mamaba gallo al que pasara por la calle. Murió hoy, 28
de febrero de 2021, en Medellín, capital del departamento de Antioquia.
La rivalidad de Jorge Oñate con
Diomedes Díaz
Diomedes Díaz (con el micrófono) y Jorge Oñate |
La rivalidad de Jorge Oñate con Diomedes Díaz, en un momento cumbre de la carrera de ambos artistas, fue muy conocida. La gente le atribuye a él la inspiración de La Rasquiñita, en la que el intérprete y compositor de La Junta dice que se refiere “al que critica y vive hablando locuras y que al frente disimula que es propio del envidioso”, pues decían que muchas de las invenciones sobre Diomedes Díaz eran producto de la rabia que le tenía Jorge Oñate. “En el arte musical son poquitos los que llegan a escalar el pedestal que sostiene mi folclor; por eso, es que, con razón, los que quieren y no pueden llegar a donde está Diomedes, aplaudido por su gente, no se sienten competentes y viven con rasquiñita, hablando mal del artista, de ese que compone y canta una canción vallenata, cuando se la solicitan. Y eso es lo que necesitan y a muchos les hace falta”, dice Diomedes en La Rasquiñita.
“Yo, que voy cantando siempre
mis canciones con el alma, las que me dieron la fama, que hace respetar mi
nombre, no como ciertos cantores, que lo hacen por afición y aprovechan el folclor
para hacer sus negociones”, agrega Diomedes en su canción. “El que no le conviene,
cree acabarme con inventos. Yo de eso me río y pienso que es mejor no decir nada,
que son cosas de la fama, producto de mi talento”, insiste en cantante de La
Junta en su composición.
En el mosaico El Invencible,
Jorge Oñate lazó una expresión, que todo el mundo vio que era contra Diomedes Díaz.
“Te acabaste, cabo e vela. Jajajaja. Ahora, ni quien te prenda”, dijo El
Jilguero. La vela a la que se refería es a la “Pieza generalmente cilíndrica o
prismática y de cera o parafina, con un pabilo en su eje y que se utiliza para
alumbrar” (diccionario de la Real Academia de la Lengua). Y el cabo a que hacía
referencia es el “Extremo o parte pequeña que queda de algo” (diccionario de la
Real Academia de la lengua); es decir, Jorge Oñate usó una locución muy popular
en nuestra tierra, con la que se refiere a alguien que fue brilló mucho, pero
que ya está opaco, acabándose.
Jorge Oñate |
Entonces, Diomedes Díaz grabó
una picaresca canción, acompañado en el acordeón de Omar Geles: Periquito con
arroz, atribuida a la maestra Emilia Herrera. La composición tiene un
estribillo, que ya, de por sí, sería una respuesta dura para Jorge Oñate: “Ay,
dime, Rami, qué comiste, también para comé yo: ay, yo comí sancocho´e pavo y, tú, periquito con arroz”. La diferencia
entre un pavo y un perico (Ave trepadora, especie de papagayo: diccionario de la
Real Academia Española de la Lengua) es abismal. Es obvio que el primero comió
muy bien, pero el otro comió muy mal. Y, como para que no quede duda de que
esta puya era para Jorge Oñate, Diomedes Díaz le añade un verso a la canción: “Al
hombre del cabo e vela, ahí le dejo este mensaje: todos los pájaros vuelan,
pero no cantan iguales”. Oñate era conocido como jilguero y ruiseñor, ambos
pájaros. Y para acabar de rematar la ofensa, Diomedes Díaz termina la canción
así: “Ay, pa que cante como yo, tiene que comerse un pavo y Omar Geles me le dé
periquito con arroz”.
Afortunadamente, con el pasar
del tiempo, esas diferencias se fueron disipando. Y ambos llegaron a compartir,
incluso, en tarima, aplaudidos por el público, mientras ellos se abrazaban y cantaban
a dúo. Los dos han partido para siempre. Dios los tenga en su gloria.
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