Por John Acosta
![]() |
Domingo Pino, en compañía de su esposa Beatriz y de sus hijos Mariana Milena y el gran David Hernando |
Otro tío hubiera
saltado de la alegría al leer semejante noticia sobre su sobrino. Pero Pablo
Antonio estaba acostumbrado a las felicitaciones de sus colegas profesores por
la inteligencia de David Hernando. El muchacho le había entregado a su familia
la satisfacción anual de ocupar siempre el primer puesto en su curso, desde que
hizo su primer año en la Escuela 27 para Varones, en el barrio Rebolo. El mismo
tío había sido profesor suyo de física y cálculo y no dejó de sorprenderse
nunca con el rendimiento académico de David. El único sentimiento que experimentó,
entonces, mientras se guardaba el papel doblado en el bolsillo de su camisa,
fue el de tener la enorme felicidad de llevarle personalmente la gran noticia
al sobrino de su orgullo.