Por
John AcostaEl sacerdote Diógenes Marrero, junto a la comunidad
de su iglesia, ora en el terreno donde se
edificará el templo
Los primeros monazos para demoler la parroquia de San Francisco Javier, que estaba ubicada en Villa Campestre, se dieron en la tercera semana de enero de 2021. Año y medio después, los habitantes de este sector aún están sin su templo para realizar la eucaristía. Y no es por falta de dinero, que ya está disponible, gracias a Dios: es por la negligencia de las autoridades municipales de Puerto Colombia, que no han sido capaces de garantizarle a esta numerosa comunidad el derecho a su libertad de culto. Lo peor del asunto, es que la valla con fondo amarillo y letras negras (popular en toda obra arquitectónica del país) ya está ubicada, desde hace algunas semanas, en el lote donde deber ser construida la iglesia, pero solo ha servido para alimentar falsas esperanzas en los creyentes católicos del corredor universitario, pues aún no arranca la anhelada construcción del espacio donde se congregarán, de nuevo, los fieles cristianos.
Y es que ha sido un camino tortuoso el que les ha tocado transitar a los católicos del corredor universitario, desde que a la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) se le ocurrió desviar (dicen que para favorecer a una constructora) el trazo original de la Circunvalar de la Prosperidad por Puerto Colombia: el nuevo tramo pasaba justo por la mitad de la iglesia de San Francisco Javier y no hubo poder humano (superior al interés particular que obligaba a demoler la obra religiosa) capaz de hacer entrar en razón a la ANI. Año y medio después de haber sido derribado el templo, al parecer, otro interés particular se opone al levante del nuevo templo. Y debe tener mucho poder, pues las autoridades de Puerto Colombia han permanecido sumisas a él, en contra de la voluntad de la mayoría, que requiere con urgencia un lugar santo donde elevar sus plegarias a Dios.
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Y así como nada pudo convencer
a la ANI de que reversara ese favorecimiento particular en detrimento del bienestar
general de una comunidad (y evitar tumbar la iglesia), nada ha podido, hasta
ahora, convencer a la Alcaldía de Puerto Colombia de que eche para atrás ese
favorecimiento al particular que no quiere la iglesia y favorezca a los fieles
que necesitan volver a levantar su templo.
No es nada del otro mundo lo que se le está exigiendo a las autoridades municipales de Puerto Colombia: solo que cumplan con el sagrado deber de garantizar el derecho a culto a una comunidad que ha cumplido con todas sus obligaciones con el municipio. No es posible que haya necesidad de que la comunidad recurra a las vías de hecho para lograr que los funcionarios púbicos les haga cumplir con sus derechos constitucionales.
Y ya hubo una primera voz de
alerta. La comunidad, junto con Diógenes Marrero, párroco de esta iglesia en el aire, estuvo
en el lote donde se debe construir la iglesia. Con pancartas exigiendo que se les
permita comenzar pronto con la construcción de su templo, oraron en el terreno
donde debe ser construido templo. Aquí el video de la jornada de ese día:
Hay un dato curioso sobre el lote
donde se edificará la iglesia de San Francisco Javier. Hace algún tiempo,
estuvo ahí una valla donde se anunciaba la pronta construcción en ese sitio de una
sede de supermercados Olímpica. La valla duró unos meses ahí, pero, al final,
la Olímpica fue construida unos lotes más abajo. Lo cierto es que la comunidad católica
del corredor universitario está dispuesta a santificar el sitio con la construcción
de su iglesia en ese lugar.
Ojalá el anuncio reciente de
la jefa política del alcalde de Puerto Colombia de adherir a un candidato presidencial
ateo, no diluya más el querer de la comunidad católica del corredor universitario
de construir de una vez por toda su iglesia.
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