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Jairo Morales, en el rebusque: Mercado Público de Barranquilla |
Por
John Acosta
El sábado le fue muy bien al
desplazado Jairo Miguel Morales Rodríguez en el mercado público de
Barranquilla, gracias a Dios. Hasta se desquitó el hambre que pasó el día
anterior (viernes): fue hasta la antigua Superintendencia Fluvial a comerse de almuerzo
una suculenta mojarra frita, acompañada de sopa de pescado y arroz de coco. El pescado
era tan grande que pudo dejar la mitad para llevársela a su amada Guelsy a
Candelaria, donde ella tuvo que pasar la noche anterior sola porque a Jairo
Miguel le fue tan mal que otra vez le tocó dormir sobre una de las mesas vacías
del mercado, pues ese día ni siquiera hizo para el pasaje de regreso. Todas las
mañanas, Jairo Morales sale en el bus de cinco de Candelaria hacia Barranquilla
a jugar la lotería diaria de ganarse el sustento con la fumigación de negocios
en el centro de la ciudad. Camina muchos kilómetros con el sol a cuestas y la bomba
de fumigar en la espalda para rebuscarse el pasaje de vuelta y el de la madrugada
siguiente, la compra de algunos alimentos en promoción y el ahorro cotidiano para
pagar el arriendo mensual de la casa donde vive.
Siempre ha soñado con librarse
de ese pago mensual para quitarse el peso de encima de no pensar a cada rato
qué será más importante: sacar del ahorro para el arriendo y comer algo o pasar
hambre y pagar el alquiler.
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Cuando le va bien, puede almorzar y coger el bus de regreso a Candelaria |
Sinceramente, ya él no sabe
qué hacer para que el estado colombiano le otorgue su casa en el municipio de
Candelaria, Atlántico. Desde hace más de 15 años está inscrito en la Unidad de Víctima
del Atlántico, donde llegó en 2005, después de salir corriendo con su familia
del lejano departamento del Casanare, huyendo de las amenazas de las Farc, que le
dieron 24 horas para salir de ese territorio, si quería seguir viviendo.
Resulta que se había ido de Candelaria, donde viven su madre y la mayoría de
sus hermanos, con rumbo a Cúcuta. Allá se enamoró y un fabricante de calzado le
propuso que se fuera a la capital del Casanare a distribuirle sus productos.
Así lo hizo Jairo Miguel: se llevó a su señora y sus hijos a Yopal. Y le tocaba
ir de pueblo en pueblo a vender zapatos cucuteños. Hasta que los guerrilleros
lo ficharon y le dijeron esa cédula del departamento del Cesar que él portaba indicaba
que era paramilitar y que la venta de calzados era una fachada para esconder su
propósito de espiar a las Farc: le dieron un día para que se largara del Casanare
con su familia. Al tiempo de su regreso, la cucuteña lo abandonó, aburrida de pasar
trabajo al lado de un hombre que vivía en una lucha eterna con el destino para
poder sobrevivir.
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Como hombre de fe, Jairo sigue aún con sus constantes e inútiles visitas a la Unidad de Víctimas del Atlántico |
Entonces, Jairo Morales se
llevó a una candelariera a probar suerte con ella en Venezuela. Allá le iba
bien: tenía su tienda de víveres y vendía bastante. Tuvo dos hijos con ella;
sin embargo, la crisis política y económica de ese país lo envolvió, agravado con
un cáncer agresivo que atacó a su compañera de vida: tuvo que volver a Candelaria,
con una mano adelante y otra atrás. Enterró en el pueblo a la madre sus
pequeños y empezó a ganarse la vida de pueblo en pueblo vendiendo de todo lo legal
que se le travesaba: de medicina natural hasta gafas para leer. Así conoció a
Guelsy, su actual compañera, una colombiana que también le tocó regresar a su
país después de haber hecho una vida en Venezuela.
Sigue la errada política de vivienda
en Candelaria
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Aún sigue la invasión por errática política de vivienda en Candelaria |
La gran esperanza de tener
casa propia en Candelaria, donde reside, se le acrecentó a Jairo Miguel Morales
Rodríguez a principios de este 2021, cuando varias familias humildes, cansadas de
pagar arriendo en las casas otorgadas en el pueblo por el estado a personas que
las arriendan y/o venden, decidieron invadir un lote, donde se suponía que el
estado construiría una cuarta etapa de casas gratuitas: todos residían arrendados
en viviendas de la primera y segunda etapa, entregadas, en su mayoría a
personas que no las necesitaban, pues ahí está la prueba clarísima: la mayoría
de beneficiarios o las vendieron o las arrendaron. Jairo Miguel participó de esainvasión, esperanzado en tener, al fin, un sitio digno y propio en donde
residir. Esa alegría no le duró mucho.
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Una calle de la segunda etapa de Nueva Candelaria; al fondo, el lote invadido |
En la Alcaldía de Candelaria
le dijeron que, si seguía en ese pedazo de tierra de sus esperanzas, podría
perder la oportunidad de perder cualquier beneficio futuro que le otorgaría la Unidad
de Víctimas, como castigo por invadir una propiedad del estado. Como había
escuchado rumores sobre la posibilidad de que se entregarían 40 de las casas de
la tercera etapa (ya construida) a víctimas del conflicto armado, Jairo Morales
decidió, con el dolor en el alma, salir del trocito de tierra de sus sueños: se
salió del lote invadido.
Ya entregaron las casas de la
tercera etapa. Y esta vez, tampoco Jairo Miguel salió favorecido. Y, otra vez,
la mayoría de los adjudicados, han vendido o han arrendado las casas que ellos
no necesitan. La anomalía en esas entregas fue tan evidente que, hasta el propio
alcalde del pueblo, Gregorio Brito Valencia, mediante un video que hizo viral
en el municipio, criticó la situación y solicitó a las personas favorecidas por
segunda y tercera vez que devolvieran sus casas. Aquí, el video de la Alcaldía:
No obstante, después de esa cacareada
denuncia, el alcalde guardó un súbito y extraño silencio: ya la gente rumora
por la causa de ese manto de mudez repentina del burgomaestre local. Dicen que
muchas casas devueltas fueron entregadas a familiares de empleados municipales.
Conocí el caso de una señora que fue beneficiada por segunda vez. “Hablé con el
alcalde, le dije que le devolvía la segunda casa que me dieron, pero con la
condición de que se la dieran a Margarita Julio Movil, una prima mía, madre
sotera de cinco hijos y no tiene casa. El alcalde me prometió que sí se la
entregarían a Margarita, pero me engañó: se la entregaron a un familiar de un empleado
de la Alcaldía”, comenta la señora.
Margarita Julio Movil es
hermana de crianza de Jairo Morales. Ella también es una colombiana que se vino
de Venezuela con cinco hijos y no tiene dónde vivir en Candelaria.
Jairo Morales trata, en vano,
de no preocuparse por su situación, pues no quiere volver a recaer por la
sangrante úlcera que ya lo envió al hospital de urgencia, donde estuvo recluido
por más de 15 días, a principios de año; precisamente, por los días de la
invasión. Sigue esperanzado en que la Unidad de Víctimas, por fin, lo
favorecerá. Y en que la política pública de vivienda en Candelaria, esta vez,
sí le darán su casa ¿Escribiremos y publicaremos en Comarca Literaria un tercer
(este es el segundo: lea aquí el primero) reportaje con la buena noticia de que
ya Jairo Miguel Morales Rodríguez fue favorecido con su casa propia?
A principios de año,
y en plena invasión,
Jairo estuvo más
de 15 días hospitalizado
por cuenta de una
úlcera agresiva
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