12 nov 2024

La canoa de bahareque llega al puerto de sus amores con la carga ‘pa vendé’

Kelvis Morales saca los pescados de su segunda red
Por John Acosta

La mujer había esperado unos minutitos y dio la vuelta para regresarse con las manos vacías. Al darse cuenta, Kelvis José Morales Aguilar la llamó para que se devolviera. Ella volteó la mirada hacia quien le había hablado, pero no se le notaba una decisión contundente para volver; entonces, el periodista del Semanario La Calle se sintió culpable por la situación y metió su mano para ayudar a convencer a la señora. “Venga, hombe, si, al contrario, su presencia enriquece la crónica porque usted es una cliente efectiva del hombre”, le dijo. Y la mujer se regresó. “¿Cuánto es que va a llevar?”, le preguntó Kelvis José. “Una arroba”, le respondió ella.

Kelvis Morales se bajó de su canoa, que estaba amarrada en la orilla, y fue hasta la de otro colega, también aparcada. Sacó de ahí un peso, cuya base colgante era la mitad de una parrilla metálica que, en sus momentos de gloria, cubrió la hélice de un abanico de piso. Y empezó a echar en ella algunos de los bocachicos apilados en el fondo de su embarcación. Al completar las primeras 16 libras del pedido, fue hasta donde la señora y se las echó en la bolsa plástica que ella traía para ese propósito. Volvió a su canoa para pesarle el resto a su cliente.

Alcantarillado de Saloa vierte aguas negras a la Ciénaga de Zapatosa

Vista aérea de la planta de tratamiento
de aguas residuales, en Saloa
Por John Acosta

en el puerto de Saloa, los mototaxistas que estaban ahí lo abordaron enseguida y le plantearon la problemática.Igual pasó cuando, ya en una moto, circulaba por las calles del pueblo y el joven motociclista encontraba a un  líder en la acera; entonces, detenía su vehículo y presentaba al comunicador. “Cuéntale sobre el problema que tenemos ahora”, le inquiere al transeúnte casual. Y el interpelado se quejó de lo mismo. También lo hizo el presidente de una asociación de pescadores que visitó. A raíz de un video que un ciudadano de esta población envió al Semanario La Calle, donde denunciaba que el agua sucia (rebotada de los manjoles del alcantarillado) estaba llegando a la Ciénaga Grande Zapatosa, el comunicador se trasladó el fin de semana hasta allá.

Festival del Bocachico quedó solo

Wilmer Argüelles Medina

Wilmer Argüelles Medina es dirigente cívico y social de Saloa. Fue presidente veedor de la reciente pavimentación de las calles de esta población. Habló con La Calle. “Estamos afectados por la botada de las aguas negras, que hoy el alcantarillado ha dispuesto de echarla a la Ciénaga Grande Zapatosa, sin ninguna clase de tratamiento, llegando todas esas aguas negras, servidas y pestilentes a acabar con lo poquito que hay en nuestro cuerpo de agua. Nosotros, desde un principio y en varias ocasiones estuvimos en la veeduría Despertar del municipio de Chimichagua: estuvimos sentados con la Gobernadora, el Alcalde y personas de Aguas del Cesar y los contratistas. Y, a estas alturas de la vida, uno le tira el balón al otro. Y hoy las alcantarillas están colapsadas. Por ejemplo, el día del Festival del Bocachico se derramaban esos manjoles y la pestilencia retiró a la gente porque no soportaba el hedor. Eso es parte del alcantarillado que tenemos hoy en Saloa”.

8 nov 2024

‘La Piragua’ es ‘La Bendición de Dios’ y pertenece a Álvaro Morales

Álvaro Morales, en su canoa metálica
Por John Acosta

Esa mañana no estuvo buena. Hubiera podido ser peor: por ejemplo, irse con un solo pasajero, cuando a la enorme canoa metálica le caben de 20 a 25 viajeros. Ese sábado de octubre, apenas iban tres, pero el viaje se hubiera podido salvar si no hubiese pasado nada en el recorrido; sin embargo, pasó. Álvaro Morales Arciniegas había recibido la llamada de su hermano, que era el presidente de la Asociación de Transportadores Fluviales de Chimichagua (municipio del Cesar) a las 7:20 de la mañana. “Compa, póngase pilas que estos tres pasajeros quieren irse conmigo y usted sabe que yo no los puedo llevar en la chalupa del hospital”, escuchó del otro lado. Álvaro estaba en su casa y lo llamaban desde el puerto. Tenía el turno ese día y no podía arrancar tan tarde.

El presidente arrancó a las 7:30 de la mañana con las dos enfermeras, la comunicadora del centro hospitalario y las neveras de icopor cargadas de vacunas. Iban a apoyar al personal de salud del corregimiento de Saloa, donde también se llevaba a cabo la octava jornada de vacunación contra el papiloma humano, convocada por el gobierno nacional. En el puerto quedaron el Defensor del Pueblo del área, la docente que iba a pasar el fin de semana con su abuela y el periodista que iba a verificar una denuncia ciudadana en Saloa.

29 oct 2024

Herminia Barrios y Andrés Castrillo: líderes forjados a pulso limpio

Herminia Barrios y Andrés Castrillo
Por John Acosta, @Joacoro

La entrevista terminó alrededor del medio día. Y, una vez agotado el tema del súper tanque de agua para Valledupar (que fue el motivo de ese encuentro), la señora Herminia Lucía Barrios Gutiérrez pudo, al fin, desahogar su segunda mortificación. “Vea, ¿cuándo nos ayuda el Semanario La Calle con ese colegio?”, le dijo al periodista, mientras señalaba, desde la terraza de su casa, a la Institución Educativa Consuelo Araújo Noguera. El reportero vio, entre las rejas que protegen la entrada de la vivienda de su anfitriona, que un trozo del muro de encerramiento del colegio estaba tirado en el suelo. La cita, finalmente, se concertó para el lunes siguiente.

Dos líderes que se apoyan

Herminia Barrios es la presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC) de la primera etapa del barrio 450 Años. Cuando La Calle regresó a su casa a cumplir con esa segunda visita, la señora Herminia no estaba sola. Ella presentó al señor Andrés David Castrillo Julio, quien acompañaría esa tarde a hacer el recorrido alrededor del colegio. Sólo hasta que se llegó detrás de la institución educativa, fuera del último muro de bloques de cemento, se tuvo certeza de quién era, realmente, Castrillo Julio. Las casuchas de tablas, con techos de zinc viejo, soportados con piedras sobre las humildes viviendas, apenas podían sostenerse en pie sobre el suelo, mojado por las corrientes del caudaloso arroyo que creció con furia debido al aguacero de la noche anterior.

25 oct 2024

La Maga de los bolis de Valledupar empezó meneando dulces

Por John Acosta, @Joacoro

Fotos: El Duende

El reguero de bolis que rodaba por el pavimento aquella mañana no presagiaba nada bueno para el día. El icopor cedió ante la presión de los envoltorios congelados de distintos colores y sabores y la cava terminó rompiéndose, una cuadra antes de llegar a la puerta de la universidad. Magalia Esther Bracho Mejía miraba impotente ese desastre multitono dando vueltas por la calle, como rodillos que participaban en una comparsa de carnaval. Y cuando la desazón le invadió el alma por el tiempo y dinero perdidos en horas de trabajo en vano, sucedió lo que habría de regocijar su espíritu para siempre y que aún es el estímulo del que ella echa mano cada vez que su ánimo decae por cualquier circunstancia. Una chorrera de estudiantes de distintas disciplinas aparecieron de repente. “Tranquila, vaya a buscar otra vasija que nosotros nos encargamos de recoger esto”, la alentó uno de los jóvenes. “Y por las ventas no se preocupe: hoy volarán más rápido que pan caliente”, le dijo otro. Y así fue. “No quedó ni uno”, le contó Magalia Bracho al Semanario La Calle, muchos años después.

De dulces a bolis

Magalia se había decidido por este nuevo emprendimiento, por insistencia de una prima, que la convenció para que aprovechara la cercanía a su casa de la nueva universidad que había abierto su sede en Valledupar. “Empecé con un termo, que se vendía rápido entre los estudiantes”, cuenta ahora. “Ya tengo 28 años de estar vendiendo bolis”, agrega con orgullo; sin embargo, sus garras de negociante empezó siendo una infante, aunque ella lo define de otra manera: “Desde niña, me gustó trabajar”, dice.

21 oct 2024

Al tanque de Emdupar le invirtieron $23 mil millones, pero el agua no llega a las Comunas 3 y 4

Por John Acosta

Después de que el Semanario La Calle publicara, en su edición del lunes 30 de septiembre, un reportaje sobre el súpertanque que el Gobierno Nacional le donó a Valledupar, con un  aporte de más de 23 mil millones de pesos, para beneficiar exclusivamente a unas 187 mil personas residentes en las comunas 3 y 4, habitantes de esos dos sectores de la ciudad llamaron al periódico para decir que a ellos no les llega agua; entonces, La Calle se trasladó a barrios de estas dos comunas para constatar las quejas de los usuarios.

Otra gran incógnita que se manejó en ese artículo periodístico fue que no aparecían los planos, ni las actas de entrega; es decir, no se sabía quién recibió el tanque que hoy sus beneficiarios dicen que no les sirve. La Calle obtuvo los planos de la obra y las actas de entrega.

15 oct 2024

El Flaco: 40 años vendiendo comida por las calles de Valledupar

Por John Acosta

Fotos: El Duende

Dice que tiene 40 años en el oficio, pero, en realidad, son más: José de Jesús Navarro Gil sólo está metiendo lo que lleva de recorrer las calles de Valledupar; sin embargo, las condiciones de su niñez de limitaciones lo obligaron a iniciarse en ese quehacer desde muy temprana edad, allá en El Banco, Magdalena, donde la vieja Emilia Gil había llegado con su recua de hijos a buscar mejor vida. José de Jesús había nacido ocho años atrás en el corregimiento de Juana Sánchez, municipio de Hatillo de Loba, Bolívar. Allá le tocó dejar su inocencia feliz, recordada con la nostalgia de un hombre hecho a pulso, para cambiarla por la dura realidad de su nueva infancia trabajadora.

Su papá, de quien también heredó su nombre, tenía una finca en Juana Sánchez. El pequeño José de Jesús no cambiaba por nada esas gloriosas mañanas en que iba al corral con su totuma para que el viejo le echara la espuma de la leche recién ordeñada. Su máxima responsabilidad de entonces se limitaba a portear: abrir y cerrar el portón que unía el corral de los terneros con el de las vacas para dejar pasar de a uno en uno, cada vez que su viejo, al terminar de ordeñar un animal, le pedía que echara otro hijo. “Fueron bastante los pisones que me mamé tratando de no permitir que salieran todos los terneros al tiempo”, le cuenta ahora a La Calle.

4 oct 2024

El Brujo manda la parada en la calle sexta de La Nevada

Por John Acosta

Caminando, otra vez, sin rumbo por las calles de Barranquilla, el joven Luis Antonio Gómez Camargo tomó otras de las drásticas decisiones de su vida, que habría de cambiarle el curso de su destino para siempre. “Me someto a apostarle al truquismo: me metí a brujo”, le confesó al Semanario La Calle, más de 50 años después. Compró un juego de barajas bañada en ferromagnetismo y las abría como un acordeón: cuando la gente veía esas cartas alienadas y suspendidas en el aire, gritaba: “¡Ese man es un brujo!”. Ayudado con su inteligencia natural (“Y con mi parla”, le contó al periódico), empezó a leer la suerte en la mano, en el tabaco, y en la borra del café. “Me formalicé famoso en el barrio Tayrona, de Barranquilla”, le dijo al semanario. Para convencer más a sus potenciales clientes, vestía siempre de camisa negra manga larga.

“Embustero sí he sido, pero siempre me he cuidado de no cogerme lo ajeno; incluso, me convidaban a meter vicios: nunca lo acepté. Lo que me perjudica, no lo dejo pasar. Nunca he estado preso, nunca he tenido nada con la Policía. Y siempre andaba sin papeles. No tengo malos antecedentes. No le debo nada a nadie. Ando feliz”, aclara.

30 sept 2024

Un súper tanque de agua que ahogó las esperanzas de los vallenatos

Por John Acosta

En septiembre de 2021, los medios de comunicación locales y nacionales registraron la noticia que puso feliz a la comunidad de Valledupar: la ciudad estrenaba un súper tanque de agua con una capacidad de 20 mil metros cúbicos , lo que le garantizaría el suministro del líquido a 187 mil habitantes de las comunas 3, 4 y 5. Con una dimensión de 72 metros de ancho por 72 metros de largo y cinco metros de alto, es el segundo tanque de almacenamiento de agua tratada más grande de Colombia.  Tuvo una inversión de $24.875 millones de pesos, aportados por el Gobierno Nacional, mientras que el municipio participó con la donación del lote donde fue construido. Cinco años después, esta megaobra, lamentablemente, no ha cumplido su fin.

23 sept 2024

Medio siglo después, Soño revivió en Bruno

Por John Acosta 

La primera (y, quizás, única) vez que habló del perro de su infancia, lo hizo a los 40 años. Fue en Barranquilla, cuando dos estudiantes universitarias de su clase de redacción, le preguntaron si le gustaba las mascotas. “No me disgustan, la verdad”, respondió, en ese momento; entonces, ellas fueron más directas y le preguntaron si alguna vez él había tenido un perro. “Sí, claro: cuando era niño”, volvió a contestar. “¿Y cómo se llamaba?”, insistieron las dos aprendices. Y el profesor no pudo evitar remontarse a los albores de su vida, allá en La Junta, donde había sido criado por su abuela paterna. No encontró, en los recovecos de su memoria, mayores episodios al lado de ese animalito que olvidó por completo en el transcurrir de su existencia.

Un binomio de maldad se ensañó con los Wayúu para ponerles nombres burlescos

Por John Acosta

Zaida Maritza Hernández Pushaina llegó esa mañana a la ranchería. Era otra de sus visitas que ella hacía con pasión en su ya larga experiencia como profesional social, atendiendo siempre a su raza Wayúu. “Me recibió con mucho cariño una señora ancestral”, le contaría después al Semanario La Calle. Una vez terminado el protocolo cultural (el vaso de chicha, el pocillo de tinto, en la enramada) de la visita, Zaida Hernández procedió a realizar su estudio de caracterización social e identificación; obviamente, pidió la cédula a la legendaria señora. Y volvió a sorprenderse con el nombre, a pesar de que no era la primera vez que le sucedía cuando tenía el documento de identidad en sus manos: Aspirina Ipuana, decía llamarse la señora; entonces, la trabajadora social de la Universidad de La Guajira hizo lo de siempre.

Zaida Hernández
“Hay muchas personas que desconocen el significado de su nombre Yo le dije, ¿usted sabe
para qué sirve la aspirina? Me respondió que no.  Le dije que era un medicamento, que sirve para el dolor. Y me dijo: ‘No, es que esos son los arijunas. Yo le dije cómo era mi nombre’. Es que ella lo pronuncia y lo interpreta como lo hacemos los Wayúu”, le explica Hernández Puchaina a La Calle. Ya enterados de lo que representa el nombre que le pusieron, algunos desearían resarcirse. “Y también me dicen cómo hacemos nosotros para cambiarnos esos nombres”, cuenta Zaida Maritza.

16 sept 2024

El Hombre Caimán que envejece en Valledupar, como el líder de Adultos Mayores

José Francisco Benítez Lara
Por John Acosta

Ese oficio que aprendió de joven en el almacén de su papá en Plato, Magdalena, es el que le ha servido para sostener su casa y su orgullo, ya de adulto mayor, en Valledupar: técnico de electrodomésticos. Terminó su primaria en el pueblo del Hombre Caimán, donde José Francisco Benítez Lara nació el 23 de marzo de 1949, ya adolescente, que era como se terminaba antes los primeros años de estudios básicos; entonces, José Benítez empezó a curucutear las máquinas de coser Singer, que su padre distribuía en la región y ya nadie le ganaba en reparar cualquier daño que estos legendarios aparatos tuvieran. Puso el taller al lado del negocio de su progenitor y fue tan floreciente que no pensó dos veces en vivir de ese quehacer cuando se vio obligado a emigrar a la próspera capital del Cesar, en 1979, donde viviría su ancianidad feliz como líder de sus congéneres.

Su papá había comprado una finca en El Difícil, donde llegó a vivir cuando se vino de Corozal, Sucre, a buscar mejores oportunidades. Allí empezó con la Singer y le fue tan bien que lo pusieron a distribuir en esa región desde Plato, una boyante población de la zona. En esos ires y venires del negocio a la granja, su hijo José Francisco conoció a la dificilera que sería su esposa. El acoso que sufrió en la tierra de su compañera de vida por la finca heredada, lo obligó a venirse, con su señora y su pequeña hija, a Valledupar. En la tierra del folclor vallenato, José Benítez empezó a trabajar en lo que su padre dedicó su existencia: la venta a crédito puerta a puerta.

9 sept 2024

Lo que sucede en los buses de los conjuntos vallenatos

Por John Acosta

La primera versión la escuchó el hoy periodista del Semanario La Calle, cuando era un adolescente. La contó Libardo Gutiérrez: resulta que Diomedes Díaz llegó a desayunar al restaurante que la esposa de su paisano Libardo, Marina Moreno, tenía en Casacará, corregimiento de Codazzi (Cesar). Es de suponerse que el cantante de La Junta (La Guajira) vendría de regreso de alguna presentación en algún pueblo cercano y se acordó que el también juntero Libardo tenía esa venta de comida en ese lugar; entonces, el marido de Marina le espetó a Diomedes la pregunta que le carcomía el alma. “Vee, Cacique, ¿y tú de aonde sacaste esa canción?”, le dijo.

Libardo Gutiérrez le contó al adolescente que Diomedes le había dicho que la compuso en el vuelo hacia Barranquilla, a mediados de febrero de 1984; por supuesto, había una imprecisión en lo de ‘el vuelo’, pero lo sustancial era que El Cacique de La Junta había sacado esa composición en un corto trayecto. Joaco Guillén, el gran amigo del cantante juntero, entregaría, después, más detalles. Habían salido ese día en bus, de Valledupar a Barranquilla, a cumplir con seis compromisos en el Carnaval de ese año. No tenían previsto presentarse en el Festival de Orquesta y Acordeones para ganarse el codiciado  Congo de Oro porque “no tenía música nueva”, según cuenta Guillén que le dijo el Cacique, mientras disfrutaba el jugo en la frutera de Ciénaga donde siempre se detenían cada vez que pasaban por ahí.

2 sept 2024

El mecánico de motos que no pasó por Valencia, cogió la sabana y se quedó en Caracolicito

Javier Horta, en su taller

 “Paso por Valencia, cojo la sabana, Caracolicito y, luego, a Fundación”: Rafael Escalona, El Testamento

Por John Acosta

Javier Enrique Horta Ortiz tenía todo en la vida para ser un exitoso campesino de El Copey, su pueblo querido. Estudiaba en la Institución Educativa Agrícola de su municipio, cuando tuvo que salir huyendo con su familia. Había nacido en esa población en 1976 y nunca había salido de ella. En el Agropecuario, como conocen a su colegio en El Copey, aprendía lo básico para cultivar la tierra. Es posible que hubiese terminado trabajando en fincas o parcelas de otros, pero su empuje le hubiera dado para conseguir su propio pedazo de terreno para trabajarlo como Dios manda; sin embargo, a los 15 años de edad, tuvo que abandonar a sus estudios, a su pueblo del alma y la que había sido su casa hasta entonces porque la violencia guerrillera y paramilitar de entonces no escatimaba esfuerzos para arrasar con cualquiera. Y, entonces, sus sueños de compartir para siempre con sus amigos de infancia y de juventud, mientras se tomaban un tinto, compartiendo las mismas añoranzas, con el cabello cenizo por el pasar del tiempo, se esfumaron. Y lo condenaron al destierro, a un mundo desconocido, donde debía iniciar de cero con sus padres y hermanos.

Corría 1991. Y, mientras el país se refrescaba esperanzado en un nuevo y promisorio porvenir, estrenando Constitución, Javier Horta y su familia llegaron a Fundación, en el vecino departamento del Magdalena, a tratar de arañarle al destino una vida, por lo menos, llevadera. Horta Ortiz no volvió a saber de estudios, pues debía ocuparse en ayudar al sostenimiento de su casa. Y él, que lo más adelantado que había manejado hasta entonces era bicicleta prestada por sus amigos en El Copey, empezó a trabajar en el taller El Pistón, allá en el nuevo municipio a donde fue a parar con sus padres y hermanos: pasó de potencial campesino a mecánico automotriz.

30 ago 2024

Los pequeños productores del Cesar y La Guajira se están arruinando

José Ángel Hinojosa ordeña sus vacas en La Rochela

Por John Acosta

José Ángel Hinojosa Acosta se levanta todos los días a las 4 de la madrugada a ordeñar sus 26 vacas. El establo de La Rochela, su pequeña finca, resuena con las décimas que él canta a todo pulmón, mientras hala las tetas de sus animales para extraerles los 80 u 85 litros de leche diarios que produce. El cantar de los dos gallos finos y tres bastos que tiene, junto con  la respuesta lejana de otras aves de corral desde las  granjas vecinas, son el acompañamiento musical perfecto para su voz. El bramar lastimero de algún ternero desesperado porque no le ha llegado su turno de mamar la ubre desocupada, tampoco desentona en aquel ambiente fiestero que el campesino le impone a su jornada. Hasta el cacareo de las gallinas que acaban de poner los huevos del desayuno se convierte en instrumento armónico para esa orquesta de toque madrugador. Ni siquiera el ladrido de los perros a los ruidos de las motos que pasan por la trocha cercana, ensucia aquel concierto diario.

Esa alegría que antecede el amanecer en La Rochela contrasta enormemente con la tragedia que viven los productores de leche en Colombia, en general y el Cesar, en particular; en realidad, José Ángel vende 70 litros y el resto “lo deja para el gasto aquí en la casa”, le dijo al Semanario La Calle, desde la hamaca colgada en el corredor, donde reposa después de haber apartado los terneros en la tarde para el ordeño del día siguiente. “Le echo a un calabazo, regalo tres litros, hiervo un tanto para el desayuno y la cena. A veces, cuajo mis seis litros para hacer mi pedacito de queso: ayer cuajé, hoy no. Hago ese pedacito de queso para comer aquí”, agregó Hinojosa Acosta a La Calle.

26 ago 2024

Adaníes Díaz le dejó su semilla al vallenato para irse al cielo

Churo Díaz y su padre, Adaníes
Por John Acosta

Las dos fechas históricas que publican en internet los biógrafos de ambos, no coinciden con lo que afirma categóricamente el famoso cantante vallenato Jorge Iván Díaz Lafaurie, el gran ‘Churo Díaz’: mientras él afirma que era un bebé de brazos, cuando su padre, Adaníes Díaz falleció, los biógrafos del difunto dicen que la muerte de Adaníes se dio cuando estaba en la cúspide de su vida musical (era la voz melancólica del género del Valle del cacique Upar), en un lamentable accidente de tránsito, ocurrido el 9 de febrero (a propósito, Día Nacional del Periodista) de 1983, cuando la camioneta en que viajaba chocó con una pila de escombro de asfalto que estaba sobre la vía, a escasos tres kilómetros para llegar a su destino, Riohacha. Y el talentoso Churo Díaz, su hijo, nació el 29 de mayo de 1983.

De acuerdo a esas dos fechas, que nadie aún les ha refutado a sus biógrafos, Churo Díaz era un gestante cuando Adaníes Díaz, su progenitor, murió. Si se atiene a los datos históricos que aparecen en los textos, consultados constantemente en internet, Miriam Lafaurie, madre del Churo, aún estaba en embarazo cuando el padre de su hijo falleció en ese fatal accidente.

16 ago 2024

Paro cívico contra los abusos de Afinia y Air-e, convoca Frente Amplio de Servicios Públicos del Magdalena Grande

Aspecto del encuentro, en Valledupar
Con un llamado a todas las fuerzas vivas de los departamentos de Cesar, Magdalena y La Guajira a organizar y llevar a cabo un paro cívico en estos territorios, concluyó, el pasado martes 13 de agosto de 2024, en la biblioteca Rafael Carrillo Luquez, de Valledupar, el encuentro de gran relevancia que reunió a los Frentes de Usuarios de los Servicios Públicos de tres departamentos: Cesar, Magdalena y La Guajira, territorios que componen el antiguo Magdalena Grande. Además de los líderes de usuarios de estos servicios, también asistieron a la reunión Claudia Margarita Zuleta, ex candidata a la gobernación del Cesar y actual diputada; Jesús Suárez Moscote, diputado del Cesar; y Alejandro Aroca, ingeniero eléctrico y ex secretario de Energía del departamento de Sucre.

Además, se invita a los frentes departamentales del resto del Caribe a sumarse a este plan de actividades, en defensa de los derechos de los usuarios y en contra de los abusos tarifarios.

9 ago 2024

La nieta de Máximo Movil que lucha la vida con la humildad con que lo hizo su abuelo

Por John Acosta

Margarita María Movil Chinchía, hija del famoso compositor Máximo Movil, murió a los 35 años en Casacará, Cesar; entonces, su esposo, Damián Julio Valdés (pariente del famoso campeón de boxeo Rodrigo Valdés) decidió entregar a su pequeña hija huérfana de madre a su media hermana Dorina del Socorro Rodríguez Valdés. La niña tenía los nombres invertidos de su mamá fallecida: María Margarita Julio Movil. Y su tía Dorina era tan especial para Damián, que, incluso, a su primera hija con Margarita Movil le puso el nombre de su media hermana: Doris (como exigía Dorina que la llamaran porque le parecía horrible el que le pusieron sus padres) Janeth. De manera que no habría mejor hogar sustituto para la pequeña María Margarita que el de su tía ‘Doris’. Además, era muy cierto el argumento con que Damián Julio terminó convenciendo a su hermana ‘Doris’ para que le recibiera a María Margarita: tuvo ocho hijos varones, ni una sola mujer. Damián terminó yéndose para Venezuela con sus otros dos hijos, Doris Janeth y Abel Damián.

2 ago 2024

El Tigre de Las Marías lleva 52 años vendiendo raspao en Casacará

Por John Acosta

El hoy periodista del Semanario La Calle llegó a Casacará, corregimiento de Agustín Codazzi (Cesar), en 1978 y ya Juan Martín Reales Daza era una institución  en el pueblo. Empujando su carrito de madera, ‘Martín Chupa’ (como se le conocía entonces) surcaba los arenales de las calles destapadas, desafiando la intensidad de los rayos del sol tropical con su determinación intacta y su humildad altiva. Se paraba en cada esquina y, con la tapa del cepillo metálico con que raspaba el hielo, golpeaba la base del mismo para producir el sonido concéntrico con el cual sería recordado por siempre. “¡Refréscrese bien!”, repetía en coro a todo pulmón, acompañado por el repique de su instrumento de trabajo. Cuarenta y seis años después, el comunicador de La Calle se lo encontró al frente del cementerio de la población, ‘refrescando bien’ a los asistentes al sepelio de una matrona de Casacará, que había fallecido el día anterior. “Ya llevo 52 años en este oficio”, le dijo con orgullo a La Calle al tiempo que vertía el jarabe marrón de tamarindo sobre el granizado que él acababa de raspar.

Juan Martín Reales Daza llegó a Casacará a los 11 años de edad. “Su papá vino aquí a los catorce. Recuerdo que una vez le dije: ‘yo vine más joven que usted”, le dijo al periodista de La Calle, mientras le echaba leche condensada a otro raspao para otro cliente del velorio. Juan Martín venía con sus padres y sus nueve hermanos de El Paso, Cesar, de donde salieron a rebuscarse la vida. Después de un periplo de supervivencia que los había llevado a pernoctar en La Loma y en Las Palmitas (también en el Cesar), decidieron radicarse en ese corregimiento del vecino Codazzi, atraídos por la fiebre del algodón. Martín Reales le aprendió el oficio a una de sus hermanas, que vendía raspao en un punto fijo, bajo la sombra protectora de un árbol plantado a la orilla de la carretera nacional que atraviesa al pueblo; entonces, construyó su primer carrito de madera y decidió ofrecer el servicio puerta a puerta, a los 18 años de edad. Lo pintó con esmalte de aceite y le puso un letrero en la parte delantera, cuyo mensaje definía muy bien su espíritu: ‘El Luchador’, decía.

25 jul 2024

Los pescados de ‘La llorona loca’ vuelven a Tamalameque

Por John Acosta

Juan Salazar Romero accionó el botón que estaba en la columna de concreto e inmediatamente empezó a formarse en el inmenso pozo, una línea de varias formaciones de ondas concéntricas alrededor de las secciones de burbujas que brotaban en el agua. “Mire eso y pensar que la mayoría de ingenieros me decían que la planta de oxígeno no funcionaría aquí”, le dijo Juan Salazar al periodista del Semanario La Calle, quien anotaba juicioso lo que veía y lo que escuchaba. “Simplemente, le puse una turbina de mayor potencia”, explica. En el cielo se formaban nubarrones, cuyas sombras caían en otra parte, lejos de aliviar la intensidad de los rayos solares que parecían vengar con ira en ese lugar lo que las nubes negras le impedían hacer en otros sitios. Es el más grande de los tres pozos: tiene 47 mil metros cuadrados. “Le echo 140 mil bocachicos: se me crían unos 100 mil. Es bastante”, dice con orgullo. Y no le vende ni uno a grandes proveedores. “Les vendo todo a los moteros de aquí de Tamalameque: de 5 a 10 arroba a cada uno. Y ellos van y lo revenden en los municipios vecinos”, cuenta.

La canícula del mediodía reverberaba con frenesí en la atmósfera calurosa de la ciénaga de Zapatosa; no obstante, el periodista de La Calle aceptó el reto de Salazar Romero para caminar alrededor del pozo a esa hora. “Este terreno tiene un excelente nivel freático: no capta agua ni del río, ni de la ciénaga: sólo agua lluvia”, asegura el “sembrador” de pescado, mientras mostraba con orgullo el gajo de plátano en una de las matas. Lo mismo hizo con las guayabas, los mangos, las maracuyás, en fin, todos los árboles sembrados en la orilla de la laguna artificial. Hasta auyama, yuca, ñame.  “Voy a sembrar 4.800, todos frutales”, dice.

10 jul 2024

‘Chide’ Vence, el gobernador Cariachil que lucha por su tribu

Por John Acosta

Alcides Manuel Vence Ibarra le echa gotas de aceite a las cerraduras metálicas de la puerta principal e introduce la llave y comprueba que ya el cerrojo flexibilizó bastante. “Esta vaina se oxida rápido por acá, por estos adentros, oiga”, le dice al periodista del Semanario La Calle, que subió con él hasta allá, la región de Farías (del actual municipio de El Molino), uno de los antiguos asentamientos de la tribu Cariachil, de la gran nación Chimila. Ya había hecho lo mismo con las tres puertas interiores: la de los dos aposentos y la del baño. El fresco de las estribaciones de la Serranía del Perijá, donde está el sitio, aminora un poco el calor del medio día. El comunicador, que hace poco (para el Festival de la Leyenda Vallenata) había publicado sobre el origen del famoso milagro, no pudo evitar sentirse en el territorio de donde partió el grupo de Cariachiles que participó en el histórico ataque a la antigua Valledupar, iniciado en la noche del 27 de abril de 1576 contra el hato de García Gutiérrez de Mendoza.

Convocados por Uniaymo, el Cacique de Los Tupe, todas las parcialidades de su comunidad, que actuaron bajo el mando de Coroponiaimo o Coropomeyma y las parcialidades de los vecinos Chimila, quienes se sumaron en alianza bajo el mando de su Cacique Curuniaimo o Curunayma, fueron protagonistas del famoso milagro, que también es celebrado actualmente en El Molino.

5 jul 2024

¿Quién va a Hurtado a la media mañana de un miércoles?

Por John Acosta

La que parecía ser la abuela le tomó la última foto, guardó el celular en su bolso y dio media vuelta. “Sigamos”, le dijo; entonces, el niño se puso de pie, abrazó la estatua de Diomedes Díaz (que permanece sentada en una silla), y le dio dos besitos en la mejilla izquierda. Regresó hasta la escultura de Martín Elías (que está de pie, al lado de la butaca de su padre) y lo abrazó. La señora, que ya estaba en la otra orilla de la glorieta (lista para cruzar hasta la placita donde están los monumentos de otros artistas de la música vallenata), volteó su mirada tierna hacia el pequeño. “Vamos, papi”, le insistió. El chico corrió y alcanzó a la señora. En la plazoleta adyacente los esperaban los que parecían ser los padres, tomándose las fotos en la imagen de Carlos Vives, quien seguía en su montada eterna en la bicicleta sin Shakira: el hombre se posó en la parrilla y la que debía ser su esposa se sentó en la barra.

En la calle ovalada, que separa a la Glorieta de Los Juglares con la placita de Carlos Vives, se estacionó una camioneta, de donde se bajó un señor, cuyas piernas desnudas (con la piel enrojecida por los rayos solares) delataban su procedencia andina. Su caballerosidad ancestral lo hace abrirle la puerta a sus dos hijas, que venían en la silla de atrás y a su señora, que estaba de copilota. Cruzan la plazoleta, en medio de la intensidad del sol de las diez de la mañana, y la familia se toma la foto en la estatua de Jorge Oñate. Siguen hasta donde permanece Iván Villazón en su parada infinita y, después de fotografiarse con él, el hombre aprovecha a la señora que llega a ofrecerle el menú del día a la orilla del río para preguntarle lo que le inquieta. “¿Y dónde está Diomedes Díaz?”, indaga. “Se pasó: está con su hijo Martín Elías allá en la rotonda de los juglares”, le contesta ella, mientras le señala el monumento del acordeón.

27 jun 2024

La Virgen del Rosario, un milagro que aún perdura

En la Plaza Alfonso López, de Valledupar, se conmemora
todos los años la Leyenda Vallenata
 Por John Acosta

1. La Leyenda

Era una carrera desesperada contra el fuego que caía del cielo en partes del convento y trataba de extenderse hasta la iglesia. El joven indígena iba al patio del claustro religioso y venía hasta el altar de la iglesia con sus dos peroles de agua para vaciarlos encima de la imagen sagrada de la Virgen del Rosario, cuya mirada fija hacia abajo daba la apariencia de resignarse ante aquel ataque brutal con flechas encendidas. El nativo adolescente no se conformaba con tratar de salvar a la Madre de Dios hecho hombre, sino que también le echaba a los dos hombres piadosos que estaban al lado y lado. Nadie puede determinar aún cuántos viajes cortos hizo el “indiecito”, como lo llaman los cronistas de aquel momento esencial en la vida de la naciente Valledupar; sin embargo, ese esfuerzo colosal sería borrado de la historia por el cataclismo extraordinario que provocó.

Las tres imágenes divinas se salvaron del incendio, gracias al esfuerzo del joven indígena. En medio de su cosmología aborigen, no pudo ni siquiera suponer que ese acto conmiserativo causaría una grandiosidad providencial, preludio de la más importante fiesta de acordeones del mundo. Una guaricha (doncella) y dos piaches (ayudantes) empezaron a quitar de las manos las flechas en llamas que los indígenas disparaban. Ante la fuerza de esa determinación prodigiosa, los nativos, místicos de nacimiento, sintieron un temor terrible: desistieron del ataque y huyeron.

21 jun 2024

Dannys Ospino, la emprendedora que pone el sabor en ‘Los Manguitos’ de Valledupar

Por John Acosta

La partera Flor Orcasita tuvo razón en sentenciar que esa bebé, humedecida aún por el alumbramiento reciente y que se blandía con fortaleza entre sus arrugadas manos de matrona pueblerina, sería “echá pa’lante”. Así se lo hizo saber enseguida a la madre, adolorida por el esfuerzo acabado de realizar y postrada en el catre de lona y madera cruzada, en la media mañana de aquel 18 marzo de 1983. Casacará era, entonces, un pueblo que vivía del proceso de siembra, cultivo, cosecha y desmonte de algodón; sus habitantes eran felices gastándose lo mucho o poco que alcanzaban a ganarse en aquellas faenas agrícolas e industriales. Dannys Julieth Ospino Zúñiga, como bautizaron a la recién nacida, tendría su propio negocio en la capital del departamento, pero antes debía mostrar el talante de reciedumbre que le auguró la mujer que la recibió en su nacimiento.

18 jun 2024

Eduardo Zedán Acosta, el artista que dibuja las costumbres de Codazzi

Por John Acosta

El matrimonio de Eduardo de Jesús Zedán Acosta e Iris Rocío Gómez Joiro auguraba todo para no durar nada: estaba destinado al fracaso. Esa noche del 12 de diciembre de 1980, Iris Gómez se quitó el vestido y se encerró a llorar en su cuarto porque no entendía por qué la vida le conspiraba para que no se casara ese día con su amado Eduardo. El apocalíptico aguacero que se desgajó esa tarde sobre Codazzi sobrepasó la hora destinada para el inicio de la boda y se extendió 120 minutos más allá. Lo peor era que el sacerdote José Joaquín Jiménez Gaviria no aparecía por ninguna parte y los invitados habían desafiado las torrenciales aguas que caían y esperaban ya dentro de la iglesia.  Ante la ausencia del cura, los más allegados recomendaban decidirse pronto por algunas de las dos únicas opciones que quedaban: irse a casar en alguna de las poblaciones más cercanas, que, de todas formas, quedaban lejos: San Diego (hacia el norte) o Becerril (hacia el sur). La novia no quiso ninguna y se despojó de su ajuar matrimonial; definitivamente, la futura esposa no podría descubrir e impulsar el talentoso pintor que yacía oculto en el impaciente novio que sentía ahí, encajado en su vestido de saco y corbata, cerca al atrio, cómo cada segundo se demoraba una eternidad en pasar.

14 jun 2024

Jaime Montillo, una bendición para sus paisanos en Los Corazones

Por John Acosta

Esa mañana, el Semanario La Calle llegó al corregimiento Los Corazones, del municipio de Valledupar, a buscar información para completar el artículo sobre el agua potable en el departamento del Cesar, que debía publicarse en el impreso del lunes siguiente. Y Luis Carlos Díaz Corzo, quien era el inspector de Policía cuando se construyó el acueducto del pueblo, hace más de 40 años, habló con mucha admiración de Jaime David Montillo Castilla. Lo mismo sucedió cuando La Calle fue a la casa de Cecilia Inés Díaz Díaz, la actual inspectora de Policía de Los Corazones, sobrina de Luis Carlos: no habló sino maravillas del mismo Jaime David; entonces, La Calle decidió ir a buscarlo hasta la pequeña planta de tratamiento de agua, que queda frente a la Inspección y al Puesto de Salud, pero el señor Jaime David no estaba. Se le preguntó por él a la enfermera que atravesaba la carretera central rumbo a su trabajo: “A esta hora, debe estar en el río”, respondió ella. “¿Y él siempre va allá?”, insistió el periodista. La profesional de la salud se detuvo, limpió con su toalla de mano las gotas de sudor que se le insinuaban en la frente y respondió con orgullo y admiración. “A diario”, dijo.

4 jun 2024

Jesús Suárez Moscote: el trabajador incansable de la comunidad

Hay que decirlo sin ambages: los habitantes del Cesar tienen a un diputado que no descansa ni los fines de semanas para trabajar por el bienestar de la comunidad. Jesús Suárez Moscote, médico internista, parece una hormiguita obrera. No se pierde ningún debate en la Asamblea del Departamento del Cesar, donde participa siempre con argumentos sustentados en la investigación que hace a cada tema que se trata en la duma, ni siquiera en las recientes sesiones descentralizadas que hicieron a lo largo y ancho de los diferentes puntos geográficos de la tierra agrícola, ganadera y minera. Tampoco falta a los foros donde se exponen problemáticas que atañen a la comunidad cesarense. No hay una sola manifestación de usuarios de servicios públicos en donde él no esté presente, apoyando a los manifestantes.


El puente que acaba de culminar, mientras muchos disfrutaban el largo fin de semana con festivo incluido, mediante viajes familiares a distintos lugares, Suárez Moscote y sus compañeros diputados sesionaron sin descansar el sábado, domingo y lunes. Este profesional de la salud, vinculado hace tiempos al servicio social a través de la política, estuvo, por ejemplo, en la audiencia pública de rendición de cuentas de la Universidad Popular del Cesar; en la plazoleta de la Gobernación durante la entrega de cheques para Intervenciones Colectivas en Salud, a diferentes IPS públicas del departamento del Cesar; en el   exitoso Simposio de Medicina Interna "Festival de Conocimientos y Actualización en una tierra de tradición", celebrado en Valledupar  por la Asociación Colombiana de Medicina Interna (ACMI), Capítulo Cesar; en la inaugura; en la inauguración de la Policía Metropolitana de Valledupar, la cual contará con más 1.200 uniformados distribuidos en 65 micro territorios, beneficiando a 720 mil habitantes; entre otros muchos eventos.

¿Adónde entierran a los pobres en Valledupar?

 

Por John Acosta

“Oye, viejo, yo te voy a atracar”, le dijo el joven, que apenas si había visto de sopetón, entre el claro y oscuro de las 5:30 de la madrugada de aquel 7 de septiembre de 2016. Pensó que era un amigo que le mamaba gallo y se regresó a saludarlo; entonces, el joven sacó el revólver que tenía entre el tanque de gasolina de su moto y su entrepierna. El electricista Héctor Hernández estaba sobre el alto andén , de manera que el disparo le entró por la ingle derecha y le salió por el omóplato: en ese recorrido fatal por su organismo, la bala le comprometió el hígado, el riñón y el pulmón. Duró 47 días entubado, pero el estar al borde de la muerte le hizo tomar conciencia de que si se hubiera ido de este mundo, no hubiesen tenido para darle una cristiana sepultura, pues Valledupar no tiene cementerio público.

Obviamente, eso no fue lo que pensó esa mañanita, cuando fue cayendo lentamente sobre la llanta delantera de la moto de su verdugo. “¿Cómo me matas, si puedo ser tu abuelo?”, alcanzó a increpar al atracador. Héctor Hernández alcanzó a ver dos chicas asomadas en la ventana del frente y gritó: “¡Auxilio!”; entonces, el joven alzó el arma y se echó hacia atrás. Héctor aprovechó ese descuido para clavarle las uñas y le mordió el brazo armado. Sorprendido por la inesperada reacción del casi moribundo viejo y, además, abatido un poco por el dolor del ataque sorpresa, el muchacho soltó el arma. El herido sacó sus últimas fuerzas, tomó el revólver e hizo dos disparos que pegaron en el marco donde estaba el par de jovencitas: se salvaron de milagro. Hizo tres tiros más: pegaron en la pierna derecha, en la izquierda y en una nalga del delincuente, que salió corriendo para caer más adelante. Era la primera vez que Héctor disparaba en su vida.

24 may 2024

Omar Geles: el niño humilde que se hizo grande con un acordeón que no era de él

Por John Acosta 

Roberto Geles llegó ese día a su casa con un acordeón para su hijo Juan Manuel porque estaba seguro de que su retoño sería un excelente acordeonero. Sabía que Omar Antonio, su otro hijo, podría enojarse por el detalle que el papá había tenido con su hermano: fue precavido y le llevó a Omar un tambor. De nada sirvió esa prevención de padre zorro, pues Omar no disimuló su ira por semejante despropósito. Él llevaba tiempo soñando con tocar el “arrugao” de la música vallenata. De manera que no estaba dispuesto a dejársela pasar fácil al autor de sus días. Menos mal porque el género del Valle del Cacique Upar se hubiese perdido la oportunidad de tener a uno de los más grandes intérpretes del aparato musical alemán, además de un prolífico compositor y un admirable empresario de este folclor.

6 may 2024

El vallenato, la historia que nunca muere

Con ocasión del 57 Festival de la Leyenda Vallenata, el Semanario La Calle sacó una edición especial dedicada a este evento de alta cultura colombiana. Dentro de ese homenaje, el periódico cesarense sacó unas notas sobre los seis cantantes vallenatos, que hicieron grande a este género musical, después de los reconocidos juglares que iniciaron con las uñas la historia de esta tradición lírica.

De esos seis cantantes pioneros en grabar varios LP, el autor de este blog escribió cuatro. Comarca Literaria reproduce esas cuatro notas:

Jorge Antonio Oñate, el jilguero que le puso voz al Vallenato

Por John Acosta

Jorge Antonio Oñate González estaba destinado para terminar una carrera universitaria en la capital del país, a donde lo llevó su mamá, Delfina Oñate, a que hiciera su bachillerato en la Universidad Libre; sin embargo, apenas llegó a la mitad de décimo, no por mal estudiante, que era bueno, sino porque ya se había ido picado por el amor a la música de la “arrugada” acordeón, se retiró de  sus estudios. La lejanía con el epicentro geográfico del folclor vallenato no lo “curó” de la picadura, sino que la nostalgia por la cultura de su tierra le aumentó la “fiebre” por este género rítmico: menos mal porque, de no haber sido así, los aficionados de esta tradición armónica hubiesen sido víctimas de la mayor injusticia, como es privarlos de una de las mejores voces (por lo menos, de las más nítidas) del vallenato.

En 1968, recién retirado de la secundaria, Jorge Oñate es contratado por un grupo local llamado Los Guatapurí, para arriesgarse a ser el primero en forjar a que el cantante sea la figura central del folclor, cuando la tradición había impuesto hasta entonces que las estrellas era los acordeoneros, que componían, cantaban y tocaban; es decir, en la carátula de los LP, siempre aparecía el nombre en letra grande de los acordeoneros “y los vocalistas, como él, aparecían como invitados, en letra más pequeña”, escribe acertadamente Liliana Martínez Polo en El Tiempo.

Cantar fue un refugio al dolor de Beto Zabaleta


Por John Acosta

La mañana de ese sábado 5 de febrero de 1972, el joven Alberto Luis Zabaleta Celedón pasó, repentinamente, de la alegría por ver de nuevo a su hermano mayor, Francisco Alberto, quien había salido de Bogotá en el avión HK-1139, a las 7:00 de la mañana, al desespero y la incertidumbre porque la aeronave había desaparecido sin dejar rastro alguno. Los familiares de los pasajeros habían llegado al aeropuerto Alfonso López, de Valledupar, a donde llegaría el vuelo a las nueve. Al principio, todos veían normal la demora, pues podría ser que ocurrió un imprevisto en Barrancabermeja, pero ya, al mediodía, la noticia de que el avión desapareció se regó como pólvora.


La desazón aumentaba en el alma del joven Beto Zabaleta con cada nueva versión que las malas lenguas difundían sobre el sitio donde estaría la nave; incluso, hasta llegó a desear que fuera cierta la más creíble: el avión fue secuestrado y llevado a Cuba, pero la incertidumbre volvió cuando el gobierno de los hermanos Castro desmintió la versión y se volvió a temer lo peor, que fue confirmado tres días después: la aeronave de Transportes Aéreos del Cesar (TAC) se accidentó contra Cerro Azul, en la Serranía del Perijá.

Rafael Orozco quería ser acordeonero, pero su mamá se lo prohibió

Por John Acosta

Rafael José Orozco Maestre no estaba destinado a ser cantante, sino acordeonero. Su padre, ‘Rafita’ Orozco, tocaba bien el acordeón y les inculcó a sus hijos el amor por este instrumento musical. Misael, el myor de todos, y José Agustín ya eran expertos en este arte, pero Rafael José estaba aprendiendo. Tuvo que pasar lo peor para que el género ganara un gran cantante, en vez de ver nacer a otro acordeonero. Es que aquel fatídico paseo en el río, con trago y parranda, trajo, al regreso a Becerril, el trágico accidente donde falleció Misael. Embargada por la impotencia y el dolor, Cristina Maestre, la madre, tomó la firme decisión que habría de cambiar para siempre el destino del joven Rafael José: cogió el acordeón de la casa y lo dañó. “Aquí nadie más va a tocar este aparato”, sentenció.


No habría nada qué hacer. Si Rafael José quería seguir aspirando a dedicarse a la música, tenía que hacerlo desde otra posición que no fuera acordeonero, pero, en todo caso, debía iniciar lejos de su pueblo porque aún el eterno dolor de Cristina no le permitía aceptar nada relacionado con el folclor, que ella consideraba le arrebató a su primer hijo; entonces, el adolescente  Rafael Orozco aprovechó que lo mandaron a estudiar a la capital del departamento, que, en esa época, quedaba en lugar remoto, pues la carretera destapada hacía mucho más demorado el viaje de Becerril a Valledupar.