Por John Acosta
Tengo, entre la bruma de mis recuerdos recientes, que unas dos o tres veces, en mis esporádicos viajes a Valledupar, vi el nombre en letras blancas sobre un rectangular fondo rojo y me causó curiosidad porque me dije, entonces, que estaba bien puesto para un medio de comunicación masiva: La Calle. No podría imaginar, en esos días (ni más faltaba: no soy brujo), que ahí terminaría ejerciendo una labor que, por más de 20 años, le había inculcado a los estudiantes de Periodismo de la otrora prestigiosa Universidad Autónoma del Caribe y, por más de 10, a los de la misma disciplina de la Universidad Sergio Arboleda, sede de Santa Marta. La mañana que llegué al Semanario La Calle donde aspiraba a llenar la vacante que allí había, Irina Celedón Cotes, la jefe de redacción del periódico, me devolvió mi hoja de vida que había analizado pocos minutos antes. “Nooo, lo siento, pero aquí no tenemos presupuesto para pagarle a un profesional con su recorrido”, me dijo, con la sinceridad que la ha caracterizado. Ya llevo más de año y medio ejerciendo, con satisfacción, como periodista investigativo en este reconocido periódico del Cesar y La Guajira.
Generalmente, quien se retira del periodismo se dedica a la docencia universitaria para inculcar su experiencia a las nuevas generaciones de esta carrera; incluso,hasta yo pensé que no regresaría a ejercer mi carrera, después de mi paso relámpago por los diarios El Heraldo, de Barranquilla, y La Tarde, de Pereira. En ambos, había sido redactor político recién egresado de la Universidad de La Sabana y aterricé en la Universidad Autónoma del Caribe, donde hice mi especialización, a facilitar clases de periodismo; sin embargo, después de 20 años de docencia, me tocó participar en las luchas que lograron sacar a tres rectores non sanctorum de la Autónoma: la última batalla me tocó librarla desde afuera porque el último rector que tocó tumbar nos sacó a los dirigentes que no estábamos sindicalizados; obviamente, como una especie de solidaridad de cuerpo o de miedo a que hiciéramos igual en otras universidades, se nos cerraron las puertas de la docencia y, después de más de un año dando bandazos en Barranquilla, me tocó abandonar todo allá y buscar trabajo en Valledupar.
Le experiencia en La Calle
Esa mañana, Irina Celedón tuvo que verme la cara de necesitado porque a mi solicitud de que, por favor, no viera los pergaminos sino mi necesidad del trabajo, me dijo que empezara al día siguiente. En la Sala Redacción, y aún en la parte administrativa, todos son jóvenes por lo que no ha sido posible quitarme de encima el remoquete que me asignaron desde el primer día. “Señor John”, me dicen todos, menos Irina, que está por mi misma edad.
Sagradamente, hacemos el Consejo de Redacción a la primera hora de los lunes, empezamos a investigar los temas apenas salimos de esa reunión matinal y los miércoles nos volvemos a reunir para ver cómo va el avance de las tareas asignadas el lunes. A veces, a esas alturas del paseo se encuentran algunas fuentes renuentes a dar información y toca, entonces, cambiar ese tema para otra ocasión.
Los jueves en la mañana se comienzan a diagramar los primeros artículos investigados, labor que termina la tarde del viernes, cuando el periódico de la semana debe irse a impresión.
Los premios de la satisfacción
Como todo trabajo social, el denunciado empieza a denigrar del trabajo periodístico y hasta del medio; no obstante, siempre hemos puesto nuestro empeño para que cada tema tratado tenga la mayor diversidad posible de fuentes y, sobre todo, contrastarlas; por supuesto, muchas veces hay funcionarios implicados que, creyendo que al no dar declaraciones, impedirán la publicación de la denuncia: nada más errado.
De los 13 años de vida que cumplió el Semanario La Calle el pasado 14 de mayo de 2025, llevo año y medio haciendo parte de esa historia. Y siento una enorme satisfacción porque he recibido dos premios regionales de periodismo con mis trabajos publicados en este periódico: el 29 de noviembre de 2024 recibí el Francisco de Paula Santander VI Edición, otorgado por la universidad del mismo nombre, en Ocaña, Norte de Santander; y el 19 de diciembre de 2024, el Sirena Vallenata, otorgado por el Círculo de Periodistas de Valledupar (CPV).
Una pequeña reseña de la historia laboral de un periodista que se la ha jugado toda. Cordial abrazo, primo John. Atte: Guillermo Mendoza Acosta.
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