13 mar 2024

¿Me desterró Mauricio Molinares de Barranquilla?

Por John Acosta

Pensé que el destierro era ya historia: una pena común en la antigüedad que el estado imponía como inmediatamente inferior a la pena de muerte. Alguien que haya cometido un delito o una fechoría era expulsado del lugar donde hizo la falta. Ante la falta de autoridad del estado en ciertos territorios, las organizaciones ilegales imponen su ley y destierran a quienes le incomodan so pena de asesinarlos, como lo hacía el estado antiguo; no obstante, hay otras formas modernas de condenar a personas a desterrarlas del seno de sus familias para obligarlas a buscar la subsistencia de su hogar en sitios lejano, en donde no incomoden a un poder local que teme se les revele sus andanzas; sobre todo, si el desterrado ya había participado en la cruenta batalla argumentativa con que, junto con otros soldados ideológicos,  tumbó a quien el nuevo poder pretende emular. A mí me pasó.


Ramsés Jonás Vargas Lamadrid cayó de su trono rectoral por una cesación de actividades que organizamos varios docentes y estudiantes, a la que se unieron los sindicatos de la Universidad Autónoma del Caribe. Después de él, vinieron dos rectoras que puso el ministerio de Educación Nacional en una lánguida intervención, muy tímida ante los poderes locales. Hasta que llegó al puesto Mauricio Javier Molinares Cañavera, escogido por un Consejo Superior que, después, mediante una habilidosa y exprés reforma de estatutos, él puso a sus pies. Tuvo, luego, la suerte de que la pandemia por el Covid 19 obligó al gobierno de entonces a tomar medidas para evitar que la crisis económica, que trajo el encierro forzado, permitiera que las empresas suspendieran trabajadores.


Era obvio que si la Universidad Autónoma del Caribe, al ver disminuir dramáticamente sus finanzas por la enorme disminución de estudiantes, tuviera que tomar medidas como la desvinculación de trabajadores, pero debía ser algo consensuado, entre el empleado y la empresa: empezar, por ejemplo, con quienes estaban a punto de pensionarse. No fue así. Molinares Cañavera cogió la vía de la suspensión, lo que indicaba que el asalariado dejaba, súbitamente, de recibir su sueldo mensual de forma indefinida. Hubo casos tristes de suicidio y de muerte por infarto, pues la angustia de no tener para los gastos básicos de la casa fue superior a la conciencia y al organismo.


La tapa de la perversidad


Una vez tuvo dinero para llamar a “negociar”, Molinares lo hizo con aquellos que le incomodaban: llamó a quienes lideramos las protestas contra Ramsés Vargas y no estábamos sindicalizados. Y no era que el trabajador tuviera la libre y soberana decisión de escoger si aceptaba lo que le ofrecían o se quedaba. No: quienes se negaron, en un principio, a “negociar” les llegaba el correo de suspensión. Ante la cruel posibilidad de no recibir ni cinco centavos de salario indefinidamente o coger lo que le ofrecían si se iba “voluntariamente”, el llamado a reunirse en Talento Humano se veía obligado a quedarse con la segunda opción.


Qué ofrecía Molinares: la liquidación legal, una indemnización y una beca completa que podría usar un familiar en primer grado. Eso, por escrito. Y, si era docente, recibían la promesa de horas cátedras, que, en mi caso, cumplieron sólo el primer semestre después de la “negociación". Con la espada de Damocles, amenazante, de la suspensión sobre la cabeza, uno se veía obligado a tirar tantos años de dedicación a la universidad y aceptar el retiro “voluntario”, así hubiese la certeza de que lo recibido no alcanzaría ni siquiera para pagar los compromisos financieros adquiridos con anterioridad.


El destierro


Un amigo me ayudó con unas horas cátedras en una universidad barranquillera, pero, extrañamente, y a pesar de la alta calificación que me otorgaban los estudiantes, a los dos semestre me sacaron; en otra universidad, me alcanzó a llegar, incluso, el correo institucional y la clave para ingresar a la plataforma, pero, otra vez la extrañeza: a los dos días echaron para atrás el posible nombramiento. 


Lo único distinto que hacía era poner en evidencia las acciones de Mauricio Molinares,  a través de mis artículos que publicaba en mi blog y que he divulgado siempre en mis cuentas de las diferentes redes sociales; incluso, alguna vez un egresado de la universidad Autónoma del Caribe, que había sido estudiante mío y que oficiaba de directivo en otra universidad barranquillera, me confesó lo que  ya yo sospechaba: “no puedo vincularlo como docente aquí porque usted le da muy duro al rector Molinares”. ¿Solidaridad de cuerpo o un llamado a sus amigos y pares a que vetaran a quien revelaba lo que pasaba dentro de esta querida institución? Incluso, un amigo docente de la universidad Autónoma del Caribe, que me había invitado a un evento cultural que él organizó dentro de las instalaciones de esta querida institución de educación superior, me llamó unas horas antes del acontecimiento para rogarme que mejor no asistiera por las consecuencias que a él podría acarrear mi presencia en el recinto.


Obviamente, ante esos tentáculos cerrando posibilidades y asfixiado por el estrangulamiento financiero, me tocó desterrarme. Y estoy ejerciendo el periodismo, después de 35 años de retirado, empezando como recién graduado, lejos del seno de mi hogar, completando el sustento con la solidaridad de la familia, pero con la satisfacción de haber obrado correctamente.



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3 comentarios:

  1. Estimado jhon, conozco de tu honestidad y rectitud... flores exóticas el día de hoy en estos bellacos q nunca he podido saber como llegan a tan altos cargos.. mi Solidaridad contigo amigo..

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  2. Jhon , estimado amigo Dios le dará a cada quien lo que merece mejores tiempos vendrán todos sabemos que usted es un Berraco y no se arruga ante la adversidad

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Muchas gracias por su amable lectura; por favor, denos su opinión sobre el texto que acaba de leer. Muy amable de su parte