|
En algunos conjuntos del sector, los vecinos han tomado decisiones drásticas |
Por
John Acosta
Recuerdo cuando llegué a
Barranquilla en 1991 a hacer mis prácticas profesionales al conocido edificio Miss
Universo, donde tenía su sede la entonces minera Intercor, operadora, para esa época, de Cerrejón: la ciudad era un caos en servicios públicos. Había que
esperar hasta media hora, con el auricular pegado en la oreja, a que diera tono
para poder hacer una bendita llamada; la luz eléctrica era un extraño e intermitente
privilegio, al que se podía acceder muy de vez en cuando; y no había un solo
baño en Barranquilla que no tuviera un tanque, de varios galones de capacidad, debajo
de la ducha (con la llave siempre abierta) para aprovechar la rara ocasión en
que llegaba el agua y guardar algo de este preciado líquido: jamás olvidaré el potecito
de plástico boyando sobre el agua y que se usaba para echarse el agua en el cuerpo
durante la añorada bañada y para bajar el inodoro. Hoy, 30 años después, los operadores de telefonía celular y Aire (que reemplazó a la también privada Electricaribe) han
mejorado bastante los dos primeros servicios enumerados en este párrafo; no obstante,
la empresa Triple A, tristemente, ha hecho que los habitantes del corredor universitario,
regresemos a las épocas del baño con totumita.
Lo paradójico de todo esto es
que la empresa de servicios públicos municipales de Barranquilla (oficial, no
privada) era un ejemplo de eficiencia nacional y un referente mundial, durante
las primeras décadas del siglo pasado. Hasta que la voracidad rampante de la clase política barranquillera acabó con ella y hubo que acudir a la
privatización.
Este párrafo, tomado de un artículo
de escrito por unos profesores de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, resume
un poco el proceso de lo que han sido los servicios públicos en Colombia: “Su
carácter colectivo o público, su escala y grado de concentración, su baja
circulación mercantil, sus períodos de rotación, la falta de una demanda
solvente y el enfrentamiento de barreras jurídicas, no permiten que se genere
un proceso de acumulación privada y ningún capital separadamente estaría en
condiciones de asumirlo. El mecanismo que tiende a fortalecer estas relaciones
es la intervención estatal, la cual adopta diversas modalidades. La primera: El
Estado asume directamente la producción de estos valores, donde se crean
organismos entidades especializadas, que no son propiamente polos de
acumulación y sus objetivos no están signados por la búsqueda de ganancia. (Jaramillo,
1998). La segunda: Es la creación de circunstancias para que el capital privado
pueda operar, a través de instrumentos tales como subsidios, transferencias y
concesión de monopolios. Como se indicó, en el sector urbano es donde
espacialmente se concentran más las actividades capitalistas, se aumenta la productividad
y se facilitan los intercambios, sin embargo, el proceso de acumulación implica
enormes costos, es decir, la creación de unos bienes y servicios, el cual
consume gran cantidad de trabajo social y necesariamente nuevas inversiones”.(Tomado de: https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/tecges/article/view/4387/6609v. Artículo: Una visión histórica de los servicios públicos en Colombia. Autores:
Eladio Rey Gutiérrez, José Andelfo Lizcano Caro y Gustavo Chacón M).
Lo cierto es que la Triple A
mejoró el servicio del agua potable en Barranquilla; sin embargo, también es
una verdad incuestionable que el proceso de desarrollo urbanístico del llamado
corredor universitario va mucho más rápido que la respuesta de inversión
correspondiente de esta empresa. “Estoy convencido de que el tema es que, con
el crecimiento que ha tenido este sector, nunca se tuvo en cuenta, por parte de
los constructores ni de los que otorgan las licencias, que las redes de agua que
existían no iban a ser suficientes. Y, simplemente, no es urgente para ellos
porque no pasa nada”, expresa José Mejía, un residente de este sector afectado.
Quienes fuimos los primeros en
mudarnos para las, entonces, recién construidas casas y apartamentos del corredor
universitario, hemos sido testigos impotentes del paulatino deterioro del
servicio de agua en este sector: a medida que aparecían nuevos conjuntos de
viviendas, el chorro del agua de nuestros baños (en los primeros meses, potente y abundante) iba menguando hasta que ahora,
todos los días, desaparece por completo. “Evidentemente, hay un problema de
fondo, que no permite que se estabilice el suministro. Porque es demasiado
recurrente y en los mismos horarios, como si cortaran, a propósito, aquí en
zona residencial, para enviar esa agua a sector industrial y/o comercial en
horas de trabajo”, agrega José Mejía.
El agua se va en las mañanas y
regresa en las noches. Y, así como los estudiantes desaplicados que acuden a todo tipo
de sortilegios como excusas para justificar ante el profesor la no presentación
de sus trabajos, la Triple A se ha vuelto muy creativa en crear subterfugios
para argumentar su incapacidad de invertir en el corredor universitario de acuerdo
al crecimiento urbanístico del sector: que Aire no ha arreglado la avería de su
subestación eléctrica en el barrio El Silencio, bastante distante de nosotros;
o que se reventó un tubo de alta conducción en el barrio Rebolo, en el otro
extremo de la ciudad; en fin.
La verdad es que la mayoría de
los chat de los grupos de WhatsApp de cada conjunto residencial del corredor
universitario se llena con la misma pregunta todas las mañanas de cada uno de
los residentes: “¿en sus casas también se fue al agua?” Y en la tarde, la misma
súplica en forma de pregunta: “¿en sus casas tampoco ha llegado el agua?” Si no
fuera por lo dramático del asunto, uno hasta diría que la Triple A, al menos en
el corredor universitario, hace apología a uno de los famosos dichos del desaparecido
cantante de La Junta Diomedes Díaz: “No hay chorro que no termine en gota”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Muchas gracias por su amable lectura; por favor, denos su opinión sobre el texto que acaba de leer. Muy amable de su parte