En la agonía de la tarde del 31 de marzo de 2013, visité, por primera vez, la Avenida del Río. No la habían concluido aún, pero ya los visitantes, ansiosos de ver al gran río Magdalena de cerca, hacían malabares para transitar, por entre las obras inconclusas, y llegar hasta el colorido malecón, que relucía orgulloso a un costado de la gran arteria fluvial de Colombia. Henchido de fascinación por la belleza que descubrí ese atardecer, llegué a mi casa y derramé, sobre el documento en blanco de Word, el cúmulo de emociones que inundaba mi alma y mi espíritu: publiqué, en este blog, mi crónica, donde imploraba la pronta culminación de ese hermoso proyecto. Regresé muchas otras veces más para que familiares y amigos, que venían a visitarme a Barranquilla, disfrutaran de la belleza natural en consonancia con la hermosura construida por la mano del hombre. Hubo de pasar un contraste jodido que enterró (quiera Dios que de forma transitoria), la imponencia de esta fabulosa obra.
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Arriba, la construcción del puente levadizo; abajo, el puente construido, junto a la Aleta del tiburón |
¿Y
la Aleta del Júnior?
A mediados de mayo de 2020,
comenzó a encenderse la luz de la Aleta del Tiburón o Ventana de Campeones, un esplendoroso
monumento que la empresa Tecnoglass, fabricante de vidrios, le donó a
Barranquilla. Ya es el segundo bloque de vidrio que dona esta compañía (el primero
fue la Ventana al mundo) y la gente espera que la Puerta de Oro sea el tercero;
de hecho, el proyecto está listo, desde mucho antes de la Ventana al Mundo.
Y sí, la gente ha desafiado el
temor por el contagio del Covid 19 y ha regresado a la Avenida del Río para
visitar la Aleta del tiburón. Lo hacen de día y de noche, a pesar de los
peligros de inseguridad, pues la vigilancia policial es muy poca a la entrada (prolongación
de la calle 6 y Avenida Olaya Herrera) y a lo largo de la Avenida. Todavía los
costados de la vía están horribles, con unos rellenos de materiales tristes,
que le dan un aspecto lúgubre al lugar. Todavía su pavimento permanece mohoso
por las volquetas que transitan sobre él, llevando material de relleno a sus
costados.
Arriba, en lo que ha quedado el Malecón León Caridi, paralelo a la Avenida del Río; abajo, lo que era el mismo. Ambas fotos tomadas en el mismo sitio, pero con siete años de diferencia. |
Y el Malecón León Caridi, el
paseo turístico de 80 metros de ancho por 700 de largo, entre al Gran Río de La
Magdalena y la Avenida del Río, que hace siete años era la gran atracción turística
del sitio, hoy permanece solo: el visitante sigue de largo hacia la Aleta, pero
no llega a este Malecón, ahora oculto entre un montón de relleno, que lo separa
de su hermana gemela, la Avenida del Río.
Sería fabuloso que el
visitante pudiera pasar caminando de la Glorieta de 70 metros de diámetro,
donde está ubicado la Aleta, al final del Malecón León Cardi para que haya fluidez
de peatones en ambos sentidos y este corredor turístico recuperara su vida
útil; obviamente, esta prolongación peatonal entre la Aleta y el Malecón debe
ir compaginada con la permanente presencia policial en el lugar.
Muy cierto, Barranquilla no debe olvidar sus lugares emblemáticos, además, recuperando esos lugares emblemáticos se jalona el turismo, la cultura, y el medio ambiente.
ResponderBorrarExcelente y muy bien explicado tu texto.
Felicitaciones.
Comentario por: Santiago Comas Fandiño.
BorrarGracias por tu amable lectura y elogioso comentario, apreciado Santiago Comas. Es posible que tamnbién te guste este otro tgexto, sobre la Ventana al mundo la Puerta de oro: https://comarcaliteraria.blogspot.com/2021/01/bien-por-la-ventana-al-mundo-pero-y-la.html
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