18 ene 2021

¿La Aleta del Tiburón logrará recuperar la majestuosidad de la Avenida del Río?

Por John Acosta @Joacoro

En la agonía de la tarde del 31 de marzo de 2013, visité, por primera vez, la Avenida del Río. No la habían concluido aún, pero ya los visitantes, ansiosos de ver al gran río Magdalena de cerca, hacían malabares para transitar, por entre las obras inconclusas, y llegar hasta el colorido malecón, que relucía orgulloso a un costado de la gran arteria fluvial de Colombia. Henchido de fascinación por la belleza que descubrí ese atardecer, llegué a mi casa y derramé, sobre el documento en blanco de Word, el cúmulo de emociones que inundaba mi alma y mi espíritu: publiqué, en este blog, mi crónica, donde imploraba la pronta culminación de ese hermoso proyecto. Regresé muchas otras veces más para que familiares y amigos, que venían a visitarme a Barranquilla, disfrutaran de la belleza natural en consonancia con la hermosura construida por la mano del hombre. Hubo de pasar un contraste jodido que enterró (quiera Dios que de forma transitoria), la imponencia de esta fabulosa obra.

El Gran Malecón mantiene lleno de visitantes, en el norte
La Alcaldía de Barranquilla inauguró la primera parte del Gran Malecón del Río, una obra similar, más al norte de la ciudad, con la idea de que, más adelante, se encontrara con la recién construida Avenida del Río. Fue un golpe mortal que le dio un entierro de quinta a la ahora emblemática vía, que es el resultado de arrebatarle, por fin, al olvido lo que, por años, la desidia oficial había hecho con lo que, mucho tiempo atrás, significó el progreso para la ciudad: el río Grande de la Magdalena. Fue un segundo sepelio para esa parte del río y el primero para la flamante Avenida, que nadie volvió a visitar por la novelería de ir a recibir la brisa fresca en el nuevo malecón. Nadie más se acordó de ella: ni el gobierno distrital, ni el nacional, ni los barranquilleros (natos y adoptados –como es mi caso).

Arriba, el deterioro del pavimento y maquinaria pesada trabajando
en rellenos, en la soledad de la Avenida del Río actual; abajo, el
otrora esplendor de la simbólica vía, recién inaugurada hace siete años

Después de algún tiempo sin visitarla, el medio día del 10 de julio de 2019, regresé con un interés periodístico. Y se me arrugó el alma. La soledad y la desesperanza campeaban por el sitio triste. No quedaba nada del esplendor de una gran obra que apenas tenía, en ese entonces, cinco años de inaugurada. La indolencia de todos había dejado, a la otrora majestuosidad de la Avenida del Río, al garete de los trabajadores de la empresa contratista del distrito, encargada de construir el primer puente levadizo de Colombia.  A un costado de la vía, sendos basureros (con sus gallinazos –goleros, para otros- disputándoles los deshechos con recicladores humanos) arremataban cualquier vestigio de volver a los tiempos de gloria. Regresé a mi casa con el espíritu dolido y el sentimiento de culpabilidad invadiendo a todo mi ser. E hice lo único que sé hacer para expulsar los demonios que me carcomen la tranquilidad: expulsé sobre la hoja en blanco de Word todo ese cúmulo de amargura que me atormentaba y la publiqué ese mismo día en este, mi blog.



Arriba, la construcción del puente levadizo; abajo, el puente construido,
 junto a la Aleta del tiburón
Ya el puente levadizo fue inaugurado sobre el caño Las Cercanías, con sus 1.400 toneladas de peso y sus 40 metros de largo por 35 metros de ancho. Esta “pieza emblemática de los 5 kilómetros del Gran Malecón”, según el ex alcalde Alejandro Char, aún no le ha devuelto la majestuosidad a la Avenida del Río. Todavía no se puede salir de la aún triste Avenida (en la prolongación de la carrera 45 o Avenida Olaya Herrera con calle 6), pasar sobre el puente levadizo y llegar hasta el Centro de Eventos Puerta de Oro; es decir, el puente no le ha devuelto los visitantes al otrora emblemático sitio.

¿Y la Aleta del Júnior?

A mediados de mayo de 2020, comenzó a encenderse la luz de la Aleta del Tiburón o Ventana de Campeones, un esplendoroso monumento que la empresa Tecnoglass, fabricante de vidrios, le donó a Barranquilla. Ya es el segundo bloque de vidrio que dona esta compañía (el primero fue la Ventana al mundo) y la gente espera que la Puerta de Oro sea el tercero; de hecho, el proyecto está listo, desde mucho antes de la Ventana al Mundo.


Este monumento tiene 33 metros de altura y 25 de ancho; además, está compuesto por unos 600 paneles de vidrios. Está ubicado al final de la Avenida del Río, en la glorieta de La Loma, justo donde está el puente levadizo que debe unir a esta Avenida con el Gran Malecón. Fue levantado en homenaje al equipo de fútbol de la ciudad, representativo para la región Caribe colombiana, el Júnior. La enorme estructura forma, en su centro, una aleta de tiburón, que es el apodo más famoso del equipo rojiblanco.

Y sí, la gente ha desafiado el temor por el contagio del Covid 19 y ha regresado a la Avenida del Río para visitar la Aleta del tiburón. Lo hacen de día y de noche, a pesar de los peligros de inseguridad, pues la vigilancia policial es muy poca a la entrada (prolongación de la calle 6 y Avenida Olaya Herrera) y a lo largo de la Avenida. Todavía los costados de la vía están horribles, con unos rellenos de materiales tristes, que le dan un aspecto lúgubre al lugar. Todavía su pavimento permanece mohoso por las volquetas que transitan sobre él, llevando material de relleno a sus costados.

Arriba, en lo que ha quedado el Malecón León Caridi, paralelo a la Avenida
del Río; abajo, lo que era el mismo. Ambas fotos tomadas en el mismo
sitio, pero con  siete años de diferencia.

Y el Malecón León Caridi, el paseo turístico de 80 metros de ancho por 700 de largo, entre al Gran Río de La Magdalena y la Avenida del Río, que hace siete años era la gran atracción turística del sitio, hoy permanece solo: el visitante sigue de largo hacia la Aleta, pero no llega a este Malecón, ahora oculto entre un montón de relleno, que lo separa de su hermana gemela, la Avenida del Río.

Sería fabuloso que el visitante pudiera pasar caminando de la Glorieta de 70 metros de diámetro, donde está ubicado la Aleta, al final del Malecón León Cardi para que haya fluidez de peatones en ambos sentidos y este corredor turístico recuperara su vida útil; obviamente, esta prolongación peatonal entre la Aleta y el Malecón debe ir compaginada con la permanente presencia policial en el lugar.

3 comentarios:

  1. Muy cierto, Barranquilla no debe olvidar sus lugares emblemáticos, además, recuperando esos lugares emblemáticos se jalona el turismo, la cultura, y el medio ambiente.
    Excelente y muy bien explicado tu texto.
    Felicitaciones.

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    1. Comentario por: Santiago Comas Fandiño.

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    2. Gracias por tu amable lectura y elogioso comentario, apreciado Santiago Comas. Es posible que tamnbién te guste este otro tgexto, sobre la Ventana al mundo la Puerta de oro: https://comarcaliteraria.blogspot.com/2021/01/bien-por-la-ventana-al-mundo-pero-y-la.html

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Muchas gracias por su amable lectura; por favor, denos su opinión sobre el texto que acaba de leer. Muy amable de su parte