Por
John Acosta
Quedan pocas horas ya para
iniciar las votaciones atípicas en mi sufrida tierra guajira. Hay tres
candidatos, de los cuales dos, tristemente, los más opcionados para ganar,
tienen el apoyo de la misma maquinaria política corrupta que ha desangrado a
nuestro Departamento por muchos años, desde que el 11 de marzo de 1985 arribó el
primer embarque de carbón de 33 mil toneladas, enviado en el buque Giovanni, al puerto de destino en
Dinamarca, completando así la primera exportación anticipada de carbón del
Cerrejón: La Guajira comienza a recibir millonarios recursos por regalías y la
deshonestidad de unos pocos comenzó a robárselos ante la mirada cómplice de las
autoridades de control y de justicia, que en no pocos casos se unió a esa vergonzante
espiral de ladrones que aún no termina. Ese saqueo descarado a las arcas
guajiras lo conoció desde un principio el establecimiento político de Bogotá y
se hizo siempre el de la vista gorda, interesado solo en recibir los votos que
le suministraban los delincuentes de cuello blanco de la única península
colombiana.
La oligarquía santafereña tuvo
su hipócrita reacción frente al robo constante que sus protegidos peninsulares
le propinaban al presupuesto de La Guajira, cuando los medios masivos de comunicación
del país comenzaron a denunciar, alarmados, la muerte por desnutrición de centenares
de niños wayuu: ahí quedó al desnudo la perversa actitud de complicidad de los
dirigentes de partidos nacionales frente a sus copartidarios de la península,
cuya desaforada e insaciable hambre por el dinero ajeno nunca les importó a los
encapotados líderes bogotanos.
El descarado robo sistemático de
las regalías del departamento por parte de la mayoría de políticos guajiros era
tan constante, que ya hasta parecía lo más natural del mundo ante los ojos impotentes
de los mismos habitantes de la península. Precisamente, eso fue lo que hizo más
impactante las crudas fotografías de niños indígenas famélicos que inundó a las
redes sociales: era inconcebible que en una región rica en recursos naturales,
a la que sus mismos dirigentes les había robado tanto, muriera tal cantidad de
niños por física hambre. Hasta el mismo Presidente de la República reaccionó e
hizo lo único rescatable en sus dos períodos de Gobierno: nombró como
gobernador encargado a una persona de otra región, que fuera capaz de hacer
caso omiso a las serias amenazas de los ladrones del erario público, al pisar
los cayos curtidos por el estiércol en que los dirigentes guajiros habían
convertido la administración pública de nuestra tierra.
Jorge Enrique Vélez, gobernador encargado de La Guajira |
Por supuesto que los guajiros
honestos, que somos la inmensa mayoría en nuestra amada península, apoyamos la
excelente gestión que ha venido desarrollando el gobernador encargado Jorge Enrique
Vélez. Ni más faltaba. Y no solo eso: los que amamos nuestra tierra le
agradecemos a este antioqueño que haya tenido las agallas de enfrentarse a esa horda
de ladrones que se ha enquistado en el poder político de esta amada región con
la única misión de apoderarse de nuestros recursos en beneficio de su egoísmo.
Trataremos de salir triunfante con el voto en blanco para mantener a Vélez unos
meses más en el poder, mientras se convoca a nuevas elecciones con candidatos
serios y honorables. Repudiamos con vehemencia
las mañas a que ha recurrido en su desespero esta cuadrilla sin escrúpulos para
tratar de hacer a un lado a Jorge Enrique Vélez: desde amenazas de muerte hasta
acusarlo de loco, valiéndose en encuestas mal interpretadas, y declararlo no apto
para ejercer, ¡habrase visto tamaño despropósito!
Carlos Caicedo y su campaña por el voto en blanco en La Guajira |
Ya se ha denunciado, a pocas
horas de las elecciones, los camiones cargados de indígenas wayuu (a quienes estos malhechores tratan como animales) llevados
como borregos mansos a las urnas para votar por la maquinaria que les asesina a
sus niños de hambre. Definitivamente, el voto en blanco será nuestra redención.
Hemos apoyado esta alternativa desde un principio. No conozco personalmente a
Carlos Caicedo, quien ha hecho caravanas para promover el voto en blanco en La
Guajira. Sé que fue Rector de la Universidad del Magdalena y me cuentan que
hizo una excelente labor allí. Sé que fue Alcalde de Santa Marta y me consta
que hizo unas obras excelentes e impensables en esta capital costeña. También
he escuchado sobre su mal genio; de hecho, amigos míos tuvieron que renunciarle
a los cargos en que él los había nombrado porque no soportaban su actitud malgeniada.
Sin embargo, como guajiro, le agradezco que se haya tomado el peligro de
enfrentar a la clase política de mi departamento para promocionar la noble
iniciativa del voto en blanco. Obviamente, la reacción lógica de los corruptos
guajiros es tratar de enlodar la reputación de Caicedo: que oscuros intereses
se esconden dentro de esta campaña que él ha emprendido, dicen. Lo cierto es
que si, en la bienaventuranza de que ganara el voto en blanco, y Carlos Caicedo
se lanzara como uno de los nuevos candidatos a las elecciones repetidas, cada
quien está en la libertad de votar o no por él; incluso, si en esa eventualidad
yo vería que hay otro candidato de mejores pergaminos que Caicedo, no tendría
ningún inconveniente en apoyar al otro. Pero ahora, no tengo más que aplaudir
la feliz coincidencia de que ambos pensamos que el voto en blanco es la
redención inmediata para la tierra guajira.
Por lo tanto, ruego para que los
guajiros, con el voto en blanco, seamos capaces de darle a Colombia la misma sorpresa
que dio el país con el inesperado triunfo del No en el plebiscito.
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