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La más reciente protesta en contra de Electricaribe, la protagonizaron habitantes del barrio Adelita de Char, del corregimiento de La Playa, en Barranquilla |
Por
John Acosta
El problema social más grande
que tiene Colombia ahora es, sin duda, la corrupción. De ahí proviene el resto
de plagas que nos abruma. Por eso, uno aguardaba la esperanza de que las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) aprovecharan el repentino brote de
pacifismo del establecimiento para imponerle severos controles al desmesurado
robo que carcome a las finanzas públicas. No obstante, también esas esperanzas
se truncaron en las negociaciones de paz de La Habana: ni siquiera se toca este
tema en la agenda. Lo peor es que la voracidad de los políticos ladrones
acabaron con las empresas de servicios públicos domiciliarios, obligando al
Estado, representados por ellos mismos, a privatizar estos bienes básicos. El cinismo
de estos bárbaros administradores de la cosa pública y la desgracia de nuestra
impotencia hicieron que esos políticos fueran socios capitalistas de la mayoría
de las nuevas compañías que reemplazaron a las empresas estatales que ellos
quebraron. Esperábamos que ese círculo vicioso de la ignominia se rompiera en
La Habana, pero las Farc prefirieron quedarse en la mezquindad de buscar solo beneficios
jurídicos para sus dirigentes e insistir en que se juzguen a quienes las combatieron.
De manera que el resto de ciudadanos quedamos condenados a seguir padeciendo,
indefensos, los atropellos de empresas como Electricaribe S. A.