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Israel Romero |
Por John AcostaEl acordeonero Rafael Romero Ospino no podía creer lo que estaba presenciando en ese momento. Ese niño que tenía al frente tocaba el acordeón de forma magistral. No tenía por qué sorprenderse, ya que el padre y el abuelo del pequeño fueron excelentes intérpretes de ese instrumento musical; incluso, los cuatro hermanos mayores del infante (que, en ese momento, tenía fascinados a todos los que estaban presenciando el espectáculo del niño halando, con un compás preciso, el ‘arrugao’ que tenía en su pecho) también era músicos. “Yo soy el mayor de nueve hermanos y ese niño es el quinto. Y nosotros, desde que nacimos, no veíamos más nada en la casa sino acordeón porque mi papá, aparte que era acordeonista, reparaba y afinaba acordeones. Entonces, nosotros, desde niñitos, viendo acordeón en casa, pues tocamos acordeón y fregamos, y molestamos con el acordeón; sin embargo, para mí, Israel estaba como muy muy pequeño y resulta que yo sí veía a todos mis hermanos tocando acordeón, menos a él. Yo nunca lo veía tocando acordeón. Fue muy lindo cuando lo vi por primera vez tocando acordeón ese día, pero magistralmente: desde entonces, creí que él nació ya tocando acordeón, porque yo nunca lo vi ensayando”, le contó Rafael Romero al Semanario La Calle sesenta años después.
Lo sacaron del estudio de grabación en Medellín
Rafael Romero Ospino, que ya había cambiado el acordeón por las tumbadoras, fue a grabar un larga duración a Medellín con el segundo de sus nueve hermanos, Norberto, que tocaba el acordeón, y Armando Moscote. En la natal Villanueva habían dejado a Israel. “No sé cómo consiguió ese muchacho, pero cuando lo vimos fue en Medellín en los estudios de Codisco. Lo que más me extrañó fue verlo hasta bien vestido ¿Qué hizo? ¿Dónde consiguió plata para comprar la ropa y los pasajes, después los taxis? De pronto, ese muchacho se apareció allá y se metió a los estudios de grabación, donde nosotros estábamos tocando. Y él se puso a mirar, a mirar y de pronto dijo ‘No, no, no, no, así no es, eso no es así’, corrigiendo lo que nosotros estábamos haciendo. Entonces, el ingeniero de sonido paró la grabación y nosotros esperando que dijera que continuáramos y el hombre nada, tenía un bolígrafo con la mano así dándole a la mesa y no nos decía que comenzáramos. Entonces, Norberto le dijo ‘Oiga, señor Gabriel, ¿qué pasa? Vamos a continuar’. Y él respondió ‘No, hasta cuando el señor que está ahí dirigiendo no salga’. Y lo han sacado de los estudios, ¿me entiende? Para que vea usted la vuelta que da la vida: después se hizo un grande en esa misma casa disquera, en esos mismos estudios”, recordó Rafael Romero en su diálogo con La Calle.
El don heredado del abuelo
Rosendo Romero Villareal, el abuelo de Israel, era de Boquerón, un pueblo que está entre La Loma y La Jagua de Ibirico en el Cesar. Rosendo Romero tocaba el acordeón como algunos campesinos y vaqueros de la época; su hijo Escolástico Romero Rivera le heredó esa vena musical. Y se vino de Becerril como lo hacían los primeros juglares del vallenato: arreando ganado a pie hacia La Guajira en un viaje de, por lo menos, 15 días caminando. Y llegó a Villanueva, donde escuchó a un tipo tocando acordeón: era Emiliano Zuleta Baquero. “El viejo Emiliano decía que mi papá era un músico fino, porque tocaba bolero, corrido, vallenato. El viejo Emiliano decía que mi papá era un actor de los finos. Y tanto fue la amistad que hicieron ellos dos que dijeron ‘Bueno, el que tenga un hijo primero se lo da al otro para que lo bautice. Nació Emilianito y mi papá lo bautizó”, le contó Rafael Romero a La Calle. En Villanueva, Escolástico conoció a Ana Antonia Ospino Campo, ‘La Nuñe’, la madre de sus nueve hijos.
El acordeonero de antes era maltratado
En realidad, Rafael Romero cambió el acordeón por las congas porque “cuando yo tocaba acordeón, no sé, me parece que no le daban el valor ese que tiene ahora el vallenato; por ejemplo, había un paseo donde venían las niñas, tal, y cuando iban a comer el sancocho nos ponían a tocar ya retirados de ellos. Y si acaso quedaba comida, nos brindaban. Mire que hasta en los buses: tenían varias bancas y la última banca, la de atrás, esa le pusieron ‘la banca de los músicos’ porque apenas uno se subía en un bus y le veían el bombo redoblante, enseguida le decían ‘la silla de ustedes es la de atrás’ y por esa carretera mala de antes, eso era un todo brincoleo que llevaba uno ahí atrás lo sentía bastante; entonces, desmoralizando, dejé el acordeón. Otra cosa: antes uno iba a tocar los pueblos y tenía que llevar la hamaca porque no le daban dónde dormir; entonces, ponían a uno a dormir en un colegio, donde colgaba la hamaca. Y, al día siguiente, cuando uno iba a cobrarle al gamonal que lo invitó, le decía que no había plata, que volviera”.
Y surgieron los grandes para dignificar el acordeonero
Luego, nacieron los grandes del vallenato, como los hermanos López, Alfredo Gutiérrez, Enrique Martínez. “Y ya comenzaron a estimular más, en el sentido monetario, a los grupos. Ya comenzaron a darle hotel, alimentación y pagaban un anticipo”, dice el hermano mayor de Israel Romero, conocido como El Pollo Irra o Isra, quien no sólo dignificó al acordeonero sino que, además, con su estilo inigualable, lo puso en un sitial de altura.
Con Rafael Orozco: El Binomio de Oro
El 16 de junio de 1976, Israel Romero y Rafael Orozco Maestre, oriundo de Becerril, como
Escolástico (el papá del Pollo Irra), conformaron El Binomio de Oro. Rafael Orozco venía de grabar exitosamente con Emilio Oviedo e Israel Romero había debutado con el cantante Daniel Celedón. Algunos biógrafos afirman que en celebración del cumpleaños de Lenín Bueno Suárez se escogió el nombre del grupo y arrancaron formalmente como conjunto vallenato.
‘El mejor acordeonero del mundo’ no ganó el único festival al que se presentó
Hay una versión que dice que Israel Romero ganó el segundo puesto del Festival Folclórico Patronal de Villanueva, realizado en 1971 y que se considera la antesala del hoy Festival Cuna de Acordeones. El primer puesto de este único festival lo ocupó, según la misma versión, Luciano Poveda Olivella. El festival no se siguió realizando porque, de acuerdo a fuentes históricas, al año siguiente murió el ilustre comerciante Antonio Afanador Pinzón. Fue al único festival al que se presentó El Pollo Irra, cuando tenía 16 años de edad; no obstante, por su destreza para digitar el acordeón y su amplia trayectoria, la Academia de la Música de Alemania, el primero de diciembre de 1998, le otorgó el título de ‘El mejor acordeonero del mundo’.
¿Fue en el Folclórico del Fique y no en el Folclórico Patronal?
En una entrevista que publicó el diario capitalino El Tiempo, el 13 de marzo de 2014, El Pollo Irra dice que, cuando tenía nueve años, “fui con Diomedes Díaz a un festival en La Junta (La Guajira), a concursar. Yo hacía tercero de primaria y él, cuarto. Hoy, en festivales hay categorías infantiles. En esa época, los niños competían con los de 40. Y quedamos en segundo lugar. De ahí me sale el apelativo de ‘Pollo’. Me decían ‘El Pollito de Villanueva’ y no me gustaba. Nos ganó Chema Ramos, porque era mayor, un pollo viejo”. Es posible que haya sido ahí, en el Festival Folclórico del Fique, de La Junta, donde Rafael Romero, el hermano mayor, se hubiese sorprendido con lo bien que tocaba el pequeño Irra, el quinto de sus nueve hermanos.
Publicado en el Semanario La Calle el 20 de octubre de 2025
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