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Oswaldo Angulo Arévalo |
Por John Acosta
Ni siquiera las 36 horas del turno que acababa de entregar, pudieron aplacar la preocupación que llevaba Oswaldo Angulo Arévalo ese 16 de septiembre, sentado en una de las sillas del metro de Ciudad de México: debía llegar a tiempo a la Eucaristía que se oficiará en la parroquia San Antonio de Padua, ubicada en la colonia Nápoles de la capital azteca. Su desespero no era para menos: se iba a casar con Margarita Agudelo Rivera, que a esa hora estaba a 2.800 kilómetros de distancia, en la Catedral Metropolitana de Barranquilla.
Pasión por la Medicina desde niño
Como solía hacerlo algunas veces durante el año escolar, el profesor Juan Mejía Gómez llevó esa mañana a sus pequeños estudiantes a continuar la jornada bajo la sombra del ‘José Celestino Mutis’, como el maestro había al árbol de pivijay que estaba en el patio del Instituto Caldas. En una de sus magistrales formas de despertar la imaginación de sus muchachos, el profe Mejía les preguntó a dónde irían a estudiar su bachillerato y qué carrera les gustaría estudiar. Cuando le tocó el turno al niño Oswaldo, dijo que iría a estudiar la secundaria a Bogotá. “¡Y, después, seré médico!”, dijo con asombrosa determinación para un infante de esa edad.
Era el segundo de nueve hijos de Clemente Angulo, jefe de personal de la estación de tren de Chiriguaná, e Isabel Arévalo, una santandereana que había heredado la vena comercial de su estirpe andina. Clemente mantenía conversaciones constantes con su hermano Isaías, que vivía en la fría Bogotá, a través del más avanzado medio de comunicación de la época, el marconi. Justamente, en una de esas charlas familiares, Isaías le contó que buscaba cupo a su hijo Jaimito para que hiciera el bachillerato en el Colegio Nacional Sergio Arboleda. Y le propuso que enviara a Oswaldo para que estudiara junto a su primo de la misma edad.
Cupido en Chiriguaná
Con su esposa, hijos, nietos y demás familiares |
Ambos profesionales, la abogada y el médico, sabían que debían buscar ya la forma de especializarse para crecer juntos. Para él, las posibilidades de hacerlo en Colombia eran remotas por lo que debía pensar en el extranjero. Y le salió la oportunidad en México, donde podía trabajar para pagarse su posgrado. Una vez pudo asegurar allá su empleo y sus estudios, le dijo a su amada que viajara, pero don Alonso dijo que la única manera de que su hija lo hiciera “es que vaya casada”. Y encontraron, en el Código de Derecho Canónico, la forma de hacerlo a la distancia: ‘matrimonio por poder’. Oswaldo Angulo en Ciudad de México y Margarita Agudelo en Barranquilla.
De Bogotá a Valledupar y Manizales
Como lo hizo el profe Mejía debajo del palo de pivijay en Chiriguaná, el profesor de francés del Nacional Sergio Arboleda les lanzó la misma pregunta a sus estudiantes en Bogotá. Y, nuevamente, el joven Oswaldo Angulo, más con la convicción del deseo que con la humilde realidad que lo embargaba en esos tiempos de carencias, proclamó que él sería médico, una posibilidad que vio más remota aún cuando, habiendo terminado su secundaria en la capital del país, regresó a su natal Chimichagua, lo que lo alejaba aún más de su sueño.
Con sus otras dos grandes pasiones: Emaús y su familia |
El entonces padre Víctor Antonio Tamayo ofició la ceremonia donde don Alonso, el papá de la novia, fue el apoderado oficial de su yerno, que estaba en Ciudad de México. Una vez casada, Margarita Agudelo pudo viajar, ahora sí, a vivir con su esposo en el extranjero. Él se especializó en urología en la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México y ella hizo su maestría en Derecho Privado en el mismo centro universitario. En la capital del país azteca, nacieron sus dos hijos: Oswaldo Mauricio y Margarita.
Publicada en el Semanario La Calle el 22 de septiembre de 2025
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