Huelga en Cerrejón: la verdá pelá

 

Por Gustavo Téllez Abuabara, ex empleado de Cerrejón

Quiero entrar rápido y al grano: no me gustan los sindicatos, debido a que, en nombre de “su” gente, arman el pelero y, después que se acaba la tragicomedia, cuando cierran las empresas, los dejan viendo un chispero ¿y los directivos sindicales...? bien gracias, con su vida ya arreglada.

El sindicato de Cerrejón no es la excepción. Los actores cada vez son distintos, pero su filosofía es igual: van quebrando empresas una tras otra, con sus apetito voraz, y, al final, a “sus” trabajadores solo les queda una carpita afuera en la puerta de la empresa con cinco o seis trabajadores, cocinando un sancocho desabrío para alimentarse. Las esposas e hijos, con sus esperanzas destrozadas, esperando 10 o tal vez 15 o 20 años, o quizás nunca, que los antiguos dueños de la empresa se pongan de acuerdo con el gobierno de turno para vender algunos pocos activos que quedaron, después de la hecatombe que causaron los directivos sindicales, porque ellos, con su apetito insaciable y pedidos desmedidos, la quebraron para poder pagarles sus compromisos deben acabar hasta sus cenizas, solo quedará un cascarón y los recuerdos, ¿ejemplos? Tengo muchos... no los voy a nombrar por respeto de la gente que todavía sufre desde hace más de 20 años o más..  Uds. seguro los conocen, los dueños no podían ofrecerles más, pero ellos, los dirigentes sindicales, soberbios, calcularon mal… ¡Todos perdieron!

Si yo fuera presidente de un sindicato, contrataría no abogados (gente que todo lo enreda),

sino contadores, financistas y médicos especialistas en salud en el trabajo para hablar de tú a tú con la empresa para hablar sobre lo fundamental.

Conozco de primerísima mano la filosofía que ha mantenido desde siempre Cerrejón, y esto debido a que tuve el privilegio de ocupar cargos en los que estuve expuesto a la mediana y alta gerencia de la empresa en su relación con la comunidad guajira e indígena, funcionarios de Colombia, Presidentes del país, de empresas importantes a nivel mundial. A todos ellos se les atendió con la verdad.

Le pongo de testigo al destino -porque Dios no quiere que hablemos lo que voy a escribir- “que se me acabe la vida ya mismo”, les juro, les aseguro, que jamás de los jamases, un solo funcionario de medio y/o alto perfil de Cerrejón, me indicó o me dio instrucciones para engañar a gente alguna u ocultar información para con quienes teníamos algunas diferencias en la comunidad. Jamás de los jamases intentaron siquiera plantearme un negocio turbio para con ellos… así como también conocí su actuar pulcro al interno de la misma compañía. No está en el ADN de la empresa y sus funcionarios dar portazos o dejar a sus interlocutores con la “palabra en la boca”. En Cerrejón, la gente es respetuosa de sus interlocutores, son caballerosos; por tanto, esa expresión del sindicato de que los directivos son soberbios… es, sencillamente, mentira... faltan a la verdad, ellos lo saben, pero no les interesa que se conozca.

¿Y entonces...? ¿Qué queda...? Entonces, es cuando se me viene a la mente el recuerdo, cuando en otro ya lejano conflicto similar, le increpé a un verdadero amigo mío, líder del mismo sindicato de esa época y frente a frente, los dos solos le dije: “Nojoda, llave, ustedes están jodidos, ¿no ven la situación de la empresa? ¿Qué pretenden?” A lo que él me respondió: “sí, jefe, lo sé, pero existen unas fuerzas oscuras y externas al sindicato que no le cuento para no meterlo en lío…” una corriente fría recorrió mi cuerpo y di por terminada nuestra conversación…  

No quiero entrar a defender los beneficios que ofrece la empresa porque hoy en día no conozco intimidades de la nueva convención, pero creo deben ser parecidos a los que obtuvimos cuando yo laboraba allá: ofrecimientos justos de acuerdo al mercado laboral y a la situación de la empresa… ¿queríamos más? Claro que queríamos más, queríamos que nos bajaran las estrellas y la luna, pero no se podía: entendíamos y aceptábamos. Entonces, ¿qué queda?

El mal llamado “turno de la muerte”.

Este turno merece una explicación seria. Dos cosas: primero, toda empresa en Colombia es

libre y tiene el derecho de implantar el turno de trabajo que más le convenga -siempre y cuando esté dentro del marco de la ley- para realizar sus labores; por consiguiente, mal podría llamarse “una conquista laboral”. Habiendo dicho esto, debo decir lo segundo: Este “turno de la muerte” lo tienen implementado TODAS las otras minas de carbón de la región, empresas que no les da ni por las patas en materia de seguridad en el trabajo a Cerrejón, -pido perdón por escribir esto-  y les está yendo muy bien, la gente descansa bien, trabaja bien, y disfruta bien. Los accidentes que ocurren NO están relacionados al turno de trabajo; por consiguiente, es una falacia llamarlo de ese modo. No me lo contaron, yo mismo lo trabajé en otra empresa minera, viví momentos buenos en este turno, descansaba muy bien, comía muy bien ¿Qué otro estudio quieren presentarle al Ministerio del Trabajo? Debo aceptar que el turno de Cerrejón es más cómodo y deja más tiempo libre, -solo eso-; lo demás, es una mentira que se cae por su propio peso y no resiste mayor análisis; es más, recuerdo que en una oportunidad, en una noche de pensadera con un grupo de amigos, llamamos el turno de Cerrejón, el turno de los acomodaos… y así quedó bautizado, pero hoy en día la empresa tiene la urgente necesidad de ser competitiva, ¡o desaparece!

Una advertencia final a mis amigos y los que no los son en Cerrejón, y es seria: en la vida todo es un ciclo: nacer, crecer y morir, y el carbón está llamado a desaparecer en el ámbito mundial. Europa no quiere quemar más carbón y está a favor del cierre de estas minas, (claro otra razón poderosa es que ellos no son productores y les importa un carajo los productores), pero va a desaparecer, sabemos que el tiempo será corto. Existen otras energías alternas que se están desarrollando exponencialmente y que, si se dan, nadie mirara el carbón más, será un paria.

Al grueso de los sindicalistas les digo: defiendan a su empresa mientras exista, no la dejen hundir, no les dé miedo hablar con los dirigentes sindicales, ellos no son infalibles y con el ánimo de mostrar trabajo pueden ir por un rumbo equivocado, corrijamos el rumbo, si no, estaremos cavando nuestra propia tumba, y los perdedores de esta tragicomedia serán los más sencillos de la cadena: los propietarios tienen diversificadas sus inversiones, ellos perderán también, pero ustedes perderán más, sus hijos se quedarán a medio camino, media preparación, sus familias quedarán con los sueños truncados… y pronto se verán dentro de una carpita cocinando una sopa desabría, con los sueños truncados… ¡están advertidos!

Aquí puede leer diez crónicas sobre la historia del actual complejo carbonífero Cerrejón

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